10 de mayo de 2022 – 00:00 GMT+0000Compartir
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¿Cuántas noches te has sorprendido admirado el impresionante cielo estrellado? ¿En cuál de ellas aceptaste que no tienes ni idea de lo que pasa allá arriba y/o que eres infinitamente pequeño comparado con el resto del universo? Yo, por más visitas que haya hecho al planetario del Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife, visto en bucle tutoriales para localizar la Osa Mayor, y devorado las películas Contact e Interestellar, sigo perdiéndome entre tanta estrella, planeta, cometa, avión que pasa a lo lejos, etc. Soy de esas personas para las que la moda de regalar estrellas no tiene sentido alguno, entre otras cosas, porque no sabría encontrarla.
Rubén Sánchez Janssen, nuestro protagonista de la sección de este número, sin embargo, sí que sabría localizarla; es una de esas personas que entiende lo que pasa allá arriba. Tras licenciarse y doctorarse en Astrofísica por la Universidad de La Laguna, en el Instituto de Astrofísica de Canarias, Rubén decidió llevar su investigación a otras partes del mundo y seguir su trayectoria como investigador postdoctoral en Chile, en el Observatorio Europeo Austral, luego en Canadá, en el Instituto de Astrofísica Herzberg para, por último moverse a Escocia, donde se encuentra actualmente. Como científico del UK Astronomy Technology Centre, en Edimburgo, Rubén es parte del equipo que desarrolla nuevos instrumentos astronómicos dedicados a investigar la evolución de las galaxias, en particular las denominadas galaxias enanas. Éstas son galaxias pequeñas, compuestas desde 1000 hasta unos pocos miles de millones de estrellas; entre 100 y 10000 veces menos que la que contiene la Vía Láctea. Se trata de galaxias que, además de tener un menor número de estrellas, son menores también en cuanto a extensión. Dentro de las galaxias enanas hay distintos tipos y su identificación y distinción se basa en su forma y composición, lo está relacionado con la forma y el momento en que se formaron. Pero, ¿cómo se detecta la composición de una galaxia estando tan lejos? “Toda la información que tenemos del cosmos es luz. Cada uno de los elementos químicos absorbe luz a una determinada longitud de onda. Analizando el conjunto de longitudes de onda (espectro) de un objeto o en este caso una galaxia, es posible saber qué elementos lo forman”.
Y muchos dirán: pues muy bonito pero… ¿para qué? Aunque a algunos nos basta con investigar por el mero hecho de conocer y aprender, a otros les sabe a poco y necesitan un por qué más práctico. Y se entiende perfectamente. Pero, sintiéndolo mucho por este segundo grupo, la investigación de Rubén, como muchas en astrofísica, es puramente teórica. Aunque pueda considerarse menos práctica, gracias a la investigación llevada a cabo en esta área podemos conocer el origen y la diversidad del universo. Esto, entre otras cosas, nos ha permitido saber que, ahí afuera, a día de hoy, no se ha encontrado ningún elemento nuevo que no esté presente en la Tierra. Es decir que la tabla periódica bien podría ser universal. ¡Si es que al final todos estamos hechos de la misma pasta!
Además de su actividad investigadora una parte importante del trabajo de Rubén consiste en desarrollar instrumentación astronómica. Se trata de una actividad esencial para responder a las demandas de sus colegas astrónomos. Es el caso de la construcción del que será el telescopio más grande del mundo, el ELT (Extremely Large Telescope). Actualmente en construcción en el Desierto de Atacama (Chile), este telescopio tendrá 86 metros de largo, 73 metros de altura, y un espejo de 39 metros de diámetro (casi 4 veces más grande que los existentes hasta la fecha). Se estima que este telescopio, de tamaño superior al Coliseo de Roma, estará terminado en el año 2027; supondrá sin duda una mejora extraordinaria en términos de imagen y registro de datos.
La trayectoria de Rubén ha sido (y es) brillante y todo un éxito, pero como toda historia, tiene episodios complicados y momentos curiosos. Para empezar, estando en Edimburgo, tuvo que lidiar con la burocracia del Brexit, llevar una vida en ausencia de sol y lluvia perpetua y a circular con un coche y un cerebro diseñados para conducir por el lado contrario. Una vez en Chile, a los 6 meses de su llegada experimentó los 3 minutos más largos de su vida durante el terremoto de 8,8 de magnitud que tuvo lugar en febrero de 2010. Además, durante sus cuatro años en Chile, tenía que pasar unos 8 días al mes en el desierto (¡casi 3 meses al año!) haciendo uso del telescopio, mientras la mayoría de amigos y familiares entraban en fase REM. Y si desafiar los ritmos circadianos fuera poco, vivió la inquietante experiencia de que le robaran el coche, que luego fue recuperado por la policía, no sin antes haber sido utilizado para arrancar un cajero automático. El coche quedó inservible, pero la historia acabó bien (para Rubén): el seguro le proporcionó otro coche que es el que usa actualmente. Y para terminar (de momento) en relato de las aventuras extracurriculares, .
Aunque sin encuentros en la tercera fase, además de una trayectoria laboral e investigadora de admirable y un coche que lo lleva a donde sea, Rubén se espectador habitual de los algunos de los atardeceres y amaneceres más espectaculares que pueden verse en la Tierra (Desierto de Atacama, Chile); ha sido parte de algunos paisajes naturales documentados por National Geographic (British Columbia, Canadá). Pero sin duda lo más importante es que realiza y un trabajo que le apasiona.
AUTORA Raquel Villar-Hernandez
ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Número 11, Universidad de La Lagun