martes 6 de abril de 2021 – 00:00 GMT+0000Compartir
FacebookXWhatsAppCopy Link
Hace 62 años España era muy diferente. No solo España, el mundo era distinto. En 1959 Fidel Castro tomaba el poder en La Habana, Alaska se convertía en el estado nº 49 de EEUU, la dictadura franquista dictaba la pena de muerte contra José Manuel Jarabo, salía a la venta la primera muñeca Barbie y se inauguraba el Valle de los Caídos. Ese mismo año llegaban al mundo personajes como Julia Otero, Emilio Aragón, Victoria Abril, Magic Johnson o Evo Morales. Pero ese mismo año, el Sol y la Luna también serían protagonistas de su propia historia. Ambos dejarían boquiabiertos a los habitantes de un archipiélago anexo a África que ese año había visto atónito cómo ejecutaban al garrote vil a Juan García “El Corredera” en Las Palmas de Gran Canaria. El archipiélago era, a finales de la década de los 50, un territorio con muchas desigualdades donde crecían las capitales insulares mientras en muchos barrios de los pueblos vecinos aún carecían de agua corriente y luz eléctrica. La tasa de analfabetismo era elevada mientras al mismo tiempo la economía se preparaba para recibir el boom turístico de los 60. Pero ese año una sorpresa rompería el curso habitual de las cosas, algo ocurriría en los cielos que atraería hasta Canarias a multitud de científicos ante el asombro de los lugareños: un eclipse de Sol.
Los eclipses de Sol son predecibles, digamos que muy predecibles. Se puede saber con milimétrica exactitud dónde y cuándo ocurrirán los eclipses de los próximos, por ejemplo, mil años. A qué hora, cuánto durarán y desde dónde se podrá observar. El “donde” es muy importante porque este tipo de eclipses no se ven en todo el planeta, solo se pueden observar desde delgadas franjas que cruzan la Tierra. Los eclipses se producen cuando un astro se cruza en el camino del otro. Un eclipse de Luna se produce cuando nuestro satélite entra en la sombra de la Tierra y un eclipse de Sol ocurre cuando la Luna pasa por delante del Sol. Los eclipses de Sol no serían tan espectaculares si no fuera por una gran casualidad: aparentemente el tamaño del Sol y La Luna son iguales. Esto es muy sorprendente porque se debe a una extraordinaria coincidencia cósmica: la Luna es 400 veces más pequeña que el Sol, pero la Luna está 400 veces más cercana a la Tierra, por tanto, el tamaño aparente de ambos cuerpos vistos desde la Tierra es casi el mismo.
La sombra que proyecta la luna sobre la tierra, llamada línea de totalidad, es una franja de no más de 200 kilómetros de ancho que recorre en unos minutos una porción de la superficie terrestre. Solo las personas situadas dentro de esta franja podrán ver el eclipse en su totalidad, podrán ver cómo la Luna cubre el Sol y la noche envuelve al día. El 2 de octubre de 1959 esa franja atravesó las Islas Canarias.
Los científicos de todo el mundo llevaban mucho tiempo preparándose para observar ese eclipse de Sol. Ese y todos los demás, ya que en esa época este fenómeno astronómico permitiría, durante unos minutos, investigar una parte de nuestra estrella, una parte de esta que sólo se puede ver cuando se oscurece el resto, la Corona Solar. Como su propio nombre indica, la Corona Solar es un halo que rodea al Sol. Mucho menos luminoso que el resto del astro, tiene mucho interés para los físicos solares. Debido a la deslumbrante luz que emite el Sol, esta zona más externa y tenue solo se podía observar durante los escasos minutos que la Luna nos hacía el favor de oscurecer al Sol. Se comprobó que la Corona es una parte muy dinámica y que cambia con el tiempo, con unos penachos que cambian con el ciclo solar. Hoy en día podemos ver la Corona Solar en cualquier momento gracias a la tecnología, pero eso es tema para otra ocasión.
