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Con la Ciguatera el tamaño sí importa

viernes 30 de noviembre de 2018 – 00:00 GMT+0000
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¿Recuerdan ese dicho que advierte que el pez grande se come al chico? Aunque imagino que el autor anónimo se refiere a que el poderoso siempre se antepone al débil, también nos puede servir para hablar de cómo una toxina va pasando de los peces más pequeños hasta los mayores para enfermar al animal situado en la cúspide de la pirámide alimentaria: el ser humano. Se llama Ciguatera y ya está comenzando a preocupar a las autoridades sanitarias.

Aunque esta intoxicación alimentaria es bien conocida en lugares como el Caribe o la costa sur de Chile, sin embargo, en Canarias no habíamos tenido casos hasta el año 2004, cuando una persona cayó enferma después de comer Medregal. Desde entonces se han notificado 109 casos de intoxicación Ciguatera, un número que no es ni mucho menos alarmante pero que exige una mayor concienciación a la hora de consumir pescado.

La Ciguatera  lleva aguando la sobremesa a los humanos desde tiempos remotos; la primera referencia a esta intoxicación data de 1511 y nos ha llegado a nosotros a través del relato de un cronista de las Indias en el que informaba de la aparición de esta “enfermedad” en las Antillas Occidentales. Un poco más tarde, en 1787 se le comenzó a llamar así, Ciguatera, ya que se pensaba que el responsable era un caracol conocido como Cigua. Aunque posteriormente se exculpó al molusco, el nombre se ha mantenido.

La cadena de la intoxicación

Todo comienza en unas algas microscópicas, entre ellas la llamada Gambierdiscus toxicus que sintetizan varias toxinas, entre ellas la ciguatoxina. La microalga habita en el fondo marino asociadas a corales y otras algas mayores. Los peces pequeños se alimentan de estas y estos al ser devorados por peces mayores provocan la transferencia y acumulación de la toxina que al final pueden acabar en nuestra mesa. Las microalgas en cuestión se sienten encuentran un medio idóneo para su desarrollo y proliferación en aguas que rondan los 20 y 25 grados centígrados. Por ahora Canarias estaba libre de ellas ya que sus aguas eran más frías. Pero debido seguramente al calentamiento de los océanos nuestro mar es ahora lo suficientemente calido para albergarlas. Se trata ya de un habitante empadronado en nuestras aguas.

El catedrático de Biología Marina de la Universidad de La Laguna, Alberto Brito ha sido testigo de la proliferación de estas microalgas en el archipiélago. “De repente, a partir del año 2000 comienzan las floraciones de esta microalgas en las islas y a continuación los casos de Ciguatera, algo que hasta entonces no habíamos visto. Recuerdo que los primeros casos en las islas fueron reportados por médicos cubanos, ellos estaban habituados a tratar estos casos en el Caribe y fueron los que alertaron a Sanidad”.

Aunque es una intoxicación que puede llegar a ser mortal la buena noticia es que hoy existe el suficiente control de las capturas como para evitar en la inmensa mayoría de los casos que un pez contaminado llegue a nuestro plato. “El Gobierno de Canarias reaccionó rápidamente, estableciendo tallas y pesos de los ejemplares que podrían ser peligrosos. En primer lugar, se puso en el foco a los Medregales de más de 30 kilogramos, más tarde los Meros y algunos Abades de tallas grandes. Aun así, hemos tenido problemas, algunos pescadores recreativos lo vendieron o lo repartieron entre amigos y contaminaron a muchas personas”.

Las capturas de estas especies están controladas. En esos primeros años, mediante un test desarrollado por una empresa de Hawaii, se determinaba si las capturas estaban contaminadas o no. Pero surgieron problemas, “el test comenzó a dar falsos positivos y falsos negativos, por lo que se determinó que no eran fiables. Ahora se retiene el pescado y se manda una muestra a un laboratorio de referencia en Galicia o bien se hace un cultivo de células nerviosas en un laboratorio de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria”. 

Hay una relación directa entre el peso del pez y la posibilidad de que contenga una concentración de toxinas suficiente como para provocar un problema de salud. Las especies a vigilar, según las autoridades sanitarias, son el Medregal, Petos, Pejerreyes, Abades, Meros, Picudos y Pez Espada. Todos ellos pasan controles para garantizar que están libres de riesgo de producir Ciguatera, pero las capturas provenientes de la pesca furtiva o recreativa no. El 15 de noviembre de 2008 un único Medregal de 37 kilos intoxicó a 25 personas.

Síntomas de la Ciguatera

Según la información proporcionada por el Gobierno de Canarias los síntomas de la Ciguatera son neurológicos y digestivos:

Entre los neurológicos nos encontramos la sensación de hormigueo o entumecimiento (en labios, manos y extremidades), prurito, inversión de la temperatura (los objetos fríos dan sensación de estar calientes y los calientes se perciben como fríos), dolor y debilidad en extremidades inferiores.

Entre los digestivos están vómitos, diarrea, nauseas y dolor abdominal, que suelen presentarse en las primeras 48 horas (más frecuentemente entre 2 a 8 horas) posteriores a la ingesta.


REDACCIÓN JUANJO MARTÍN
ILUSTRACIÓN HIPÓTESIS


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 1, Artículo, Energía, Biodiversidad y Medio Ambiente, Juanjo Martín, Universidad de La Laguna

Alberto Brito
Catedrático de la Universidad de La Laguna en el Área de Zoología

Doctor en Biología y Catedrático de Zoología, especialista en Biología Marina, en la Universidad de La Laguna. Su labor de investigación se ha centrado en el estudio de la fauna marina canaria y de la Macaronesia, especialmente de los peces y corales, y en la ecología de los ecosistemas marinos insulares, así como en la evaluación de recursos y el análisis de su explotación.

Biología Marina