La plaga que llegó en una maleta desde Venezuela

FECHA: 20/12/2019

AUTOR JUANJO MARTÍN

ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO PUERTA

No hace mucho que el área de frutas del supermercado era similar a la zona destinada a las pastas o arroces: ocupaban un espacio discreto en el que, junto con a las frutas de siempre, encontramos las verduras de temporada y poco más. Sin embargo, ahora las fruterías de las grandes superficies se asemejan más a MercaMadrid que a una sección de un local de barrio. Decenas de metros cuadrados para la muestra y venta de todo tipo de verduras y frutas, ensaladas preparadas, hierbas aromáticas, especias, hortalizas y un larga lista de productos exóticos. Cinco variedades de manzanas, tres tipos de naranjas, dos de kiwis, tres de peras, seis de papas, dos de batatas, cuatro tipos de lechugas y tres de col, cuatro de tomates. Aguacates, pimientos de colores diversos, cebollas, pepinos, zanahorias, piñas, champiñones, algas, setas, coliflor, calabaza, calabacín, etc. Y esto ¡todo el año!

Aunque los supermercados vendan estos productos todo el año, la naturaleza nos provee de ellos por temporadas: en enero naranjas clementinas, limón o habas. En febrero espárragos y acelgas roja, etc. Entonces, ¿cómo se abastece el mercado de todo, todo el año? Pues muy sencillo, guardándolas en cámaras frigoríficas para ralentizar su maduración o importándolas de lugares lejanos, en donde las estaciones son otras.

Esta última característica es la que ha cambiado en los últimos años. Decenas de miles de contenedores llegan a nuestros puertos cargados de productos vegetales procedentes de los más lejanos países; imaginen miles de cajas y palés donde, evidentemente, se cuelan polizones indeseados.

O algo más cotidiano, miles de pasajeros que llegan cada día al aeropuerto transportando entre sus equipajes frutas, plantas de recuerdo o insectos polizones. Hablamos de las plagas.

Canarias, con una alta concentración de especies endémicas, es un territorio muy vulnerable a la llegada de especies exóticas potencialmente invasoras. Podemos citar dos casos de invasiones con finales muy distintos.

El Picudo Rojo

Nuestro picudo amigo, Rhynchophorus ferrugineus, puso en jaque a las autoridades sanitarias canarias cuando en septiembre de 2005 se notificó la aparición de la primera palmera afectada. Este coleóptero originario del Sureste Asiático, llegó a las islas entre unas palmeras destinadas a la ornamentación de un jardín, pero no tardó en incluir a la Palmera Canaria en su menú. Cuando se veían los síntomas de la infección parasitaria en la palmera ya era demasiado tarde; el picudo ya había penetrado en la planta y su muerte era inminente. Así perecieron miles de palmeras canarias, algunas de ellas emblemáticas y símbolos naturales de muchos pueblos.

¿Qué hacer? Se optó por contar por lo sano, se decidió talar todas las palmeras enfermas e incluso las sospechosas de estarlo. De esta manera tan radical se pudo erradicar el Picudo Rojo de las islas. Ahora las islas son una zona libre de esta plaga.

La Polilla Guatemalteca


De esta historia no esperen un final feliz. Fue en 1999 cuando un agricultor tuvo la maravillosa idea de plantar en su finca del norte de Tenerife medio kilo de unas papas que había traído de Venezuela. Era una variedad de papa que no conocía y rápidamente se le iluminaron los ojos con el negocio que podría hacer. Sin embargo, esas inofensivas papas viajeras traían en su interior a unos insectos que aún hoy en día continúan mermando los cultivos de papas de las islas. Es la Polilla Guatemalteca, Tecia salanivora. Estas polillas, de aspecto inofensivo, depositan los huevos en la tierra entre los surcos de los cultivos. De los huevos nacen sus hambrientas larvas que se arrastran hasta las papas para darse un festín, horadando los tubérculos y produciendo galerías en su superficie. Después de un menú de papa, las larvas se hacen adultas y dan paso a las mariposas que vuelven a iniciar el ciclo.

Según el biólogo Raimundo Cabrera Pérez, profesor e investigador del Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal de la Universidad de La Laguna, en declaraciones al programa Doble Hélice 3.0 de RNE, el final no está ni mucho menos cerca. “En mi opinión no la podremos erradicar, una vez que entran es prácticamente imposible de exterminar, ni siquiera si dejáramos de plantar papas durante cinco años, ya que siempre quedarán reservorios”. Raimundo es tajante: “no se deben transportar plantas ni animales sin control; estas plagas pueden llegar en forma de virus, bacterias u hongos. De esa manera estamos introduciendo organismos muy peligrosos en un entorno delicado con consecuencias devastadoras”.

Y ahora, por la a priori inofensiva idea de traer unas papas en la maleta desde América, las islas están en cuarentena sanitaria, nuestras papas no se pueden exportar y convivimos con polilla nefasta de la que seguramente, nunca nos podremos librar.