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Los problemas de la mala comunicación (celular)

martes 29 de mayo de 2018 – 00:00 GMT+0000
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Los congresos son un lugar ideal para compartir ideas y descubrir los últimos avances en cada disciplina. Charlas, mesas redondas y los imprescindibles “coffee break”. Pero estas reuniones también nos ofrecen la oportunidad de conocer a personalidades ilustres del mundo de la ciencia. Investigadores que cambiaron el conocimiento sumando grandes aportaciones que ahora se estudian en todo el mundo.

Este fue el caso del foro “Exocytosis y Endocytosis from synaptic vesicles to nanodiscs”, promovido por la Organización Europea de Biología Molecular (EMBO) y co-organizado por la Universidad de La Laguna.

En esta ocasión fue un hotel de Puerto de la Cruz el lugar elegido para reunir a más de un centenar de científicos alrededor de un tema aparentemente complejo pero que encierra un concepto elemental en la biología: la comunicación celular. Son los llamados procesos de exocitosis y endocitosis, fundamentales para el tráfico de sustancias de todas las células. Básicamente, estos términos definen la entrada y salida de sustancias de la célula a través de la membrana celular. No es un tema baladí, ya que algunas enfermedades graves, como la Epilepsia, están producidas por una mala comunicación entre el interior y el exterior de la célula. Un buen ejemplo es símil popularizado por la Física Cuántica denominado “efecto mariposa”, donde el aleteo de una mariposa puede desencadenar un huracán al otro lado del mundo. De igual manera, el mal funcionamiento de una nanométrica vesícula que permite el trasporte de una sustancia entre células puede acarrear efectos graves como esta enfermedad.

Este encuentro contó con un invitado de honor. James Rothman, investigador de la Universidad de Yale, y Premio Nobel de Medicina en 2013, un galardón que compartió con Randy Schekman y Thomas C. Südhof.
No quisimos perder la oportunidad de hablar con él y preguntarle por los últimos avances en este campo. De personalidad afable, nos acompañó a una sala anexa a donde se celebraba la reunión. Allí, mientras de fondo oíamos como los integrantes de Los Sabandeños ponían a punto sus instrumentos, nos dedicó unos minutos. No muchos, estaba dispuesto a renunciar al coctel pero no al recital del grupo folclórico.

James Rothman ganó el Premio Nobel por una investigación que descubrió un principio básico que controla la liberación de sustancias de las células del cuerpo. Este hallazgo está dentro de la denominada “ciencia básica”, una área que busca mejorar el conocimiento que tenemos sobre la naturaleza. Es el saber por el saber, sin que tenga, por lo menos a corto plazo, una aplicación práctica. Sobre esto Rothman se manifiesta preocupado. “Necesitamos apoyar más la ciencia básica porque, en última instancia, es de allí de donde vendrán las respuestas. Pondré un ejemplo: imaginemos que trabajo en diabetes y tengo una linterna cuya luz es el conocimiento que yo adquiero. Si sólo trabajo en diabetes, mi linterna solamente iluminará un cono estrecho. Imaginemos ahora que al lado tengo a otra persona que con su linterna ilumina otro aspecto de la diabetes, al lado otra persona que ilumina sobre el cáncer, y así con el resto de enfermedades… Todo el mundo contribuye”.

Incluso nos aporta un ejemplo muy ilustrativo de la importancia de trabajar en cimentar la base de la ciencia. “Ahora imaginemos a un biólogo celular, que ilumina sobre cómo trabaja la célula. Y las células están aquí, allá, en todas partes. Mi investigación, la investigación que haga alguien como yo, puedo estar seguro al 100% de que iluminará a todas esas personas a que utilizarán el conocimiento derivado de mí para iluminar su linterna con mayor precisión. Una persona podría estar trabajando solamente en diabetes durante toda su vida y no realizar ningún descubrimiento. Pero si hay un centenar de personas trabajando en ello y todas utilizan mi iluminación, ayudaré a todos y cada uno de ese centenar de personas. No estoy hablando de mí específicamente, me estoy refiriendo a todo el campo de la ciencia básica”.

Otro de los problemas que observa el investigador en la política científica de los últimos años es el referido al cortoplacismo de los planes de investigación, algo que, a todas luces, es incompatible con la investigación en ciencia básica. “Otro asunto es que nosotros estamos dando cada vez más becas de investigación por periodos de cinco años. Que son periodos muy cortos. La gran ciencia, entre ella mi proyecto -si queremos considerarlo “gran ciencia”- fue desarrollado durante un periodo de veinte o treinta y el primer éxito vino después de diez años. El premio Nobel de Química de este año, concedido por una nueva tecnología realmente brillante que nos permite ver moléculas de nuevas maneras, tardó treinta años en ser desarrollada y sus primeros resultados tardaron una década en llegar. Un científico que realiza descubrimientos fundamentales se parece mucho a un artista, en mi opinión: no te dedicas a ello porque esperes ganar mucho dinero; lo haces porque te apasiona; no esperas que mucha gente te comprenda, eres afortunado si lo hacen una o dos personas; la mayor parte del tiempo, a la gente no le va a parecer que estés haciendo algo bueno y nunca está nada claro”.

El campo de trabajo de James Rothman es apasionante. Investiga como es la comunicación entre las células estudiando las sustancias que entran y salen de cada una de ellas a través de la membrana que, lejos de ser una bolsa estanca, se comporta como un gran colador donde cada uno de los agujeros tiene una puerta con un portero que controla todo lo que entra y sale. En las células nerviosas es aun más apasionante por las repercusiones que tiene. “ Si pudiéramos abrir el cerebro con unas tijeras y ver de cerca sus células en acción veríamos que cuando la comunicación en las neuronas está desequilibrada la gente tiene enfermedades como la Esquizofrenia o Depresión y cuando esta comunicación funciona de forma normal, equilibrada, todo va mucho mejor. Cuando estamos sanos el cuerpo está equilibrado porque el flujo de información entre las células es el adecuado”.

Es curioso comprobar como el fallo de una pequeña vesícula, situada en una diminuta célula, puede desencadenar unos errores de comunicación entre las células y, por efecto dominó, provocar una enfermedad grave. Aunque tampoco nos debe sorprender tanto, ¿cuántas guerras ha provocado la mala comunicación entre las personas?

REDACCIÓN HIPÓTESIS
ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 0, Artículo, Biomedicina y Salud, Hipótesis, General