martes 29 de mayo de 2018 – 00:00 GMT+0000Compartir
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“Publish or perish” ha sido la consigna del personal científico e investigador desde la II Guerra Mundial, en paralelo al desarrollo de la Big Science, de las políticas públicas de la I+D civil y al crecimiento imparable de conocimientos y especialidades de las ciencias y las tecnologías.
La publicación de los resultados de investigación y su difusión entre la comunidad científica fue una característica definitoria de la revolución científica que empezó en los siglos XVI y XVII en Europa. En los años de 1960, Derek Price contabilizó el incremento del conocimiento científico analizando el crecimiento de las publicaciones científicas desde 1750, que se multiplican por 10 cada 50 años. Este crecimiento exponencial de publicaciones y conocimientos científicos no puede desligarse de los importantes cambios de las sociedades industriales desde las últimas décadas del siglo pasado. Las sociedades post-industriales son sociedades del conocimiento porque las ciencias y las tecnologías son sus principales fuentes de riqueza, lo que ha tenido importantes consecuencias tanto en las funciones sociales de la ciencia como en la forma en que se produce (y se comunica) el conocimiento científico.
Una de ellas, la principal en mi opinión, ha sido la creciente apropiación privada del conocimiento que se viene señalando en la literatura desde 1990. John Ziman ha sido, quizás, el más contundente en sus avisos sobre las implicaciones para la democracia de la creciente privatización de la ciencia. En lo que atañe a las publicaciones, investigadores de todas las disciplinas hemos sido testigos de fenómenos estrechamente relacionados: empresas que casi monopolizan las publicaciones consideradas de calidad (léase Elsevier), generalización casi universal de los estándares y procedimientos que certifican la calidad, el interés y la relevancia de los artículos publicados y de las revistas que los acogen según rankings y criterios de calidad establecidos por una empresa privada (léase Thomson Reuters). La evaluación de los méritos y las oportunidades de las carreras profesionales están ligadas a estos criterios, pues los trabajos sólo serán relevantes si aparecen en determinadas revistas y las carreras académicas sólo progresarán si se publica en esas revistas consideradas de excelencia, lo que ha dado lugar a lo que Roberto Serrano ha denominado la “top5itis”, una infección “contagiosa” que está haciendo estragos en el mundo de la ciencia. Esto ha disparado los costes que las universidades tienen que abonar a estas empresas para que su personal científico pueda publicar. Los presupuestos de acceso a las revistas de impacto son cada vez mayores y están empezando a superar en muchos casos a los de investigación. En el caso de nuestra universidad, se han estimado en más de 2 millones de euros para 2017.
Afortunadamente han surgido alternativas a esta situación, que pueden resumirse en el llamado “movimiento Open” con sus tres ramas principales: el Open Source (ligado al software libre y al proyecto GNU), el Open Access (acceso a los resultados de investigación, por ejemplo, la Public Library of Science) y el Open Educational Resources (contenidos académicos en abierto). Las universidades públicas, si quieren sobrevivir, tendrán que sumarse de forma contundente a la defensa del conocimiento como patrimonio común de la humanidad.
REDACCIÓN TERESA GONZÁLEZ DE LA FE
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Número 0, Opinión, Ciencia y Sociedad, Teresa González de la Fe, General
Catedrática de Sociología de la Universidad de La Laguna hasta su jubilación en 2018. Sus publicaciones abarcan la teoría social contemporánea, especialmente las sociedades de conocimiento, sociología de la innovación y los sistemas de ciencia y tecnología. Fue directora general de Universidades e Investigación del Gobierno de Canarias (1996-1999) y presidenta de la Federación Española de Sociología (2010-2013).
Sociología y Antropología Social