Hace unos años, un anuncio consiguió hacerse viral al mostrar la euforia de un niño al recibir un palo como regalo. Sí, así es, un simple palo. El niño, entusiasmado, gritaba: “¡¡¡un palo!!!’’ una y otra vez, una frase que estuvo entre las bromas de la gente durante muchos meses después.
Si hoy ese niño supiera lo que Antonio Darwich consiguió estos dos últimos cursos académicos con un palo, también ‘fliparía’. A este profesor, que imparte clases en el grado en Maestro de Educación Primaria, se le encendieron todas las alarmas cuando detectó el desinterés por la ciencia entre algunos de los estudiantes. Fue en este momento cuando decidió cambiar eso de “la ciencia es un palo” a “hacer ciencia con un palo”, de ahí el nombre del proyecto “ciencia, ¡vaya palo!”.
Desarrollado en la asignatura “Recursos en la didáctica de las ciencias”, perteneciente al primer cuatrimestre del tercer curso y una de las más densas del grado, el plan tuvo como punto de arranque un cuestionario realizado al alumnado. A través de las respuestas, Darwich comprobó que el origen de esta apatía por los contenidos científicos era, en la mayoría de los casos, una mala experiencia en el aprendizaje de los mismos antes de entrar en la Universidad.