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Lunes 23 de diciembre de 2019

 
 

A Franz Joseph Gall (Tiefenbronn, 1758 – Paris, 1828) se le reconoce el mérito de haber propuesto una visión del cerebro humano con funciones específicas localizadas. Defendió una doctrina que denominó craneología -conocida más tarde por frenología-, que suscitó una amplia controversia en los ambientes científicos europeos, particularmente cuando el cirujano francés Paul Broca demostró la existencia de un centro regulador del habla en la tercera circunvolución frontal en 1861. Este descubrimiento abrió a su vez un debate entre dos visiones del cerebro: la localicista, en la que cada función estaría localizada en una parte específica, y otra globalizadora, que veía el cerebro como un órgano que funciona como un todo.

Gall inició los estudios de medicina en Estrasburgo en 1777 bajo el magisterio de Jean Hermann. Los continuó en 1781 en Viena junto a van Swieten y se doctoró en 1785. Médico de gran reputación en Viena, atrajo a su consulta a numerosos pacientes ilustres. Pero Gall no se desligó de las investigaciones anatómicas, con las que pretendía fundamentar su doctrina, y que divulgaba a través de conferencias que impartió a partir de 1786 en los grandes salones de la aristocracia vienesa. Para difundir sus ideas hizo construir una colección de cráneos y moldes de yeso y cera que fueron adquiridos después de su muerte por el Jardin de Plants, jardín botánico de París.

Con la colaboración de Johann Christoph Spurzheim, su ayudante de investigación desde 1800, desarrolló un modelo de cartografía cerebral, que dio origen a la frenología. Su principal objetivo era desarrollar una anatomía funcional del cerebro humano, una organología -según la denominaba-, que se basaba en la identificación de 27 áreas de especialización funcional en el cerebro, de los que los atribuidos al lenguaje y la memoria pronto pudieron ser verificados.

Sus conferencias alcanzaron una gran popularidad entre la opinión pública y las élites sociales, pero la frenología encontró dos obstáculos insalvables. Por una parte la iglesia católica, que consideraba las ideas de Gall contrarias a la religión, ya que la mente y el alma creadas por Dios no pueden tener un sustrato físico. El otro fue la comunidad científica, los médicos de su tiempo y sus academias. En el momento más álgido de la controversia, el 24 de diciembre de 1801, sus conferencias fueron prohibidas por el emperador de Austria bajo la acusación de contradecir la moral y la religión con su determinismo materialista.

Gall tuvo que abandonar Viena acompañado por Spurzheim en 1805 y planificó un periplo destinado a difundir sus ideas sobre el cerebro por centros científicos e intelectuales de Alemania, Suiza, Holanda y Dinamarca y para ampliar las pruebas en favor de sus teorías, visitando para ello escuelas, hospitales, cárceles y manicomios. En estas visitas Gall fue recibido con actitudes ambivalentes; por un lado era acusado de charlatán y avaro, aunque le importaba más demostrar la consistencia de sus ideas que la recompensa material. Pero también impartió muchas conferencias recibiendo la consideración de determinados círculos científicos, y el respeto público y de algunos de los más respetados pensadores de su tiempo, como Johann Wolfgang von Goethe. Pero los círculos científicos institucionalizados rechazaron su doctrina con el argumento de que no aportaba pruebas irrefutables.

En noviembre de 1807, Gall y Spurzheim se trasladaron a París, donde hicieron pública su doctrina frenológica y tuvieron la oportunidad de exponerla con detalle en el Athenée. A excepción de un breve viaje a Inglaterra en 1823, Gall permaneció en París hasta su muerte. Se hizo ciudadano francés en 1819. En 1821, pidió al naturalista Geoffroy Saint-Hilaire un asiento en la academia de ciencias, pero el de Geoffroy fue el único voto que consiguió porque el establishment científico encabezado por el Institute de France desconfiaba de sus ideas y rechazaba su doctrina frenológica. En consecuencia, Gall se vio forzado a publicar un panfleto donde refutaba las acusaciones de materialismo que eran el núcleo de las críticas. Sin embargo, Gall gozaba de una posición acomodada a París, donde contaba entre sus pacientes a grandes artistas e intelectuales, como el escritor Stendhal, el filósofo y teórico social Saint-Simon y el político Klemens von Metternich, además de muchos diplomáticos de embajadas.

