FECHA: 30/11/2018
Vivimos en una era caracterizada por la incertidumbre, incluso por la perplejidad; incertidumbre y perplejidad que permean desde lo global a lo más íntimo y personal. Inundados de información y datos, sin embargo, entendemos cada vez menos. Esto provoca temor, temor que engendra profetas que nos venden falsas seguridades, explicaciones simples para lo complejo. Es entonces cuando hablar de biología, química o física; de ciencia y arte, de tecnología y ética se hace más necesario y pertinente que nunca.
Es precisamente en esta línea de pensamiento y de acción en la que se enmarca el reto de los divulgadores y comunicadores de la ciencia. Cuando se tiene la tentación de amputar la realidad por la vía de la simplificación, o cuando como en el mito de Procusto, se deforman las evidencias para ajustarlas a nuestros prejuicios en la búsqueda desesperada de seguridades y certezas, la ciencia representa una guía fiable para seguir avanzando, para no perdernos. Tenemos que explicar cuestiones complejas, y tenemos que hacerlo con claridad aunque no necesariamente con sencillez. Porque en el intento por llegar a todos, la ciencia no puede rebajarse hasta el punto de pretender que no se le demande al lector un esfuerzo. La mujer y el hombre de ciencia tienden, como resultado natural de su quehacer científico, a estar permanentemente atentos a la experiencia de lo real, al ejercicio continuo de someter las intuiciones al escrutinio de la evidencia, tanto a las propias como las de los otros. Esta práctica es la que los inmuniza frente al narcisismo o la soberbia, presente en tantos líderes vendedores de falsas seguridades. En fin, que la ciencia y su ejercicio no garantiza que seamos racionales y honestos. Pero la actitud científica, una consecuencia directa de la práctica sistemática del método científico, nos permite estar en el mundo con dignidad y libres de dogmatismos. Algo fundamental para saber actuar en el mundo como un verdadero ciudadano; al fin y al cabo, la ciencia es crucial para la democracia.
En esta tercera entrega de HIPÓTESIS, imbuidos de estas ideas y valores, les invitamos a un recorrido por temas distintos y diversos pero nunca distantes. La propuesta de degustación que les proponemos, esperamos que despierte la curiosidad del lector y sirva, quizás, también para abrir alguna ventana con vistas a paisajes cuya existencia se ignoraba. ¿Alguno se ha preguntado cómo afecta a la fisiología del cuerpo humano, la exposición continuada a la microgravedad? Cuando el turismo espacial empieza a ser trending topic en algunas redes sociales, Fátima Mesa (ULL) nos advierte de que nada que nos aleje del entorno para el que estamos adaptados es gratis. ¿Qué clase de medicina personalizada hará posible la nanotecnología? Lean el artículo de Jesús Santamaría, del Instituto Universitario de Investigación en Nanociencia de Aragón. Eduardo Almansa, del Instituto Español de Oceanografía nos presenta al pulpo, a quién seguro han conocido en algún almuerzo, pero del que descubrirán que es un animal muy inteligente pero no imposible de domesticar. El calentamiento global demanda soluciones basadas en evidencias, como las que nos presenta José Carlos Hernández (ULL). Y Raimundo Cabrera (ULL) les contará las íntimas y apasionadas relaciones que se dan entre algunos hongos y plantas, con resultados sorprendentes.
Fiel a su vocación de mostrar que las humanidades se confunden con las ciencias, otro bloque de artículos ilustra esta feliz simbiosis. ¿Qué tiene que decir el derecho sobre la ciencia? De esto trata la comunicación de Julio Capote (ULL); y también, ¿qué tiene que decir la ciencia cuando de decidir sobre quién es el autor de una obra de arte se trata? Elisa Díaz (ULL) nos desvela la respuesta. Otro interesante artículo de la redacción nos muestra cómo a partir del análisis de los fuegos que hicieron nuestros más remotos antepasados podemos saber cómo vivían, sentían y se relacionaban. Y de fuego y de la desmitificación de sus efectos catastróficos sobre nuestros bosques trata el artículo de José Ramón Arévalo (ULL).
Un grupo de trabajos desmontan prejuicios pseudocientíficos: José Miguel Mulet (Universidad Politécnica de Valencia) lo hace en el caso de los transgénicos; Ricardo Borges (ULL) con las pseudomedicinas y Jerónimo Hernández, de la Universidad del País Vasco, con ese (falso) predictor del tiempo conocido como cabañuelas.
El número incluye una entrega más, la sección dedicada a Expediciones: se hace una alusión directa a nuestros observatorios astrofísicos, a cargo de nuestro colaborador Javier Peláez. Una entrevista a Rafael Alonso, responsable de la creación del Instituto de Tecnología Biomédica de la Universidad de La Laguna, nos sirve para conocer una cara oculta de la ciencia, pero esencial para que ésta sea posible.
Por último, presentamos un bloque de artículos a cargo de filósofos y pensadores. En su artículo, la profesora María José Guerra (ULL) reflexiona sobre la importancia de informar la actividad científica con las aportaciones de la filosofía (la ciencia sin sentido pare monstruos), mientras que Antonio Diéguez (Universidad de Málaga) comparte con nosotros los posibles futuros posthumanos que se avizoran en el horizonte inmediato y sus consecuencias. Este bloque incluye también a otro pensador, el profesor de Bioquímica y Biología Molecular Juli Pereto (Universitat de València-CSIC), a quien su dedicación a la ciencia no le impide levantar la vista y reflexionar sobre la finalidad y las consecuencias de lo que hace en el laboratorio.
Ciencia con sentido, para informar sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Ciencia informada de valores y de reflexión que nos sirva para guiarnos en estos tiempos de inseguridad e incertidumbre. Conocimiento y sabiduría en definitiva, que nos ayuden a entender el mundo, sin intermediarios. Esto es lo que les ofrece HIPÓTESIS en este número.
REDACCIÓN NÉSTOR TORRES DARIASDIRECTOR DE HIPÓTESIS