Volcanes de Papel
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Volcanes escritos

El paisaje renaciente del volcán es la patria de los poetas y filósofos clásicos: las «ruinas étneas» de Virgilio, como las «vísceras de los montes» arrojadas con gemidos, son su demostración; allí residen las fraguas trabajadoras en las cavernas de la montaña, los hornos de los Cíclopes cuyos martillazos retumban en los grandes poemas de la Antigüedad. Hemos nacido al pensamiento con el estruendo sobre los yunques de los dioses, con el jadeo del fuego enterrado, con los calderos del vino griego que dieron su nombre a los cráteres.

Grabado de GUSTAVE DORÉ. En Dante Alighieri. Le Purgatoire, 1885.

 


Por contagio cultural, el volcán clásico reaparece en la literatura española repetidas veces, unas con sentido descriptivo y otras, las más, alegórico. Quevedo usó frecuentemente al Etna eruptivo como metáfora de sus amores:

 

Ostentas de prodigios coronado,
sepulcro fulminante, monte aleve,
las hazañas del fuego y de la nieve,
y el incendio en los yelos hospedado.

 

Nuestra cultura atlántica añadió, luego, sus propias lavas a las de Vulcano y se coronó de nieve como el Etna. El Teide es también objeto de metáforas donde hielo y fuego se combinan en poemas cultos. La consideración y configuración del territorio como islas-volcán, o volcán-islas, que tanto da, dota, sin embargo, a los volcanes de Canarias de miradas únicas que transcienden incluso a la poesía y que quedan reflejadas de modo espléndido en sus volcanes escritos.

 


De Piek-Bergh op het Eilant Tenerieto, [1676?].

 


Del mismo modo, la figura del volcán elevado sobre los mares y situado en los confines enlaza con mitos sustanciales de la historia de Occidente, entre ellos con las islas paradisíacas y con la ubicación legendaria del infierno, del purgatorio y del paraíso. Así, la figura del Teide se asimila al lugar terrenal de ascensión por los tres mundos de La Divina Comedia de Dante.