Una legión de científicos de varias nacionalidades desembarcó en las islas con la esperanza de observar el eclipse. Se situaron dentro de la línea de totalidad que ni mucho menos abarcaba todas las islas. Los afortunados a los que les pasaría la sombra por encima fueron los habitantes de los municipios de La Orotava, Santa Úrsula, La Victoria, La Matanza, Tegueste, La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, el Rosario y Arafo en Tenerife, Las Palmas Santa Brígida, Ingenio, Telde y San Bartolomé de Tirajana en Gran Canaria y la zona de Jandía en Fuerteventura. Los astrónomos se situaron en las tres islas. Equipos ingleses, norteamericanos, holandeses, españoles y alemanes apostaron sus equipos a la espera del fenómeno.
La prensa informó del fenómeno y de cómo crecía la expectación según se acercaba la fecha. Más aún cuando en el aeropuerto de Los Rodeos, ahora Tenerife Norte, aterrizó un avión de combate F 101 B norteamericano. El objetivo de este avión a reacción era volar dentro de la línea de totalidad siguiendo la sombra lunar para así alargar la visión del sol eclipsado unos minutos más. Romerías de curiosos fueron hasta el aeropuerto para ver la aeronave. Pero según leemos en el diario “El Día” no todo era trabajo y ciencia. “las tareas continúan, aunque los científicos se hayan tomado unos días de descanso en que da gusto ver como se divierten. La piel de los norteamericanos, en particular, va adquiriendo la canela tonalidad del tostado al Sol. Al pie de la montaña del campamento, se abre una hermosa playa de arenas blancas y finas, que hacen las delicias de estos jóvenes con más apariencia de deportistas que de ingenieros eléctricos, físicos solares o astrónomos. A pesar de tenerlo archisabido, continúa haciéndose fuerte admitir que se trate de verdaderas autoridades en materia espacial o sideral. Pero, es así, no hay duda. Ayer tuvieron un nuevo gesto de alegre campechanería. Organizaron un festival al que invitaron a todos los expedicionarios de Fuerteventura”
Llegó el día del eclipse
Ahora sería un acto irresponsable por el peligro de causar una ceguera, pero los medios de comunicación de la época animaban a los ciudadanos a ahumar cristales para ver el eclipse. Así lo relataba el periódico “La Tarde”. “Preocupación de toda la antecedente mañana, el eclipse de Sol. Hacia las diez ya están preparando en la ciudad los que carecen de gafas antisol, sus cristales ahumados. En las cocinas se ha visto a los muchachos encendiendo sus papeles y aplicar la llama bajo un pedazo de cristalería, acaso precedente de alguna venta quebrada por los pelotazos imprevistos de las otras viejas horas callejeras”.
La noche lunar llegó a las 10 de la mañana y, aunque una multitud esperaba con ansia el fenómeno, a muchos ciudadanos le pilló el fenómeno por sorpresa. Muchos son los testimonios de campesinos que vieron con sorpresa que se hacía de noche y que sus animales se preparaban para dormir o cantaban de forma extraña. Es el caso de Agustín Alonso Elvira. Tenía 15 años. “Ese día iba a buscar los pasajes porque me iba a Venezuela donde, luego, pasé 23 años y allí vi otro fenómeno extraordinario: un aerolito pasar, una bola de fuego en el aire. No sabía que ese día habría un eclipse. Tras conseguir los pasajes, fui al Mercado con mi sereta a comprar. Había que hacer cola para recoger las papas racionadas. Entonces me agarró el eclipse y vi cómo todo el mundo ahumaba los cristales. El cuerpo se me quedó raro, como si hubiera estado de amanecida”. Este tipo de testimonio, recopilado en 2009 por el Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife, con motivo del 50 aniversario del eclipse, se recuerda aún, y no hay abuelo o abuela de las islas que no haya contado esa experiencia a sus nietos.
El eclipse, que atrajo hasta las islas a multitud de astrónomos de todo el mundo, también fue el desencadenante de que se retomara la posibilidad de instalar en Tenerife un observatorio astronómico. Podemos afirmar que, gracias a este baile entre la Tierra y la Luna, hoy tenemos uno de los mejores centros astrofísicos del mundo. Pero si quiere ver algo similar en Canarias debe tener mucha paciencia y sobre todo una excelente salud, ya que el próximo eclipse de Sol total que será visible desde las islas ocurrirá el 31 de julio de 2353.
AUTOR: Juanjo Martín
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Número 8, Artículo, Ciencia y Tecnología, Juanjo Martín, General