Natasha Cortés Fernández de Caleya.
Alumna de Grado en Farmacia de la Universidad de La Laguna.
Sí, definitivamente estaba nerviosa. A diez minutos de comenzar la primera de las cuatro entrevistas a los/las líderes de los grupos de investigación, recuerdo haberme repetido el motivo por el cual escogí esta línea de trabajo para mi Trabajo de Fin de Grado (TFG): “Esto de la divulgación científica me interesa”. En aquel momento sentía que tenía que aprovechar la ocasión para sondear nuevas disciplinas, y este último proyecto de la carrera me ofrecía una oportunidad. Buenos consejeros siempre me han señalado que, con implicación personal, toda obligación trasciende la simple tarea. “Pues adelante”, me dije, “vamos a ello”.
En total fueron cuatro tardes, cada una de ellas diferente, pero todas bajo el mismo objetivo: observar cómo se desarrolla la divulgación de la ciencia en la Universidad de La Laguna a través de la visión de una muestra de sus investigadores e investigadoras. He tenido la suerte de poder contar con la participación de profesionales de la talla de Teresa Giráldez, María del Mar del Pino, José Manuel Padrón y Agustín Valenzuela. Todos ellos/as dispuestos para atender a mis preguntas con interés y amabilidad. “Esto debes aprovecharlo”, me repetí.
Tenía un listado de preguntas que había preparado, resultado de indagaciones previas y de los resultados de una encuesta. Sin embargo, no era mi intención ser demasiado rígida con el guión establecido, ya que también me interesaban los comentarios y derivas que pudiesen surgir durante la charla.
Desde el comienzo, mis interlocutores me lo señalaron bien claro: “yo le doy mucha importancia a la divulgación. Mi experiencia ha sido que requiere un proceso de aprendizaje. No es fácil divulgar. La manera de comunicar exige una formación y aprender” aseguraba Girádez. Padrón, por su parte, añadió: “a nosotros nadie nos ha enseñado a divulgar. Quieren que divulguemos, pero no sabemos cómo. Yo sé hacer ciencia”. De este modo entrábamos de lleno en la materia. “El que genera el proyecto o herramienta divulgativa en nuestra institución es quien debe preocuparse sobre cómo debemos divulgar los investigadores, ya que estamos aquejados de grave falta de tiempo” añadió el profesor Valenzuela. Al hilo de su declaración, del Pino me aseguraba: “yo desconozco cómo se selecciona qué información se divulga en esta universidad, me da la impresión de que si acabas de publicar y te pones en contacto con los responsables, entonces sale adelante la difusión”.
Dificultad, desconocimiento, aprendizaje, falta de tiempo… Pero, a fin de cuentas, ¿estas acciones divulgativas de la Universidad de La Laguna han supuesto un incremento en el impacto de sus investigaciones? Teresa -a este punto ya me tuteaba con los investigadores- me explicó: “mi experiencia es variada. Es muy difícil llegar a la sociedad desde una herramienta académica. Los principales consumidores son aquellos que tienen una inquietud y formación académica, ni siquiera científica. En cualquier caso, ¿han entendido de lo que estaba hablando? No tengo muy claro”. Por su testimonio, es evidente que el formato es capital en la estrategia de comunicación. “Conseguir llegar a la gente es una de las grandes tareas pendientes, no sabemos lo que hace ni el que está en la puerta de al lado” recalcó José Manuel. Por su parte, María del Mar me contaba: “aún no he hecho uso de ninguna de estas herramientas. Únicamente se ha visibilizado nuestra investigación en una nota de prensa de la universidad, y también en una entrevista para un programa de televisión. Este formato sí creo que tuvo repercusión, sobre todo entre la gente de más edad”, y añadió, “he visto que algunos investigadores están frecuentemente visibilizados y otros menos”. En relación a esta posible problemática de reincidencia en las divulgaciones, Agustín aportaba lo siguiente: “para nosotros la experiencia no ha sido positiva. Nos encontramos en ese porcentaje de investigadores que no hemos percibido un incremento en el reconocimiento de nuestro trabajo. En el entorno canario, por lo que he podido ver, si un grupo de investigación comunica mucho es porque está justificando los fondos que recibe”. De acuerdo, llegados a este punto, reconozco que el asunto comenzaba a ponerse complejo.
