La educación en la II República

LAS MISIONES PEDAGÓGICAS

Probablemente el más noble de los experimentos de la República fue el intento de llegar a la España rural a través de la cultura. El gobierno provisional republicano estaba decidido a cambiar de arriba abajo todo el país y para ello aprobó el Decreto de 29 de mayo de 1931 que creaba el Patronato de Misiones Pedagógicas.

Según Otero Urtaza “[…] las misiones Pedagógicas no fueron copiadas de un modelo extranjero, y la originalidad de su método no tiene prácticamente antecedentes […] Más que instruir en nada concreto, pretendieron divertir y hacer gozar a los campesinos con creaciones de su propia tradición, recitando romances, oyendo canciones, o viendo representacions de entremeses clásicos, al mismo tiempo que el cine, el gramófono y las pequeñas bibliotecas repartidas en las escuelas suscitaban un remolino de conocimientos y vivencias novedosas. Las Misiones no complementaban, ni sustituían las enseñanzas de la escuela. Eran simplemente una forma de educación diferente, para todas las edades, que no precisa planteamientos académicos […]”

Las misiones enlazaban con  la tradición institucionista de la extensión universitaria y con el espíritu pedagógico del regeneracionismo. Quizá las Misiones Pedagógicas no pasaron de ser publicidad cultural, pero eran sinceras políticamente y por ello revolucionarias, como señala Lozano Seijas. Para la derecha política de aquel momento el interés por la España real de las Misiones Pedagógicas era “propaganda pseudoreligiosa, mixtificación pedantesca […] Simulación, copia, falsificación […]” Sin embargo, “al cabo de 1934 las Misiones habían creado más de 5.000 bibliotecas en poblaciones de 50 a 200 vecinos; proyectado 400 películas, repartidos 2200 discos y, llevando el teatro al pueblo de la mano de Casona y Torner, los clásicos habían sido oídos por primera vez en la España recóndita.