FECHA: 20/12/2019
AUTOR HORACIO A. BARBERILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO PUERTA
Departamento de Psicología CognitivaUniversidad de La LagunaGrupo de investigación en Neurociencia Cognitiva
La lectura tiene un papel central en nuestras vidas. Adquirimos gran parte de nuestros conocimientos gracias a ella; la utilizamos cuando devoramos apasionadamente un libro y cuando nos enfrentamos a un árido documento burocrático, pero también cuando navegamos por Internet o cuando elegimos productos en el supermercado.
La visión forma parte del lenguaje hablado por medio de lo que se conoce como integración multisensorial: cuando hablamos directamente con otra persona, no sólo descodificamos los sonidos que emite, sino que procesamos sus gestos y expresiones y, especialmente, los movimientos de su boca. Y es que la comprensión de los signos precede a la del lenguaje en nuestro desarrollo (y posiblemente también a nivel evolutivo), lo que explica por qué las personas que nacen sordas aprenden con tanta naturalidad las lenguas de signos.
Sin embargo, al leer usamos el sistema visual como vía principal de entrada a nuestro sistema de lenguaje. Por eso, la visión en la lectura posee características especiales; utilizamos la escritura para recibir mensajes en ausencia de un emisor. Cuando leemos un texto, podemos elegir el momento y el lugar para su lectura, podemos hacerlo en presencia de otros o en la más absoluta intimidad, de forma rápida y superficial o pausada y meditativa, y podemos releer lo leído todas las veces que queramos. En términos de procesamiento de información, esto marca una gran diferencia en relación a lo que conocemos como los mecanismos de control y atención. Frente a la comprensión del lenguaje hablado, que está guiada principalmente por eventos externos, la lectura requiere más “control interno”. Por eso la lectura se basa en una compleja coordinación entre los mecanismos de atención viso-espacial y el control de los movimientos de los ojos.Nuestro grupo de investigación en la ULL estudia cómo es el funcionamiento del sistema visual en tareas de lectura. Para ello partimos de las características anatómicas y fisiológicas del sistema visual, que nos permiten entender cómo los mecanismos de la atención modulan la percepción visual cuando leemos. Por ejemplo, aunque nuestros receptores en la retina se distribuyen de manera similar ambos lados, derecho e izquierdo, de nuestro campo visual, cuando leemos de izquierda a derecha (como en español) percibimos más información del lado derecho que del izquierdo. Esto se debe a que, de forma automática, nuestro cerebro adopta un “modo de funcionamiento” específico, en el que se da prioridad a parte del campo visual para facilitar la tarea. El cerebro consigue hacerlo gracias a la regulación que ejercen una serie de redes atencionales localizadas en los lóbulos frontales y parietales sobre la corteza visual (localizada en el polo posterior del cerebro). En nuestros estudios registramos los movimiento oculares (eye-tracking) junto con la actividad eléctrica del cerebro (electroencefalograma), lo que nos permite obtener descripciones precisas de los movimientos de los ojos mientras se lee, al tiempo que analizamos los cambios en la actividad cerebral al milisegundo. Esta información, junto con la que obtenemos por medio de técnicas de neuroimagen, especialmente la Resonancia Magnética Funcional, nos permite determinar las estructuras cerebrales implicadas en estos procesos. De esa forma hemos comprobado que es mayor el consumo energético en zonas de la corteza visual primaria cuando realizamos tareas de lectura distintas de las habituales; actividad que se correlaciona con la de las estructuras de control atencional antes mencionadas, lo que muestra la flexibilidad del procesamiento visual, incluso en sus primeros momentos.
El conocimiento de los factores implicados en la lectura, tanto a nivel fisiológico como de procesamiento de información, tiene importantes implicaciones prácticas. Permitirá desarrollar métodos más eficaces de enseñanza de la lectura y de intervención en casos de problemas relacionados con ella, como las dislexias, y mejorar las interfaces hombre-máquina. Además, estos estudios son relevantes para entender el funcionamiento del cerebro. La lectura es un excelente modelo para el estudio de la plasticidad y la reorganización cerebral. Puesto que se trata de una herramienta cultural desarrollada por nuestra especie muy recientemente, nuestro hardware no viene pre-cableado para esta función; se trata de una habilidad que adquirimos con esfuerzo y entrenamiento. Lo interesante aquí es que, como resultado final, nos encontramos con estructuras cerebrales altamente especializadas en esta tarea. Es el caso de la zona situada en la parte posterior del hemisferio izquierdo y conocida como “Área del Reconocimiento Visual de las Palabras”, crítica para el reconocimiento de las letras y que funciona como puente entre el sistema visual y la representación de los sonidos del lenguaje. Antes de que aprendamos a leer (o en los adultos analfabetos) esta zona se encarga del reconocimiento de caras, pero a medida que adquirimos la habilidad de leer, el procesamiento de las caras se concentra en el hemisferio derecho y esta zona se especializa en la lectura. Se trata por tanto de un bonito ejemplo de lo que podemos denominar “reciclaje de funciones” y una excelente ilustración de lo plástico y moldeable que es el cerebro. En nuestros estudios hemos comprobado también que la percepción de letras en esta zona depende de otros procesos mentales más complejos, como las expectativas que vamos construyendo a medida que leemos un texto; expectativas que se basan en nuestros conocimientos previos y en nuestra interpretación del contexto en el que nos llega la información escrita.
En definitiva, el estudio de los mecanismos implicados en la lectura nos permite apreciar la plasticidad, capacidad de adaptación, dinamismo y extrema flexibilidad de nuestro cerebro.
“Antes de que aprendamos a leer (o en los adultos analfabetos) esta zona se encarga del reconocimiento de caras, pero a medida que adquirimos la habilidad de leer, el procesamiento de las caras se concentra en el hemisferio derecho y esta zona se especializa en la lectura.”