Pero entonces, ¿la Universidad de La Laguna está empleando todos los recursos necesarios para ofrecer una divulgación científica de calidad? Agustín relataba su experiencia: “me parecen muy interesantes los formatos en los que he participado, como Hipótesis Magazine y Doble Hélice 3.0. Son muy buenos proyectos, dinámicos y modernos. No conozco el resto de herramientas”. José Manuel incidió, precisamente, en la importancia de dar a conocer el sistema divulgativo entre los compañeros: “en primer lugar, debemos saber que existen todas estas herramientas, porque no creo que todo el profesorado tenga ese dato”. María del Mar añadía: “yo que sigo en twitter alguna de estas páginas, sí creo que tienen alcance. Por ejemplo, está el caso de Chicas con cienci@ULL, que parece que es muy compartida por los compañeros, incluidos los de secundaria”. El incremento de recursos divulgativos en la Universidad de La Laguna es reconocido por Teresa, pero apunta: “ahora mismo la Universidad de La Laguna tiene muchas más vías de divulgación. Sin embargo, creo que hay una percepción en la sociedad de que, lo académico, algo que viene de la universidad, pues está dirigido a alguien de la universidad. Todavía hay una separación; no se entiende este servicio que la universidad puede prestar a la sociedad por parte de la sociedad”. No cabe duda de que el resultado de la comunicación es dispar desigual, mis encuestas arrojaban un dato que podemos calificar de “mixto”: mientras el 91% de los profesores conocían algún proyecto de investigación de la Universidad de La Laguna ese dato bajaba hasta el 58% en los estudiantes, y al 21% en el formulario enviado a la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Prometo no volver a sacar datos.
Hablando de los estudiantes, esta cuestión me interesaba especialmente. Una gran mayoría de ellos no ha participado nunca en un programa de divulgación de la universidad. “Que los jóvenes no sean el centro de estas acciones y que ellos no encuentren hueco en estos programas, va en detrimento del futuro, nuestro y de ellos, que supone una pérdida de oportunidades y se traduce en frustración profesional por no encontrar el sentido a lo que se hace, fruto de años de formación y estudio” afirmó Agustín. Teresa, docente en materias de primer y segundo curso, añadía: “creo que ni son conscientes de cómo deben involucrarse en las herramientas de divulgación científica de la Universidad de La Laguna, no tienen tiempo con la cantidad de carga de trabajo y su proceso de adaptación a los estudios superiores”.
Entonces, ¿esto de la divulgación no va de estudiantes? “Desde luego, si no se sienten partícipes de ello, lo van a ignorar” aclaró Maria del Mar. Seguí tirando del hilo y José Manuel dijo tenerlo claro: “la mayor parte de los estudiantes que conozco y a los que les comento sobre la existencia de las herramientas divulgativas, me responden que nadie les había dicho nada sobre el tema, y a esa altura llevan cinco cursos en la universidad”. “Bueno”, pensé, “soy estudiante y estoy metida en esto. Las cosas pueden cambiar”.
Llegados al último tramo de la entrevista, mi intención fue volver a poner lo fundamental en el centro del debate: ¿cómo creen que podríamos mejorar? Y no sólo me refería a la Universidad de La Laguna. La pregunta iba sobre la divulgación científica en general, como agente de conocimiento y cambio en nuestra sociedad. Maria del Mar avanzaba: “hacer partícipes a los estudiantes me parece fundamental”. “Estoy de acuerdo”, pensé, “la divulgación debe de contar con los aprendices. Creo que su perspectiva es valiosa”. Desde luego, eso es lo que yo opinaría si alguien me pregunta, y además concuerda con la información recopilada. “Yo creo que la divulgación de la Universidad de La Laguna es muy buena. Hay un equipo muy bueno buscando siempre gente que esté dispuesta a colaborar. A lo mejor, lo que habría que mejorar sería facilitar a los profesores y a los investigadores el fomentar que participen más en las actividades que organiza el equipo de divulgación”, me comentaba Teresa. Por otro lado, José Manuel opinaba: “para que exista una buena divulgación debe haber una implicación por parte de todos, no sólo por parte del profesorado”. La divulgación nos atañe a todos/as; tal y cómo cerraba Agustín: “todos/as deben participar y tener hueco. El valor de una investigación puede radicar en una buena divulgación del trabajo realizado. La divulgación es fundamental. La herramienta la tiene la universidad, y debe estar al servicio de todos/as sus integrantes respetando las singularidades de cada grupo”. Unidad, implicación, participación … esto no parece un imposible, “no hay duda de que debemos caminar en esa dirección” pensé.
Al mirar el reloj, me doy cuenta que he superado con creces el límite de tiempo que había prometido a cada participante. Sólo tengo palabras de agradecimiento para ellos/as. Y esto de ser cronista “por un día” me ha hecho sentir como una intrusa de otra dimensión. De la misma manera que Alicia al caer en la madriguera del conejo. He intentado hacerme caso y aprovechar esta experiencia. Ya lo decía el sombrerero loco en un momento de la novela de Carroll: “si conocieras al tiempo tan bien como yo, no hablarías de malgastarlo». Sin duda ha valido la pena echar unas tardes escuchando a los compañeros y compañeras investigadores. Sí, compañeros y compañeras. Una experiencia que tal vez no haya supuesto un simple paseo, tal vez pueda tratarse del principio de un largo camino.
Quién sabe.