3 investigadoras, vivencias y mujeres.

FECHA: 27/03/2019

REDACCIÓN: JUANJO MARTÍN

Para esta edición de Hipótesis, dedicada monográficamente al papel de la mujer en la Ciencia, quisimos dialogar con tres investigadoras de la Universidad de La Laguna que están en tres momentos diferentes de su carrera. Para ello organizamos un encuentro entre una estudiante de doctorado, una profesora y una catedrática de la Universidad de La Laguna para que dialogaran sobre sus experiencias vitales y profesionales. Tres edades, tres carreras, tres trayectorias y una pasión: la investigación. El Laboratorio de Fonética, situado Sección de Filología de la Facultad de Humanidades, fue el lugar elegido para este encuentro:

Lo primero que quisimos saber es cómo fue el camino que les llevó a la investigación, si era algo que tenían claro desde niñas, la consecución de una vocación o fue una decisión que tomaron una vez que entraron en la universidad.

Fátima rompe el hielo y confiesa su vocación. “Ya en los primeros cursos del instituto comencé a hacer proyectos de investigación, era una persona muy curiosa y tenia un profesor que estimulaba estas inquietudes. Esto me llevó a estudiar Biología y luego iniciarme en la investigación.

Rosa también lo tenía claro desde pequeña, aunque confiesa que no sabía como llamar a ese trabajo que anhelaba desde la infancia. “Cuando era pequeña no tenía referentes, los tenías que buscar en la tele. A mí siempre me llamó mucho la atención la Genética, me encantaban los experimentos de Mendel. Por otro lado, me atraía mucho la Arqueología, al final he logrado dedicarme a mis dos pasiones”.

Josefa se presenta en primer lugar como una persona inquieta, algo que le acompaña desde que nació. “Lo que yo tenía claro es que no quería ser ni maestra ni profesora de instituto, yo lo que quería ser era profesora de universidad, pero no serlo por serlo. Yo siempre he defendido que la universidad no la concibo solo como un centro de docencia, debe ser un centro de docencia e investigación, y si me das a elegir primero de investigación y después, como consecuencia, la docencia. La decisión sobre el campo llegó después; me gustaba la Astronomía pero una serie de circunstancias me fueron llevando a la Lingüística.

Quisimos escuchar sus opiniones sobre algunos datos que hablan de las tendencias que se observan en las mujeres a la hora de optar por unos estudios u otros. “Algo más del 80% de las personas que se matriculan en carreras relacionadas con los ámbitos textil, de imagen personal, la sanidad y los servicios socioculturales son mujeres, mientras que el 90 % del alumnado de mantenimiento de vehículos, servicios producción, mecánica, ingeniería, madera, electricidad y electrónica son hombres”. ¿Qué opinan de esto?

Josefa aporta otro dato. “En Filología la mayoría son mujeres, pero con distancia. Yo creo que es algo tradicional enfocar a los niños hacia un tipo de estudios y a las niñas hacia otro tipo, es cierto que eso se ha perdido un poco en los últimos años, pero aún vemos esas exigencias de la sociedad”.

Fátima, la más joven de las tres, habla de la importancia de los estereotipos sociales. “Aún hay estereotipos muy presentes en la sociedad y todavía no todos entienden que las mujeres quieran estudiar carreras científicas o técnicas. Hay quien piensa que la mujer debe ser enfermera y el hombre médico. Creo que siguen pesando estos roles, que por supuesto hay que superar.

Los estudiosos de estos temas hablan de “incapacidad adquirida”, algo así como el autoconvencimiento de que tu no vales para algo. ¿Influye? ¿Alguien les afeó su decisión?

Rosa esboza un tímido sí y explica. “No es porque sea mujer, en mi época estudiar Biología era un suicidio laboral; cuando hablé con mis padres y les conté mis deseos no les hizo mucha gracia. Ellos esperaban que con mis notas fuera médica. Están, por un lado, las carreras que yo llamo de los utópicos y por otras las de las personas prácticas”.

