Víctor García Tagua
Universidad de La Laguna
Canarias ha tenido tradicionalmente, desde la conquista por parte de los castellanos hace unos 600 años, una población estable de dromedarios que se ha conocido como tachos y que actualmente conforman una raza autóctona reconocida por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Aunque siempre se les ha llamado camellos, los dromedarios tienen una única joroba, mientras que los camellos poseen dos. Estos dromedarios se adaptaron a tierras canarias adquiriendo un aspecto más compacto, con las patas más cortas y el pecho más ancho, diferenciándose de sus parientes africanos, llamados moros, más ligeros y con las patas más largas. El camello canario se mantiene sin mezcla genética desde hace unos 40 años al no poder importarse dromedarios africanos por motivos sanitarios, por lo que la raza permanece pura desde entonces, manteniendo su diversidad genética.
Debido a la dureza del terreno y su aridez, se llevaron primero a Fuerteventura y Lanzarote como animal de carga y de utilidad en las tareas agrícolas, extendiéndose posteriormente por el resto de islas. Actualmente su número es de unos 1.000 y se utilizan como reclamo turístico para paseos, sobre todo en las islas más orientales, donde se concentra gran parte de la población. Se está estudiando el uso de su leche por sus propiedades nutritivas y con menos alérgenos, pero en su sangre guardan un secreto que puede revolucionar el mundo de la biomedicina.
Todos los vertebrados tenemos un sistema inmunitario que nos protege de agresiones externas (virus, bacterias, parásitos…) o internas (células cancerosas) reconociéndolos como dañinos y atacándolos hasta erradicarlos. Parte de este sistema de defensa son los linfocitos que producen los anticuerpos, pequeñas moléculas que identifican y neutralizan elementos reconocidos como extraños llamados antígenos. Estos anticuerpos están formados por dos “piezas” moleculares, la cadena pesada y la ligera, de menor tamaño. Dos cadenas pesadas se unen a dos cadenas ligeras, cada una a un lado. Son estas las que reconocerán al “enemigo” (el antígeno) mediante una región variable que es distinta según lo que reconozcan.
Pues bien, los camélidos (camellos, dromedarios, llamas y similares que viven en Sudamérica) al igual que ocurre en tiburones, tienen otro tipo de anticuerpos en su sangre, los minianticuerpos. Como su nombre indica son menores (hasta 10 veces más pequeños) al carecer de las cadenas ligeras. A partir de estos minianticuerpos se pueden sintetizar nano-anticuerpos, de tamaño mucho más pequeño, compuestos únicamente por la región variable. Estas versiones son mucho más versátiles, estables y resistentes a pH y al calor pero poseen la misma afinidad por el antígeno. All ser tan pequeños pueden llegar a recovecos de las moléculas que no reconocen los anticuerpos de mayor tamaño, aumentando así su efectividad.
Ya existen diversas aplicaciones de estos mini- y nanoanticuerpos en el campo de la biomedicina y biotecnología para el desarrollo de biosensores o para el diagnóstico y tratamiento de varias enfermedades, por las ventajas que tienen de cara a su fabricación, manejo, administración y coste. De hecho, se han desarrollado en el último año varios tratamientos contra el coronavirus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, basados en estas moléculas obtenidas en camélidos.
En mi caso, trabajo con una proteína llamada Klotho. Se trata de una proteína antienvejecimiento con diversas funciones antioxidantes, antiinflamatorias, anticancerígena, protectora frente a la aterosclerosis y enfermedades neurodegenerativas y reguladoras de los niveles de fósforo en sangre, entre otras. Se le puso este nombre al gen en honor a Clotho, una de las moiras o parcas de la mitología griega que presidían el destino del hombre. Clotho se encargaba de hilar las hebras de la vida con su rueca, mientras sus hermanas Láquesis y Átropos medían la longitud del hilo y lo cortaban, respectivamente.
Klotho se produce sobre todo en el riñón y sus niveles disminuyen conforme envejecemos, llegando a sus niveles más bajos en personas ancianas, enfermos renales crónicos o con problemas cardiovasculares, como la aterosclerosis. Estamos desarrollando un sistema con el que poder generar en camellos canarios una mini- y nanoanticuerpos que nos permitan detectar la proteína Klotho y sus diferentes formas en tejidos o muestras de sangre u orina que permitan prevenir enfermedades renales y cardiovasculares, las principales causas de muerte en la población. Pero lo mejor de todo esto es que no sólo podremos tener anticuerpos contra Klotho, sino que desarrollar este método en las islas Canarias puede proporcionarnos herramientas para el diagnóstico de otras enfermedades ya que se puede utilizar y generar mini- y nanoanticuerpos contra casi cualquier molécula que queramos y colocar a nuestra región en la vanguardia de la investigación biomédica.
Los dromedarios llegaron a las islas para ayudarnos en el campo y puede que al final, nos ayuden a curarnos.