Los mapas, artilugios de la moderna geografía, fueron importantes para proyectar la imaginación africanista. Los lugares en blanco en los mapas, como demostró la pulsión colonial del capitán Marlow, deben ser rellenados. Los mapas no reflejan la realidad, sino que la constituyen. Los mapas son importantes para la razón occidental, donde sus coordenadas y sus cartografías han de imponerse frente a otros registros del territorio. Pero, en la imaginación del espacio africano, España tuvo que contradecir sus mapas y situarse en la ambivalencia que le permitiera justificar su presencia más allá de la hegemonía del momento; por eso estaba siempre muy cerca y muy lejos con respecto a África. Igualmente, nuevos mapas, con nuevos dispositivos y con nuevas fronteras, dan lugar a la configuración de los espacios africanos.
África estaba ahí, al otro lado, muy cerca, casi como una prolongación nuestra y hasta como una proyección (Sáez de Govantes, 1971, p. 14).
Dentro de unos siglos, si los manuales de Historia se siguen escribiendo, se dirá en ellos que, en nuestra época, el mundo empezó a considerarse estrecho, reducido, a causa de las aplicaciones del motor de explosión, a autos y, sobre todo, aviones (…). Contemplo ahora un mapa del Sáhara en que se hallan referencias no sólo a pistas (…) sino también a hoteles, albergues, garajes… (Caro Baroja, 1957, p. 103).
Que están allí es un hecho evidente y palpable; pero, ¿por qué están allí? ¿Para qué están allí? ¿Cómo se justifica su presencia en aquellas tierras? He aquí tres preguntas inocentes y sencillas, al parecer, y que son capaces de dar vida a las más apasionadas controversias (Bonelli, 1944, s.p.).
España, al fin y al cabo, era europea por ubicación geográfica (Sáez de Govantes, 1971, p. 17).