Josefa añade: “Hoy en día, eso de que las mujeres tienen que estudiar una cosa y los hombres otra ya no lo admiten ni los propios jóvenes. Creo que hay una imposición de la sociedad que te va llevando y reconduciendo. Las modas, los referentes y lo que tengas a tu alrededor influye en que acabes en un lugar u otro. Lo que no quiero es aceptar que a la mujer se le discrimina. En la universidad yo gano lo mismo o más que un hombre, porque esto se valora en función de lo que tengo y he hecho; no ocurre lo mismo en la empresa privada donde sí que existe una clara discriminación entre hombres y mujeres.

Sacamos el concepto del techo de cristal y exponemos a las investigadoras otro dato “En España, casi 9 de cada 10 cátedras universitarias están ocupadas por hombres”.

Rosa intenta una explicación a este dato abrumador. “Yo estoy en una edad en la que mis compañeros comienzan a tener hijos y observo que todos los complementos que permiten que tu sueldo y condiciones mejoren son incompatibles con criar a un hijo. Cuando estás cansada y duermes mal, rindes menos; esto hace que publiques menos, que no seas tan competitiva. Conozco casos de parejas de investigadores que cuando llegaba el primer hijo la mujer sacrificaba su investigación para que el marido pudiera continuar con la suya, pero nunca vi lo contrario.

Josefa toma la palabra con ímpetu. “Quiero decir que muchas veces somos las mujeres las que tenemos la culpa de esto. ¿Por qué digo esto? Yo soy más veterana que ustedes y por lo tanto, debería quejarme más de esto. Pero yo tengo claro una cosa, nos tenemos que negar a ser víctimas. Yo tengo dos hijos y nunca me sometí a dejar mi carrera, ni por los hijos ni por nadie. Si el niño llora somos dos. Yo comencé mi carrera profesional al mismo tiempo que mi marido y ahora yo soy catedrática y él no. Hemos cuidado de los hijos los dos, uno no tiene más responsabilidad que el otro. Ha habido épocas en las que la mujer estaba sometida, pero hoy en día no se puede aceptar que la mujer renuncie a su carrera para que su marido sea catedrático”.

Rosa recuerda una experiencia cuando realizaba una estancia posdoctoral en Estados Unidos. “Cuando hablamos de que mi pareja fuera a los EE.UU. muchos mostraban su sorpresa ante el hecho de que aceptara que él dejara su trabajo para irse conmigo, les parecía egoísta. Sin embargo, cuando yo me planteé dejar lo mío para ir donde estaba él a la gente le pareció bien, y además, decían que podría aprovechar para tener hijos. En ocasiones me siento presionada en ese sentido, tú tienes que ser investigadora al 100% pero luego también tienes que ser una madre al 100%”.

¿Y estos roles se perpetúan? ¿Cómo ven a los jóvenes ahora?

Fátima: “En mi ámbito nunca han existido. Siento que se están eliminando gradualmente y que la sociedad tiende a ser más igualitaria y a predicar con el ejemplo. Se mueve hacia una igualdad que es necesaria, en la investigación como en cualquier otro ámbito: las políticas desarrolladas en este sentido y la educación en igualdad están dando frutos”.

Josefa reconoce que existen excepciones. “Yo tengo compañeros que están casi las 24 horas aquí y que tienen a su mujer en su casa cuidando a sus hijos. Pero yo más que echarle la culpa a él se la echo a ella, yo no aceptaría eso. Esa debería ser la verdadera reivindicación de la mujer: yo no acepto eso. Hay mujeres que asumen ese rol y yo no entiendo. La elevada proporción de hombres catedráticos vienen de ahí, de esas maldades del pasado, somos herederos de esto”.

La idea era mantener una conversación de unos 20 minutos. Al mirar la grabadora ya íbamos por 50 y el debate seguía. En realidad no acabó cuando nos fuimos. Fátima, Rosa y Josefa continuaron hablando y debatiendo en el Campus de Guajara sobre un tema que, como esta entrevista, no tiene fin.