La inscripción de la piedra Zanata es falsa. Así se han pronunciado dos especialistas en escritura líbico-bereber: la doctora Renata Springer Bunk y la doctoranda Irma Mora Aguiar, adscritas a la Cátedra Cultural de Estudios Bereberes de La Universidad de La Laguna, dependiente del Vicerrectorado de Cultura y Participación Social, tras la aparición de varios artículos periodísticos que han retomado el debate sobre la autenticidad de la inscripción.
En la década de los noventa, explican las expertas, se halló fortuitamente una piedra que, supuestamente, contenía una inscripción líbico-bereber. Según interpretó el arabista Rafael Muñoz en su libro La Piedra Zanata y el mundo mágico de los guanches, el grabado consistía en tres signos alfabéticos: una z (ⵣ) y una n (ⵏ) ligadas, más una t con forma de asterisco. Como las vocales no se suelen representar en la escritura líbico-bereber, se propuso que tales consonantes reflejaban la palabra zanata, nombre arabizado con el que el historiador tunecino Abenjaldún designó a unas tribus norteafricanas en el siglo XIV.
Springer y Mora señalan que, primeramente, el hallazgo de la piedra fue fortuito, tratándose de un objeto arqueológicamente descontextualizado. Además, enumeran una serie de pruebas epigráficas y lingüísticas que desbancan la ‘hipótesis zanata’.
En primer lugar, la letra inicial ⵣ, con valor fonológico /z/, es una innovación bastante reciente de los alfabetos líbico-bereberes, caracterizando únicamente a los alfabetos tuaregs tradicionales, denominados tifinagh. Estos datan de los siglos XIX al XX y se circunscriben al Sáhara central. En efecto, según explican Springer y Mora, la z tuareg resulta de la evolución de la letra ⵊ del antiguo alfabeto líbico oriental (siglos II a. C. – IV d. C.), cuyo valor fonológico era */zˤ/.
Como las inscripciones canarias son mucho más antiguas que las tifinagh de los tuaregs, la letra ⵣ no se halla entre sus cientos de paneles líbico-bereberes, por lo que su presencia en la piedra Zanata es absolutamente desconcertante. Por otra parte, en cuanto a los aspectos relacionados con su ejecución, los trazos inferiores del signo ⵣ son demasiado redondeados, cortos y finos como para haberse realizado con un instrumento lítico. Tal precisión parece corresponder a un filo metálico y, como es de sobra conocido, los aborígenes carecían de herramientas metálicas, debido a las características geológicas de las Islas.
En segundo lugar, el uso de ligaduras, habitual en la escritura de los tuaregs, no se ha documentado aún en las antiguas inscripciones líbicas, que son las más afines a las canarias. Además, la unión ⵣⵏ (zn) que, supuestamente, porta la piedra Zanata, no existe en tifinagh, hallándose solo nz para estas letras. Además, las reglas ortográficas de esta escritura impiden la presencia de una vocal en el interior de una ligadura. Así, entre la z y la n jamás podría leerse una a, de manera que la lectura z(a)nata es absolutamente imposible.
En tercer lugar, el grafema /t/ en forma de asterisco no se encuentra en un corpus de 1.500 inscripciones líbico-bereberes (canarias y norteafricanas) estudiado por Mora para la elaboración de su tesis doctoral. Al contrario: todos los alfabetos de esta familia usan el signo en forma de cruz (ⵜ, ⵝ) para representar la t. Así, nuevamente, otro signo se convierte en delator de la falsedad de la inscripción, con lo que se demuestra, recalcan las expertas, que la ‘hipótesis zanata’ carece de fundamento científico.