Los sesenta fueron años de un cambio acelerado en todos aspectos de la vida social española. El régimen relegaba a un segundo plano la legitimidad derivada de la victoria militar para reinventarse como el proveedor paternal del anhelado progreso y bienestar material. En estos años de desarrollismo la universidad española vivió una verdadera revolución que enterró la vieja universidad de élites y dio paso a la universidad de masas.
El nombramiento en 1963 de Antonio González González como Rector marcó en La Laguna el punto de inflexión entre el aletargamiento precedente y los nuevos tiempos de expansión acelerada. En ese mismo año se puso en marcha una Sección de Periodismo que suponía la única excepción al monopolio que ejercía la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid sobre la formación de los informadores en España. También en 1963 se creó la Sección de Filología Inglesa y poco después las de Biología (1967) y Matemáticas (1969) y la nueva Facultad de Medicina (1968). Ya en los setenta se crearon las Facultades de Farmacia (1974), y la de Ciencias Económicas y Empresariales (1975).
Esta notable diversificación de los estudios se vio amplificada por la Ley General de Educación de 1970 que establecía que se incorporasen a la universidad como diplomaturas un conjunto de estudios anteriormente no universitarios. Nacieron así las escuelas universitarias de Estudios Empresariales y de Formación del Profesorado (1972), de Arquitectura Técnica (1973), Agrícolas (1973), Enfermería (1977) y Trabajo Social (1978).
Se procedió también a la ampliación del campus universitario. La incapacidad de las instituciones locales e insulares para suministrar terrenos determinaron que se saturase el espacio que circundaba el Edificio Central con la construcción a la izquierda del anexo con destino a la Facultad de Filosofía y Letras y en la parte posterior la Torre de Químicas y el aulario para la Facultad de Ciencias, todos ellos inaugurados en 1970.
Esta notable expansión en titulaciones y edificios era tan sólo la manifestación externa del crecimiento exponencial de la matrícula. Entre 1963 y 1978, el nú- mero de estudiantes se multiplicó por nueve, y eso sin incluir en el cómputo al estudiantado de las nuevas escuelas universitarias. Se trataba de una progresión vertiginosa que borraba todo rastro de aquella universidad elitista de apenas unos cientos de alumnos de los años treinta y cuarenta. Hacía tiempo, también, que La Laguna había dejado de ser la universidad más pequeña de España.
Esta acelerada expansión estuvo lejos de granjear al franquismo el apoyo de los nuevos universitarios, anhelado por los tecnócratas que dirigían el régimen. Paradójicamente, esta transformación tuvo el efecto contrario, pues la Universidad se convirtió en una de las principales fuentes de oposición al régimen. Las protestas y huelgas de los estudiantes, a las que se añadían las de los nuevos profesores contratados en condiciones precarias, ahondaron la brecha entre los universitarios y el régimen, abierta desde mediados de los años cincuenta, y dieron lugar a una espiral represiva que encontraba su máxima expresión en la irrupción violenta de la policía en los campus o incluso en el cierre de las universidades.
En La Laguna el desacuerdo con la política represiva provocó la dimisión del rector Enrique Fernández Caldas en 1976 tras la intervención policial en el campus para impedir la actuación del cantante Lluis Llach. La espiral movilización-represión culminó dramáticamente en 1977 cuando el estudiante Javier Fernández Quesada cayó abatido por los disparos de la guardia civil en las escaleras del edificio central.
La prohibición de la actuación de Lluis Llach
A finales de febrero de 1976 el cantante Lluis Llach, estandarte de la contestataria Nova Cançó catalana, fue invitado a participar en un recital en el Teatro Guimerá que había de retransmitir Radio Nacional dentro del programa “Para vosotros jóvenes”. Dos horas antes del inicio del acto, el gobernador civil Modesto Fraile, prohibió la actuación del cantante catalán. Caco Senante, el grupo Aguaviva y el resto de los participantes se negaron a actuar en solidaridad, mientras el público se manifestaba en protesta por las calles de Santa Cruz. El rector Enrique Fernández Caldas situó a la universidad en la primera línea de la defensa de las libertades cívicas al invitar al vetado cantante a actuar en el paraninfo. El gobernador civil conminó al Rector a suspender el acto y ante su resistencia las fuerzas del orden tomaron el campus para desalojar a los estudiantes encerrados en el paraninfo, mientras Lluis Llach fue introducido por la policía en un avión de vuelta a Barcelona. El rector Fernández Caldas dimitió acompañado de la Junta de Gobierno en pleno.