FECHA: 30/10/20
Manuel Area Moreira/
Universidad de la Laguna/
A finales del siglo XIX y principios del XX el artista francés Jean-Marc Côté creó por encargo una serie de viñetas o imágenes donde imaginaba cómo sería el futuro en el año 2000. Estas postales nunca llegaron a publicarse en su época. Hoy son fácilmente localizables en Internet. En las mismas aparecen autómatas a modo de robots para cortar y peinar el pelo, artilugios para realizar la limpieza de la casa, para establecer videollamadas a distancia, máquinas voladoras para apagar el fuego o entregar el correo,…
Entre las mismas, hay una postal dedicada a la escuela del futuro. En dicha ilustración se ve a un profesor que introduce libros en una máquina y el contenido de los mismos llega directamente al cerebro de los estudiantes a través de cables. Esta visión o mito de un artefacto tecnológico que provoca de modo casi automático el aprendizaje también se repite en distintas obras de ficción de los últimos años. Por ejemplo, en la película Matrix el protagonista, mediante la tecnología apropiada, logra que su cerebro adquiera las competencias adecuadas para actuar de forma casi instantánea.
Imagen tomada de https://publicdomainreview.org/collection/a-19th-century-vision-of-the-year-2000
Esta quimera siempre ha estado implícita en la investigación sobre las tecnologías y la educación oscilando entre actitudes tecnofóbicas (temiendo que la tecnología se rebele a modo de Frankenstein) o de fascinación tecnofílica (confiando en la magia de sus potencialidades).
Han pasado cien años desde las postales del futuro imaginado por Côté y la tecnología digital ya es una realidad omnipresente en nuestra sociedad. Por ello podemos preguntarnos; ¿disponemos del conocimiento para crear máquinas que provoquen aprendizaje sin la intervención de un docente humano? La respuesta es incierta y como ocurre con casi todas las preguntas científicas no hay una respuesta categórica. Desde la situación actual podemos afirmar que todavía no, pero falta muy poco para lograrlo.
El primer artefacto construido como una máquina de enseñar ocurrió a mediados del siglo pasado. Era muy rústico y mecánico. La propuso B.F. Skinner, uno de los psicólogos del aprendizaje conductista más relevantes. La idea era sencilla: ir presentando una lección o unidad de contenido, solicitar tareas que el estudiante respondiera, darle feed-back, y si procedía, ofrecerle lecciones o unidades más complejas. Se basó en un diseño pedagógico conocido como enseñanza programada. La misma estuvo de moda hace varias décadas, pero fue muy cuestionada por su visión mecanicista, reduccionista y conductual del aprendizaje. Hoy sabemos que el aprendizaje humano es complejo y está condicionado por diversos contextos socioeducativos.
Hasta que no llegaron los ordenadores conectados en red no fue posible materializar la idea de una máquina que enseñara de forma automatizada a un humano. Actualmente, la tecnología digital está ofreciendo avances y experiencias valiosas de cómo aplicarla a situaciones individuales del aprendizaje. La realidad aumentada, el big data, la tecnología adaptativa, la inteligencia artificial, las representaciones en 3D virtuales, las analíticas académicas, el blockchain, … entre otras, prometen acercarnos al mito de las máquinas que enseñan. Dicho en otras palabras, cada vez más avanzamos hacia la creación de “docentes artificiales” (bien en forma de robots tangibles o bien por apps o programas informáticos online) que tienen la capacidad de desarrollar procesos formativos o instructivos automatizados a aprendices humanos.
Todo esto está a punto de suceder. Nuestro reto es cómo convivir y apropiarnos de estas tecnologías inteligentes dando un nuevo significado al oficio docente. Para ello también hemos de buscar respuestas al sentido y valor de la educación como motor del progreso social, cultural, económico y político de la civilización humana en el contexto de la era digital.
La investigación en Tecnología Educativa tiene varias décadas. Comenzó en el primer tercio del siglo pasado cuando aparecieron las tecnologías audiovisuales (fotografía, cine, radiodifusión). Luego evolucionó hacia el análisis de la televisión y los medios de comunicación social en la enseñanza. Actualmente está centrada en comprender y facilitar el aprendizaje con tecnologías digitales en distintos contextos educativos.
Es previsible que a lo largo de la próxima década asistamos a una revolución del paradigma y de las prácticas educativas como consecuencia de la expansión de las tecnologías inteligentes. Esta transformación de las formas, procesos y metodologías educativas probablemente se caracterizará por una serie de aspectos tales como la reducción de la presencialidad física, eso sí, combinada con la digitalización y virtualización de la enseñanza; la personalización del aprendizaje a través de tecnologías adaptadas a las características de cada estudiante y una mayor interacción y comunicación social entre el alumnado en entornos virtuales para desarrollar trabajos colaborativos. La educación del futuro estará basada en metodologías activas, en la que los estudiantes aprendan por la vía de la realización de tareas y proyectos en espacios virtuales, para lo cual dispondrán de recursos didácticos diversos (audiovisuales, realidad aumentada, podcast, interfaces 3D,…) que les permitan experimentar con el conocimiento. Los datos derivados de la actividad en línea de los estudiantes servirán para evaluar el proceso y la implicación en el aprendizaje, lo que permitirá tomar decisiones docentes informadas (analíticas académicas). También veremos cómo se generalizarán los bots y robots que advertirán e informarán sobre las acciones del alumnado. Todo esto obligará a un replanteamiento radical de las funciones profesionales de los docentes. Éstos pasarán a ser sobre todo diseñadores, gestores y evaluadores de ambientes de aprendizaje en línea mientras que perderán importancia las tareas de presentación y transmisión del conocimiento, algo que las máquinas empiezan a realizar ya de forma eficiente.
Todos estos fenómenos, de cuya emergencia estamos siendo testigos en los últimos años, se han visto impulsados por el confinamiento forzado por la pandemia del Covid19 y, probablemente, no tendrán vuelta atrás.
El estudio y la investigación sobre Tecnología y Educación es cada vez más relevante internacionalmente tanto en publicaciones, congresos o en financiación. La Universidad de La Laguna no es ajena a estas líneas de trabajo, en la que desde hace veinte años, viene trabajando el Laboratorio de Educación y Nuevas Tecnologías (EDULLAB).