El secreto del cigarral. Reymala Teatro

El teatro como fuente de entretenimiento ha sido una de las bazas para su existencia y resistencia en los peores momentos. Más allá de los valores que las representaciones tienen desde el punto de vista de transmisión cultural, formación o divulgación muchos nos acercamos a un teatro para, y no es poco, divertirnos, para caer de lleno en la trampa y el artificio de unos actores y actrices, que llevan a un escenario una historia ajena de la que terminamos siendo parte e, incluso, protagonistas. En esta ocasión, están ustedes ante una propuesta que cumple a la perfección con ese cometido, aunque como en toda comedia, tras el telón que la envuelve, hay mucho más si están dispuestos a descubrirlo.

El secreto del Cigarral es puro divertimento, puro gozo para los sentidos porque, si ya siendo una representación bajo los arquetipos de la Comedia del Arte supone todo un estímulo para acudir a su puesta en escena, el texto ideado por Diego Batista y Miguel Ángel Batista nos propone cantar, bailar, viajar al Siglo de Oro, convertirnos en rimadores, conocer enredos y planes imposibles y, sobre todo, sacarnos una casi perenne sonrisa a lo largo del espectáculo.

La única presencia de dos actores también le da el toque de vodevil que impregna a la propia Comedia del Arte, pero a un ritmo endiablado que no permite al espectador coger resuello y que sitúa a El secreto del Cigarral en la alta comedia de enredo, pero con Pantalone, Chanfalla, Rinconete, Colombina o el Dottore de protagonistas llenos de ingenio y palabrería.

Y he aquí otra enorme virtud de este proyecto. Su vocación por sacarle el jugo al lenguaje, a los enrevesados vericuetos de nuestro idioma, donde el equívoco, la metáfora, el doble o triple sentido de un adjetivo o la sinonimia forman parte del entramado lingüístico de la obra. Y más allá de la apropiación de textos clásicos o la reescritura de otros, El secreto del Cigarral muestra una amplia gama de juegos de palabras, de, otra vez, divertimento retórico que hace que el espectador vea brillar sobre las tablas a nuestro idioma.

Ante estas virtudes, el argumento es lo de menos, pero déjense llevar, participen del juego, diviértanse con el ritmo trepidante que nos propone Reymala en una aventura que, a buen seguro, hará que sigan acudiendo al teatro, ese espacio de trinchera que sigue en pie pase lo que pase; y son tiempos en los que pasan muchas cosas.