10 de mayo de 2022 – 00:00 GMT+0000Compartir
FacebookXWhatsAppCopy Lin
El desarrollo histórico de la tecnología se ha acometido desde el imperativo de lograr un dominio sobre la naturaleza. Sin embargo, ha conducido al punto de hacer emerger cierto descontrol sobre la propia evolución de la tecnología. Por otra parte, no resulta menos paradójico que el desarrollo tecnológico haya conducido a un control progresivo sobre el ser humano. Estos presupuestos son imprescindibles para abordar la cuestión del desarrollo de la robótica.
Ante todo, conviene recordar algunos detalles sobre el origen del término robot, así como sobre la historia del desarrollo de las tecnologías que han hecho posible su materialización. Por lo iluminadora que resulta, abordemos la cuestión del origen del término. En efecto, como ha subrayado J. Ojeda en su obra Robots de cine, resulta esclarecedor que este término surgió como una derivación de robota, una palabra checa que significa “trabajo forzado”. Se aludía así a las labores que los siervos estaban obligados a realizar, bajo las órdenes de los señores feudales. Una vez erradicado el régimen feudal, la palabra robota siguió denotando el trabajo más duro y servil. Así se vio a los robots durante mucho tiempo, como máquinas destinadas a realizar esos trabajos, como los nuevos esclavos técnicamente emergentes tras la abolición de la esclavitud. Sin embargo, en la actualidad podemos verlos ya como espejos del ser humano.
El robot como espejo de nuestro ser
¿Qué decir a propósito del espejo que nos mira y en el que nos miramos? Durante siglos se detuvo sobre él la mirada y el pensamiento de innumerables personas. Sin embargo, en los últimos tiempos tan sólo se le presta alguna atención a los espejos construidos en base a las tecnologías de la información y la comunicación. ¿Hemos de interpretar también la tecnología robótica como recurso de elaboración de los más sutiles espejos del ser humano? En todo caso, lo primero que tendríamos que advertir es que lo que menos ejerce la función de espejo es lo que está ante nosotros, como iluminador objeto fijado a una pared. Sea cual sea su fundamento técnico, el espejo se mueve hacia el mundo, pero lo hace en la misma medida en que el mundo se desplaza hacia él.
Si hablamos del ser humano, hay que recalcar la problematicidad de dicha interacción, puesto que no es nada fácil que tal movimiento del espejo hacia el ser humano y del ser humano hacia el espejo resulte ser fluido y clarificador. Suele suceder que el ser humano no llega a verse, pues sólo toma conciencia de una pequeña parte de lo que ve en el espejo hacia el que se inclina en un momento determinado o en el curso de una simplista praxis rutinaria. Los automatismos ahorran tiempo pero, en alguna medida, siempre resultan cegadores. Por otra parte, conlleva terribles riesgos no advertir la presencia de la cantidad de espejos que nos rodean. Muchos de ellos no reflejan directamente nuestro rostro, pues son otros rostros humanos. Sin embargo, la expresión que adoptan al mirarnos realiza asimismo una función especular. Muchas veces, además, lo hacen de manera más elocuente y profunda que los espejos que hay adheridos a las paredes. Esto sucede cada vez más intensamente con los robots que, paradójicamente, se han convertido en los más esclarecedores espejos de lo humano.
También hemos de referirnos, al pensar en la función especular, al espacio urbano en el que discurre nuestro transcurrir vital. Ante todo, hemos de reconocer que la población pocas veces se siente bien acogida y aceptablemente amparada en el espacio urbano en el que ha de habitar. Por ello, el creciente uso en el medio urbano de recursos basados en la inteligencia artificial y la robótica, por paradójico que parezca, está contribuyendo cada vez más a que el ser humano vea su rostro reflejado en el espejo de su ciudad. La ciudad es un espejo de lo que somos y, por difícil que nos resulte aceptarlo, no lo es menos de lo que deseamos llegar a ser. Por ello resulta particularmente significativo constatar que el apoyo robótico sea también esencial en este ámbito.
Máquinas y robots
He de decir que no es correcto, dadas sus impactantes capacidades, considerar al robot como una simple máquina. En todo caso, cada vez es más evidente que la frontera entre máquinas y robots es nebulosa. Un robot es una máquina que puede reaccionar de forma autónoma, para afrontar un problema implementando de forma espontánea una solución al mismo. En todo caso, lo primero que hemos de reconsiderar es la aplicación de la inteligencia artificial a la construcción de robots. Pero tampoco tal relación, entre IA y robótica, es sencilla de abordar. Un robot no es un algoritmo, es una realidad material y, dada su potencialidad, capacidad de interacción y de toma de decisiones, también hemos de considerarlo como una singular subjetividad. Su capacidad de acción se desarrolla y perfecciona mediante su transformación permanente a través de su confrontación con las tareas que ha de acometer. El robot ha de interactuar con seres humanos y con otros robots. Hay robots que reemplazan a los humanos en entornos peligrosos, como en la exploración espacial, en las profundidades marinas, en el interior de reactores nucleares, en las guerras, etc. Pero también hay robots que impulsan y posibilitan la trascendencia de lo humano. Por todo ello, puede darse en diversos entornos una dependencia de los humanos con respecto a los robots. De igual forma, es importante valorar el grado de autonomía de los robots en la toma de decisiones.
En ese contexto ha de ubicarse el problema de la responsabilidad de los robots, con la consiguiente apelación al trasfondo ético y jurídico que ésta tiene. Ello ha de hacerse distinguiendo entre una ética del sistema de IA empleado y una ética de su utilización concreta. Así pues, la autonomía de los robots puede analizarse desde dos vertientes, la operacional y la decisional.
AUTORA Domingo Fernández Agis
ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Número 11, Artículo , Universidad de La Laguna
Doctor por la Universidad de Granada con la tesis La identidad personal como imperativo social. Una aproximación desde Foucault y Derrida 2017. Dirigida por Dr/a. Manuel Salguero Salguero, Dr/a. María del Carmen Lara Nieto.
Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje
dferagi@ull.edu.es