La invasión de los contaminantes

FECHA: 29/07/2018

AUTOR JUANJO MARTÍN
FOTOGRAFÍA MIGUEL VENTURA


En los últimos años ha desembarcado en nuestra sociedad un nuevo miedo irracional. A la fobia al Wifi o las antenas móviles se suma el miedo a la Química. No es difícil encontrar en el lineal del supermercado productos que se anuncian como “libres de químicos” o “sin química”. Esto nos puede hacer llevar a pensar que un alimento “sin químicos” es más natural y, por tanto, mejor y más sano. Sin embargo, ¿se imaginan una ensalada libre de moléculas? Estas afirmaciones demuestran un profundo desconocimiento (¿interesado?) de lo que realmente es la Química al asimilarla directa o indirectamente a la toxicidad, y el daño para la salud.

La realidad es muy distinta. La Química y los profesionales que la practican son unos poderosos aliados en la lucha por conseguir un medio ambiente saludable. Uno de los campos en los que sus contribuciones son de enorme valor es en la identificación de productos o sustancias contaminantes. En este sentido han identificado una nueva categoría de los mismos a los que denominan Emergentes.

La doctora Verónica Pino, investigadora del Grupo de Química Analítica, Agroalimentaria y Medioambiental de la Universidad de La Laguna lleva muchos años estudiando estos contaminantes que a pesar de su nombre no son nuevos para la ciencia. “El término emergente no hace referencia a que son sustancias nuevas, desconocidas hasta hace poco. De hecho, llevan con nosotros más de cien años. Pero, si bien es cierto que venimos monitorizando contaminantes ambientales como son los derivados del petróleo, hasta hace poco no se había hecho un seguimiento de esos otros contaminantes que llamamos emergentes, pero no porque no estuvieran ahí, simplemente porque se desconocían los efectos nocivos que estos podían causar al Medio Ambiente”. El término “emergente” hace pues referencia al hecho de la atribución de efectos sobre nuestra salud a sustancias que ya estaban presentes en nuestro medio desde hace décadas.

Medicamentos, drogas o productos de limpieza son algunas de las sustancias que están revelando efectos en el Medio Ambiente desconocidos hasta fecha. Efectos que, en algunos casos, son preocupantes por su elevada toxicidad. Un ejemplo claro lo encontramos en los medicamentos. Cuando tomamos un antiinflamatorio o un antibiótico, éstos no son asimilados en su totalidad por nuestro organismo; gran parte de la sustancia activa es expulsada a través de la orina o las heces. Éstas al final acaban en la depuradora que, sin embargo, no es capaz de degradarlos y que, por tanto, terminan en el mar o en los ríos. Resultado: mares llenos de medicamentos donde nos bañamos y del que nos alimentamos. “Aunque prestamos atención a todos los medicamentos que acaban en el Medio Ambiente, nos preocupan mucho los disruptores endocrinos, aquellos que imitan o bloquean la acción de las hormonas en nuestro organismo. Hablamos de píldoras anticonceptivas u hormonas de crecimiento”. Algunas investigaciones apuntan a que detrás de la creciente esterilidad de la población está el efecto de estas hormonas de “vida libre”.

Reconoce la investigadora que las depuradoras no tienen capacidad para tratar la cantidad de sustancias que llegan a las mismas y que nunca deberían llegar al mar. “Imaginen las toneladas de cremas solares, cosméticos, medicamentos, jabones, champús o detergentes que cada día tiene que tratar una depuradora, es imposible, gran parte acaba en el mar, y eso cuando hay depuradora”.

En las islas estos vertidos son arrastrados por las corrientes marinas que ayudan a diluir las sustancias, razón por la que nuestra exposición a las mismas no es tan intensa como la que se sufre en grandes ciudades continentales en donde las aguas tratadas se vierten a los ríos. “En Londres han realizado estudios de las aguas del Támesis; en ellas han encontrado no solo antibióticos y hormonas, sino restos de muchas drogas de consumo. Se han encontrado en cantidades fácilmente detectables, lo que es un problema grave de salud para la población”. Pero estos resultados no son exclusivos de Londres. Un estudio, realizado por el Instituto de Investigación Farmacológica Mario Negri de Milán determinó, en 2005, que el cauce del río Po (Italia) llevaba, diariamente, el equivalente a cuatro kilos de cocaína. España tampoco se libra de este problema. Recientemente, una investigación realizada en la Universidad Rey Juan Carlos, encontró en el río Manzanares (Madrid) altas concentraciones de cocaína, anfetaminas y ansiolíticos.

Los efectos de estos contaminantes

Según la Dra. Pino, numerosos estudios demuestran los efectos nocivos de estas sustancias en la biología de los animales. “Se han descrito cambios de sexo en peces o problemas de fertilidad, sobre todo en lagos y ríos con vertidos incontrolados de estas sustancias. El problema no es la sustancia en sí, aclara, es su concentración. Todo puede ser malo, hasta el agua, por lo tanto, el riesgo no está en el contacto con un contaminante de manera puntual, los problemas llegan con la cantidad y la frecuencia”.

Pero, ¿podemos aislarnos y vivir sin entrar en contacto con estas sustancias? La respuesta es que no es fácil. Se requiere realizar controles exhaustivos que permitan conocer la situación e informar a la población. Y tan importante o más que esto, es aludir a la responsabilidad en relación al cuidado del medio ambiente como consumidores, moderar el consumo de sustancias detergentes, reciclar, consumir solo los medicamentos que nos recete el médico y de acuerdo con la prescripción que recibamos y depositar los sobrantes en nuestra farmacia más cercana, son algunas de las buenas prácticas que como consumidores responsables está en nuestra mano hacer para limitar la presencia y los efectos nocivos de estos contaminantes emergentes.