La palabra «botánica» nos trae la imagen de una planta, así como el término «botánico» nos traslada a un jardín botánico o incluso al especialista que estudia los vegetales.
Si al pensar en una persona estudiosa de las plantas la imaginamos en el campo observando y recolectando plantas para su estudio o en el laboratorio estudiando detenidamente la planta con una lupa, estamos visualizando a un botánico taxónomo especializado en la identificación morfológica de las plantas. Aunque con aires de naturalista decimonónico, el trabajo de los taxónomos es la base de los estudios botánicos.
La botánica, al igual que otras ramas fundamentales de la biología, se apoya constantemente en otras disciplinas científicas: la fitoquímica, la ecología vegetal, la fitogenética, la fitogeografía… La tendencia actual es que la descripción de nuevas especies para la ciencia se apoye en un estudio genético básico que complemente al morfológico. Hasta que estas técnicas moleculares no se desarrollaron, el estudio del número de cromosomas era fundamental para este fin; incluso el análisis de los compuestos químicos que producen las plantas sirve para describir novedades científicas.
Las investigaciones sobre plantas no se centran únicamente en su descripción científica, sino que también se estudian desde un punto de vista práctico, por ejemplo en la gestión medioambiental y la conservación de las especies; para su uso por parte del ser humano como reservorios de compuestos químicos y fibras vegetales de interés para la farmacología y la industria; para su uso como materia prima en la construcción de objetos de madera (mobiliario, útiles de labranza, etc.); para la conservación y mejora de semillas en la agricultura; para ampliar el conocimiento histórico a través de la reconstrucción paleoecológica de una región o para descubrir los usos históricos de las plantas por parte de grupos étnicos actualmente desaparecidos, mediante el estudio de carbones y otros restos vegetales encontrados en yacimientos arqueológicos, como es el caso de los guanches en Canarias, y un largo etcétera.
A su vez, la botánica apoya a otras disciplinas como la antropología cuando se trata de comparar material vegetal antiguo y actual; a la geografía cuando se trata de estudiar la vegetación de un ambiente dado; a la historia cuando se analiza el manejo de los recursos vegetales de una región concreta a lo largo del tiempo.
Muchas de estas disciplinas se apoyan de manera bidireccional, en mayor o menor grado, en una herramienta fundamental para el estudio de las plantas, el herbario.
El herbario es una colección de plantas, algas, hongos y líquenes deshidratados, con datos referentes a su identidad, lugar y fecha de recolección, identidad del recolector y de la persona que identificó el material y otras observaciones de interés científico. Estas plantas, en sentido amplio, se conservan organizadas según considere el conservador responsable en el interior de una sala que también recibe el nombre de herbario. Los especímenes de un herbario permiten analizar las plantas de interés en cualquier momento, reconstruir la vegetación de una región y sus posibles cambios a lo largo del tiempo, ser comparadas con plantas frescas o muestras de plantas antiguas o sus partes, etc.
Además, el herbario da soporte a todas las disciplinas científicas que parten de cualquier organismo que estudie la botánica en sus investigaciones, al permitir conservar una muestra testigo de dichos experimentos, imprescindible para asegurar el cumplimiento del método científico.