No siempre son necesarios sofisticados instrumentos para estudiar y disfrutar del cielo. Muchas veces son otras las claves, tales como estar en un lugar privilegiado o entender qué es lo que estamos viendo. Otros fenómenos luminosos que podemos observar en lugares privilegiados del planeta son el resultado de la interacción entre la luz que proviene del Universo (especialmente del Sol, nuestra estrella más cercana) y uno de los dos escudos que nos protegen de su violenta naturaleza: la atmósfera y el campo magnético terrestre.
LA LUZ ZODIACAL
Nuestro sistema planetario se formó hace 4.800 millones de años a partir de una nube de gas (principalmente hidrógeno y helio) y polvo (restos de otras estrellas) que colapsó por efecto de la gravedad. En el centro se formó nuestra estrella, el Sol, y de los restos que giraban en un disco a su alrededor se formaron los planetas. Aún hoy podemos ver la luz solar reflejada en los restos de materia que permanece flotando: la Luz Zodiacal. Se presenta como un resplandor tenue y difuso, que adopta forma triangular y que se extiende a lo largo del plano de la eclíptica, precisamente donde se encuentran las constelaciones del Zodíaco, de ahí su nombre. Al ser tan débil, esta luminosidad sólo es detectable desde lugares con muy baja contaminación lumínica y en noches sin Luna.
AIRGLOW
En este fenómeno luminoso, la energía de la luz solar almacenada en la atmósfera terrestre es emitida en forma de tenue luminiscencia verdosa, prácticamente invisible a simple vista y perceptible desde cualquier lugar del planeta, a diferencia de las auroras, que son más frecuentes a altas latitudes, y siempre que la calidad y oscuridad del cielo lo permitan. Esta luminosidad, como la del gegenschein (fenómeno físico en el que la luz solar es reflejada por el polvo interplanetario), nada tienen que ver con la contaminación lumínica, sino todo lo contrario, ya que para su observación se requieren cielos muy oscuros. Las nuevas técnicas de astrofotografía han facilitado su detección desde tierra, siendo en los últimos años un fenómeno codiciado y perseguido por muchos astrofotógrafos.
AURORAS
Sólo desde las regiones polares de nuestro planeta se observan las auroras, un fenómeno luminoso espectacular producido por la actividad solar, que aparece ante nuestros ojos como cortinas luminosas de tonalidades diversas y cambiantes. Se producen cuando partículas muy energéticas originadas en el Sol y cargadas eléctricamente alcanzan la atmósfera de la Tierra. La entrada de estas partículas está dirigida por el campo magnético terrestre y por ello solo pueden penetrar por el Polo Norte (auroras boreales) y por el Polo Sur (auroras australes).
EL ARCOÍRIS
La Luz es la suma de todos los tipos de radiación del espectro electromagnético (desde los rayos gamma hasta las ondas de radio). Cualquier objeto astronómico emite todo tipo de luz. Nosotros solo podemos ver la Luz visible. El Arcoíris es el resultado de la dispersión de la luz al pasar por las gotas de lluvia en sus diferentes colores gracias al fenómeno de la refracción. Esta misma técnica, basada en la descomposición y estudio detallado de cada color de la luz, es utilizada por los astrofísicos en la llamada “espectroscopía”. Gracias a ella podemos saber, por ejemplo, la composición química de la estrellas, a qué velocidad se expande el Universo o medir los campos magnéticos en el Sol.
RAYOS VERDE Y ROJO EN EL SOL
A veces es la propia atmósfera terrestre la que se comporta como un sistema óptico que es capaz de sacar los colores al mismísimo Sol. Este fenómeno se produce debido a un efecto de refracción de la luz del Sol en el que la atmósfera actúa como un prisma que separa la luz en colores. Los rayos de luz procedentes del Sol siguen trayectorias diferentes según su color. La refracción afecta más a la luz de alta frecuencia (verde/azul) que a la de baja frecuencia (roja/naranja). Por ese motivo, el Sol es dividido por la atmósfera en infinitas imágenes según sus colores, mostrándonos desde su imagen más verde en la parte superior a la más roja en la inferior.