FECHA: 30/10/20
Alberto González Rodríguez/
Estudiante de Doctorado/
Universidad de La Laguna/
Generalmente cuando se habla de la historia de Canarias se hace sobre sus aborígenes, su forma de vida, su sociedad y sus momias. Se estudia su conquista por los castellanos durante el siglo XIV o de sus numerosos asedios por piratas y corsarios. No obstante, hablar solo de eso sería quedarse corto porque existe una historia que muchos, por desgracia, desconocen. Un tiempo que comienza cuando las islas aún no habían emergido del océano y llega hasta nuestros días, la historia de sus fósiles.
Fósiles. Inevitablemente nos vienen a la cabeza numerosos ejemplos cuando pensamos en ellos, todos probablemente relacionados con uno de sus grupos más representativos y recurridos en el cine o la televisión, los dinosaurios. Sin embargo, dada la edad y el origen de las islas, hablar de huesos o huevos de estos animales sería un completo disparate. Pero la naturaleza es caprichosa en ocasiones, y en las islas sí tenemos restos de organismos que convivieron con estos increíbles animales.
En el complejo basal de la isla de Fuerteventura, enterrados en capas de finos sedimentos compactados y cementados por el paso del tiempo, han aparecido restos de ammonoideos del Jurásico (hace más de 145 millones de años). Estos animales son cefalópodos y se encuentran dentro del numeroso grupo de los moluscos, donde podemos encontrar por ejemplo a los bivalvos o los caracoles entre otros, y que desaparecieron junto con los dinosaurios.
Los organismos protistas que suelen vivir en el plancton o en los sedimentos marinos, como los foraminíferos, también los localizamos en el registro fósil de Canarias y son importantes bioindicadores de factores como la temperatura, la salinidad, el oxígeno o la turbidez. Por lo tanto, su presencia sirve de gran ayuda a la paleontología para poder interpretar paleoecosistemas y establecer cómo eran las condiciones de los océanos hace miles o millones de años.
Se han extraído dientes de Megalodón (Carcharodon megalodon) y restos de sirenios, grupo de animales entre los que encontramos los dugongos, en el Banco de la Concepción al norte de Lanzarote. Han aparecido grandes erizos de mar y corales de más de 5 millones de años. Numerosos caracoles marinos y bivalvos de múltiples formas y tamaños, desde los pocos milímetros hasta los casi 30 centímetros, además restos de peces y cangrejos extintos actualmente. Estos son algunos de los numerosos ejemplos de diversidad marina del archipiélago.
En cuanto a la diversidad terrestre, hay restos de lagartos gigantes (Gallotia goliath) de más de 1 metro de largo que habitaron las islas de Tenerife y La Gomera. También se han descubierto restos de tortugas gigantes (Geochelone burchardi y Geochelone vulcanica) muy similares en apariencia con las actuales tortugas de las Galápagos y que vivieron en las islas de Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote. Las ratas gigantes (Canariomys bravoi y Canariomys tamarani) son un ejemplo de los primeros mamíferos que habitaron también las islas de Tenerife y Gran Canaria. Las aves son otro buen ejemplo de fósiles en las islas, tanto huesos como huevos, que pertenecen a especies ya extintas como es el caso de la pardela canaria de las dunas (Puffinus holeae) o restos de huevos de ratites, grupo donde se clasifican los avestruces, que han aparecido en Órzola al norte de Lanzarote. Aunque, los más numerosos son sin duda los restos de invertebrados como los caracoles o las trazas fósiles de insectos que se distribuyen prácticamente por todas las islas. Y, por supuesto, el registro vegetal también es extenso llegando a conservarse improntas de hojas, raíces y tallos de antiguas especies de palmeras, pinos o dragos…
En resumen, la diversidad fósil de las islas es muy rica e interesante desde el punto de vista científico. La pregunta que toca hacerse ahora es ¿tienen interés estos fósiles? Podríamos pensar que simplemente sirven para exponerlos en un museo o verlos en un yacimiento, pero entonces estaríamos olvidando una parte importante de nuestra historia. Los fósiles son los testimonios de un pasado reciente o más antiguo, que en muchas ocasiones no tiene comparación a cómo es el planeta actualmente y en este sentido esos restos pueden servirnos como herramienta para interpretar y predecir cómo podría ser el futuro.
Actualmente nos encontramos en un proceso de calentamiento a nivel planetario, algo que no es raro ya que la Tierra ha sufrido múltiples variaciones drásticas de temperatura a lo largo de millones de años. Sin embargo, el ritmo al que este fenómeno se está produciendo en las últimas décadas, a consecuencia de la acción humana, está provocando alteraciones y cambios a nivel global en los ecosistemas que, más tarde o temprano, nos afectarán directamente más de lo que ya está ocurriendo actualmente. Poder predecir qué pasará en los próximos 50 o 100 años puede ser vital para tomar medidas que puedan reducir el impacto de este problema.
El estudio de los fósiles y sus ecosistemas puede ayudarnos a determinar las condiciones climáticas en las que vivieron esos organismos como la temperatura, la salinidad o el nivel del mar. Gran parte de la fauna que aparece en el registro fósil de Canarias, por ejemplo, corresponde a un clima mucho más cálido y con características diferentes a lo que encontramos actualmente. Por tanto, promover la inversión para la investigación del patrimonio fósil puede significar adquirir nuevos conocimientos con los que hacer frente a problemas globales como el cambio climático y poder encontrar soluciones efectivas y eficaces.
Y, por último, no debemos olvidar que los fósiles son también parte de nuestro legado y la protección de su valor e información para que se transmita a las generaciones futuras es tan importante como preservar los grandes monumentos construidos por la humanidad. Por lo que divulgar para que se conozcan y valoren más los fósiles se convierte en una tarea muy necesaria no solo de los científicos sino de todos nosotros.