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Las agujetas, el dolor más satisfactorio para los deportistas

lunes 8 de enero de 2024 – 00:00 GMT+0000

 

«Las agujetas son conocidas
como la sensación de dolor y
rigidez que aparece de forma
tardía tras haber realizado
un intenso entrenamiento o
tras haber realizado ejercicio
sin estar acostumbrados a
desarrollar esa actividad física
de manera habitual».

Las agujetas suelen aparecer entre las 24 y 72 horas después del ejercicio y pueden llegar a tener una duración de varios días, aunque su intensidad disminuirá con el tiempo a medida que los músculos vayan recuperándose. Aunque pueden ser incómodas, son una parte fundamental del proceso de fortalecimiento y adaptación muscular.

Para prevenir las agujetas, es de gran importancia hacer un calentamiento adecuado antes del ejercicio, también ir aumentando gradualmente la intensidad del ejercicio y dedicarle el tiempo suficiente para la recuperación muscular entre los entrenamientos.

 

«Las agujetas suelen aparecer

entre las 24 y 72 horas

después del ejercicio».

 

La química de las agujetas

Se sabe que el dolor muscular de las agujetas es causado por pequeñas lesiones en las fibras musculares que ocurren durante el ejercicio que pueden causar inflamación y dolor en los días siguientes. Pero ¿qué es lo que ocurre químicamente en nuestros músculos?

Los estudios realizados hasta el momento plantean diferentes hipótesis, de lo que se puede deducir que, aún hoy en día, no se sabe con exactitud qué es lo que realmente ocurre. Una de las hipótesis más aceptadas por los científicos sobre el proceso químico que causa las agujetas considera que, durante el ejercicio intenso, se produce una acumulación de ácido láctico y otros metabolitos en el músculo. Esto puede causar una alteración en el equilibrio de iones dentro de las células musculares y, en consecuencia, dañar las estructuras de las mismas. Además, se cree que la inflamación es una de los principales factores en el dolor muscular de las agujetas, ya que, en el proceso de reparación muscular después del ejercicio, se liberan sustancias químicas como las citoquinas y prostaglandinas, que pueden causar inflamación y dolor en los tejidos del músculo.

 

Bulos y otras historias

Tras haber explicado, bien es cierto que de manera resumida, el fundamento químico de las agujetas, vamos a intentar aclarar cuánto de verdad hay en algunas afirmaciones que, no con poca frecuencia, se hacen sobre ellas. Por ejemplo, ¿es cierto que el ejercicio realizado cuando se tienen agujetas, hace que desaparezcan? La respuesta es sí pero no.

Si hacemos deporte teniendo agujetas, es probable que el dolor aumente y se prolongue su recuperación. No obstante, a pesar del incremento del dolor y de la inflamación, parece que seguir ejercitándose ayuda a la recuperación del músculo, aunque no de manera tan eficaz como lo es el reposo.

Otra cuestión sería, ¿estar acostumbrado al ejercicio físico nos hace inmunes a las agujetas? Lo cierto es que no, ya que, como anteriormente se dijo, las agujetas están asociadas a la intensidad del entrenamiento, por lo que, si una persona acostumbrada al deporte realiza ejercicio de manera intensa, se encontrará con que sufre agujetas en los días posteriores al entrenamiento.

«¿Es cierto que el ejercicio
realizado cuando se
tienen agujetas hace que
desaparezcan? La respuesta es
sí pero no. Si hacemos deporte
teniendo agujetas, es probable
que el dolor aumente y se
prolongue su recuperación».

También podemos llegar a tener una confusión si relacionamos las agujetas con el crecimiento del músculo. La verdad es que las agujetas no se deben asociar con la hipertrofia muscular, por lo que podemos tener agujetas sin que esto afecte al desarrollo de nuestro músculo y viceversa, es decir experimentar un incremento muscular sin haber tenido agujetas.

Es interesante, por otro lado, el hecho de que este dolor afecte de manera diferente a unas personas y a otras. Esta situación, nos
lleva a plantearnos si verdaderamente las agujetas están relacionadas con algún factor genético. Algunas investigaciones que se han llevado a cabo sobre si realmente existe una predisposición genética a las agujetas, hasta el momento no han encontrado una relación clara entre los genes y la aparición de las agujetas, aunque hay evidencia de que ciertos factores, como la edad, el nivel de forma física y el tipo de ejercicio, pueden influir en la aparición de las mismas.

Sin embargo, es posible que algunas personas tengan una mayor sensibilidad o tolerancia al dolor, lo que podría afectar a su percepción de las agujetas o que ciertas variaciones genéticas puedan influir en la recuperación muscular después del ejercicio,
aunque se necesita profundizar más en estos estudios para sacar conclusiones más certeras.

 

 

Reducirlas no evitarlas

Algo que a muchas personas les gustaría conseguir es poder evitar el dolor causado por las agujetas que, a veces, puede llegar a
ser tan intenso que no nos permite continuar con nuestros entrenamientos. Pero, como ya hemos visto, es difícil no padecer agujetas después de realizar un ejercicio importante. Sin embargo, hay varias estrategias de entrenamiento que se pueden utilizar para reducir su frecuencia. En primer lugar, para tener la menor cantidad de agujetas posibles, es necesario realizar calentamientos y estiramientos adecuados antes y después del ejercicio. Estos ayudan a preparar los músculos y a reducir la tensión muscular. En segundo lugar, es fundamental incrementar la intensidad y duración del ejercicio de mane ra gradual para permitir que los músculos se adapten al esfuerzo y evitar sobrecargas musculares. Por otro lado, es importante hidratarse suficientemente antes, durante y después del ejercicio para ayudar a prevenir la deshidratación que puede aumentar el riesgo de agujetas. Finalmente, como base fundamental de la alimentación, debemos consumir alimentos ricos en nutrientes energéticos y proteínas que proporcionen a los músculos los materiales metabólicos necesarios para su recuperación.

Por último, es de gran importancia tener en cuenta que las agujetas son una respuesta natural del cuerpo al esfuerzo físico y deberíamos considerarlas como una señal satisfactoria de que nuestro cuerpo está respondiendo a la actividad física realizada. Además, aunque resultan incómodas, no suelen ser graves y desaparecen en poco tiempo, sobre todo si tenemos en cuenta que deporte, descanso y paciencia van de la mano en este proceso de recuperación.

 

REDACCIÓN PABLO GONZÁLEZ ROMERO

ILUSTRACIÓN HIPÓTESIS


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 16, Sección, General, Proyecto Educativo Hipótesis, Revista Hipótesis