Durante tres milenios, la civilización egipcia se mantuvo viva y en continua renovación. Las transformaciones tenían lugar conservando siempre su identidad Sin embargo, a fines del I milenio a.e., varias circunstancias provocaron una ruptura con su tradición. En 332 a.e., el ejército macedonio dirigido por Alejandro Magno conquistaba Egipto. Desde ese momento y bajo el dominio de la dinastía iniciada por el general Ptolomeo Lago, se introdujeron importantes cambios en la sociedad. Demo-gráficos, por el asentamiento continuo de varones –mercenarios licenciados– procedentes del Mediterráneo oriental. Culturales, por la entrada progresiva de costumbres helenas, que fueron creando una nueva cultura híbrida en la que las herencias autóctonas se fundieron con las clásicas. Lingüísticos, por la adopción del griego y su escritura en la administración del país, primero en paralelo a la lengua egipcia y la escritura demótica, y después sustituyéndolas a partir del dominio romano. Religiosos, por la aceptación de cultos helenísticos y, desde el siglo I, del cristianismo que se extendió con relativa rapidez. Cuando se editaron los decretos de condena del paganismo a mediados del siglo IV, los egipcios fieles a los cultos tradicionales estaban ya en minoría, relegados a la zona meridional del país.
Con la desaparición de los sacerdotes se perdió la capacidad de leer las escrituras que habían creado sus antepasados: jeroglífica, hierática y demótica. En el templo de Filae, sobre una isla en la frontera meridional del país, se han documentado las últimas palabras escritas con ellas. El conocimiento de la civilización egipcia antigua quedaba vedado, ante la imposibilidad de entender los miles de textos que cubrían los templos, las tumbas y los objetos inscritos que todavía se encontrasen en ellos.
Desde ese momento, sin la facultad de analizar los documentos en que los propios egipcios dejaron memoria de sí mismos, la única vía para acceder al pasado del Valle del Nilo fueron algunas obras que las culturas mediterráneas vecinas habían escrito sobre la región, textos que, estos sí, sobrevivieron a la desaparición de las sociedades antiguas: el Antiguo Testamento, obras de varios autores clásicos, tanto griegos como latinos, y de los Padres de la Iglesia. En todos los casos se trata de una mirada desde el exterior, con apriorismos culturales y religiosos, pero durante más de diez siglos fueron la única fuente que proporcionaba alguna información sobre el Egipto antiguo.