Conquistadas y colonizadas, las Canarias son islas africanas que viven hoy la ambivalencia en todas sus dimensiones posibles. Africanas y europeas, la gente que habita este territorio fragmentado por el mar convive en la esquizofrenia de muchas identidades. Se puede entender a Canarias bajo la óptica del africanismo español, en su historia y su configuración geográfica, pero también existe un africanismo canario como plataforma europea de negocios, estrategias militares atlánticas y frontera geopolítica (donde reina el Frontex y el SIVE). Un nuevo discurso que es lanzado desde las instituciones políticas y culturales en las Islas. Esta mirada se basa en un africanismo resignificado con el tiempo: descontextualizando sus representaciones, atenta a los giros del capital y corroída por las nuevas representaciones de África, que ha cambiado de un clasicismo con aura de misterio, primitivismo y exotismo, a un estado político-cultural relacionado con el SIDA, la pobreza extrema y los conflictos. Pero, contra todo olvido, el africanismo en Canarias también fue un nombre clave para otro discurso, separado de las dinámicas coloniales; de resistencia, identitario, que insistía en una mirada conectiva con África y que se diferenciaba drásticamente del africanismo colonial español.
Se ha recomendado la inmigración de blancos procedentes de países cuyo clima sea análogo o no difiera mucho del de Guinea. Fue conveniente la deportación de Fernando Póo de los desterrados cubanos; (…) pero conviene tener en cuenta que los más de estos cubanos eran de color (…) Aconsejan muchos que se reclute población obrera entre los canarios, fundándose en que la vida bajo el clima de Canarias puede estimarse como una preparación para vivir y trabajar en Guinea con mayores posibilidades de inmunidad (Beltrán y Rózpide, 1901, pp. 143-144).
Cuando pensamos que España después de tantos siglos de esfuerzos y sacrificios sus posesiones de África se reducen a las islas de Fernando Poo, de Canarias y los “Presidios”, y eso organizadas para el aislamiento, para la falta de relaciones más completa y absoluta, que más que otra cosa parecen un cordón sanitario colocado por nuestros Gobiernos para prohibirnos toda clase de contacto y de comercio amistoso con el continente (Bethencourt Alfonso, en ROA, 1985: 119).
Esta “nueva” África es producto del imaginario europeo colonial, que construyó al africano como objeto, situado eternamente en un plano temporal anterior a los alcances del conocimiento de la matriz eurocéntrica. El impacto de estas relaciones epistémicas desiguales impuestas por la razón colonial permanece hasta los días de hoy, señalando la persistencia de las relaciones e interpretaciones coloniales que limitan las lecturas acerca del Sur global, tanto a nivel epistémico (los “otros” no saben pensar, o si piensan, sus propuestas teóricas permanecen locales, pues no son tan sofisticadas), como a nivel ontológico (los “otros” no cuentan). Esta pérdida de auto referencia legítima no fue tan solo una pérdida gnoseológica, fue también, y en especial, una pérdida ontológica: saberes inferiores exclusivos de seres inferiores (Paula Meneses, 2016: 17).