Aunque el giro en el interés del africanismo español se da a finales del siglo XIX, el discurso se muestra con una profundidad histórica que pretende conectar todos los aspectos que puedan servir para recrear la idea de que esta tradición de conocimiento es antigua y por lo tanto experta. Esto fue reflejado en una frase repetida por los africanistas españoles: “la constante africana”.
España, al fin y al cabo, era europea por ubicación geográfica y por historia. Fernando [el Católico] lo sabía bien y le interesaba, antes que la proyección africana, la entente con Europa, o sea, dejar sentada una política que definiera bien la postura europea de España (…) antes que africana de corazón tenía una esencia europea (Sáez de Govantes, 1971, p. 17).
Lo de España en África, más que una función temporal, es una misión vocacional. Y si Europa nunca debe abandonar su papel de guía de África, España tiene el deber de su africanismo por razones más hondas (Sáez de Govantes, 1971, p. 19).
Acaso porque fue colonizada en la antigüedad [España] (…) y acaso porque también supo colonizar en el más alto sentido de la palabra, es por lo que estaba preparada para entender bien el problema (Castiella, 1968, p. 8).
Detrás tenemos, como he recordado que nos dijo un día nuestro Jefe de Estado, toda la antigua tradición de nuestros teólogos, filósofos y juristas, toda la Escuela española del Derecho de Gentes, toda una manera de entender la misión civilizadora del mundo, el profundo y noble sentido de la palabra colonizar (Castiella, 1968, p. 36).
Alumbrar pueblos nuevos, entregándoles generosamente –en una verdadera transmutación espiritual- toda la propia herencia de cultura, con este concepto peyorativo y actual, encarnado en dolorosas realidades de hoy que se ha llamado colonialismo o coloniaje (…) Vosotros sabéis que España no es, ni ha sido nunca, colonialista, sino civilizadora y creadora de pueblos, que es cosa bien distinta (Franco citado en Nerín, 1998, p. 11).
Nosotros coronamos ahora, a tiempo y con acierto, un periodo histórico. Por ello estamos también muy lejos de aquel episodio (…) la independencia de Cuba (Castiella, 1968, p. 38).
La comunidad hispánica se enriquecerá, a su vez, con un miembro más. No sólo Europa y América y Asia (…) estarán en ella representadas, sino también en África, el África antigua y joven, en donde empezó y donde ahora se corona el destino ultramarino de España. Y así se contemplara la dimensión universal de nuestra patria (Castiella, 1968, p. 39).
El Alzamiento Nacional tuvo su origen en Melilla, ciudad española cien por cien, pero situada en suelo africano. Esto, de por sí, es un símbolo (Sáez de Govantes, 1971, p. 85).