En 1810, publicó su principal obra anatómica, titulada Anatomie et physiologie du systeme nerveux en general, et du cerveau en particulier. En 1813, su fiel discípulo Spurzheim se separó de Gall para trasladarse a Inglaterra para difundir la frenología y aglutinar un movimiento frenológico internacional. Una década más tarde, Gall visitó ese país para presentarse ante sus admiradores, aunque el resultado fue bastante decepcionante. El 28 de agosto de 1828 sufrió un shock mortal en Montrouge, cerca de París. Su propio cráneo se añadió a la colección de más de trescientos cráneos y moldes de cerebros humanos que había reunido a lo largo de su vida. Se le negó una sepultura religiosa, aunque él consideraba que el orden que exhibe el cerebro es una prueba de la existencia de Dios.

Además de su peculiar visión localizacionista del cerebro humano plasmada en su doctrina frenológica -tan llena de especulación-, Gall realizó contribuciones de relieve al conocimiento de la neuroanatomía, que quedaron ocultos bajo la crítica a la frenología. Él fue el primero en describir que la materia gris del cerebro contiene unas formaciones (cuerpos celulares) y unas ramificaciones de materia blanca (axones). Incluso puede afirmarse que la idea genérica de la localización de determinadas funciones en áreas concretas del cerebro se ratificó años después, cuando ya la frenología había sido abandonada. Del mismo modo, hay que reconocer que la obra de Gall estimuló el interés por la neuroanatomía y el debate general sobre la estructura y organización del sistema nervioso, abriendo la posibilidad a una concepción plural y jerárquica, que requería desarrollos posteriores como el concepto de integración y no era contradictoria con las concepciones evolutivas derivadas del darwinismo.

Los estudios de Gall y Spurzheim tenían una fundamentación muy sólida en la anatomía comparada. Acumularon datos de enfermos mentales, delincuentes y escolares, hasta acumular una cantidad muy importante de cráneos y moldes de cerebros, incluyendo los de escritores y artistas conocidos, a los que practicaban todo tipo de observaciones y mediciones que pueden verse en el Musée de l’Homme de París. Como consecuencia de estos estudios, Gall concluyó que el cerebro humano contiene veintidós áreas y siete facultades, de las cuales, diecinueve son compartidas con los animales.

Desacreditado por la anatomía posterior, uno de sus principales oponentes, el catedrático parisino Marie Jean Pierre Flourens (1794-1867) le reconoció, en 1863, el mérito de haber sido el primero al que vio practicar la disección de un cerebro humano, y lo calificó como iniciador de la anatomía cerebral. De aquellas experiencias y especulaciones quedan hoy algunas intuiciones geniales y unas hermosas cabezas frenológicas de porcelana, que decoran casas, oficinas y museos.

 

REDACCIÓN JOSEP L. BARONA


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 5, Artículo, Biomedicina y Salud, Hipótesis, Josep L. Barona, Universidad de València

Josep L. Barona
Catedrático de la Universidad de Valencia.​

Es miembro de la Secció de Biologia de l’Institut d’Estudis Catalans, de la Real Academia de Medicina de la Comunidad Valenciana y miembro de honor del Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas y Humanidades Digitales de la Universidad de Salamanca. Colabora habitualmente en revistas culturales y en la prensa diaria.

Su investigación se centra en el estudio social y político de la salud, el hambre y la nutrición en Europa a principios del siglo XX y los años de entreguerras, a partir de fondos históricos del Liga de Naciones, Rockefeller Archive Center, OMS y FAO, entre otros.

 Historia de la Ciencia y Documentación

jose.luis.barona@uv.es