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La dinámica oceánica y su relevancia en el clima global

20 de enero de 2023 – 00:00 GMT+0000
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La comunidad científica lleva décadas alertándonos acerca del Cambio Climático en el que está inmerso el planeta y sobre las consecuencias que puede tener para las generaciones futuras. Sin embargo, la mayoría de sus esfuerzos para comunicar de forma eficiente el mensaje a la sociedad han sido baldíos, y lo cierto es que generalmente se habla del Cambio Climático más por el impacto que han generado personas mediáticas como Greta Thunberg o por eventos meteorológicos extremos. Ejemplos de estos últimos son la borrasca Filomena; los episodios de calima intensa vividos en Canarias; las sucesivas olas de calor, que han dejado registros históricos en ciudades como Londres o la sorprendente tormenta tropical Hermine. Con este artículo pretendemos exponer el Cambio Climático en sus justos términos, evitando caer en alarmismos en la ciudadanía. Y dado que nuestra especialidad es la oceanografía física, destacaremos el papel que juega el océano en el clima.

Empezando por el principio, es conveniente establecer una clara diferencia entre meteorología y climatología. La meteorología es la rama de la física que se ocupa del tiempo atmosférico y por tanto de hacer predicciones a corto plazo. Cuando hablamos del tiempo, nos referimos a si llueve o si viene una ola de calor o si nieva por encima de una determinada cota. Con estas predicciones al alcance de la meteorología se pueden realizar pronósticos con una alta fiabilidad en un horizonte temporal de una semana. Por otra parte, la climatología es la disciplina científica que se ocupa de las condiciones medias de temperatura y humedad y de las horas de sol, entre otros, que se dan en un determinado lugar. Al referirse a las condiciones medias, la climatología es capaz de realizar predicciones a más largo plazo, del orden de decenas de años, en tanto que estas se apoyan en tendencias observadas en las variables antes mencionadas. Así, seguramente cualquiera de nosotros podría aceptar como válida una predicción climatológica que apuntase a que en agosto de 2036 habrá temperaturas altas, mientras que a nadie se le pasa por la cabeza que sea fiable afirmar que, en un día concreto, como puede ser el 14 de julio de 2054, va a llover en Valle Guerra (Tenerife). Esta última afirmación, referida al tiempo atmosférico en un momento y lugar puntual, sería una predicción meteorológica, que como decíamos antes tiene horizontes de aplicabilidad mucho más cortos. En este sentido, no parece por tanto acertado que se hable de Cambio Climático tras eventos como Filomena o Hermine, en tanto que se trata de una borrasca y de una depresión tropical y que, por tanto, su estudio recae en el terreno de la meteorología.

«El conjunto de estos elementos constituye el sistema climático, en el que no sólo son relevantes sus elementos y las interacciones que se dan entre ellos, sino también el carácter dinámico de unos y otras»

Pues bien, el clima del planeta, que también viene determinado por las mismas variables que la meteorología (temperatura, humedad, etc.) pero a escalas temporales más grandes, es el resultado de complejas interacciones entre la atmósfera, la hidrosfera (conjunto del agua terrestre atmosférica, superficial y subterránea), la biosfera (sistema del conjunto de los seres vivos del planeta y sus interacciones), la litosfera (capa terrestre superficial sólida) y la criosfera (parte de la superficie terrestre donde el agua se encuentra en estado sólido). El conjunto de estos elementos constituye el sistema climático, en el que no sólo son relevantes sus elementos y las interacciones que se dan entre ellos, sino también el carácter dinámico de unos y otras. Una de las interacciones más relevantes tiene lugar entre la atmósfera y los océanos, de tal manera que el aire de la atmósfera y el agua de los océanos presentan corrientes que, entre otras cosas, contribuyen a transportar calor de unas zonas del planeta a otras, lo que tiene un gran impacto en el clima. 

Centrándonos en el océano, todas las corrientes en realidad forman parte de un complejo sistema mediante el cual se vincula el transporte de calor desde el ecuador hacia los polos, en la superficie del océano, con el transporte de calor hacia el sur en profundidades más allá de los primeros 1000 metros de profundidad. Sería algo así como los eslabones de la cadena de una bici: si en un tramo de la cadena los eslabones se mueven en una dirección, en el otro tramo de la cadena se mueven en la dirección opuesta, lo que garantiza la continuidad del movimiento. En la bici es necesario que alguien ponga la cadena en movimiento y lo mantenga, de manera que sin esas pedaladas constantes la cadena se pararía. En el caso del océano también es necesario un elemento que garantice el movimiento del sistema y la transferencia de calor asociada al mismo. La fuerza impulsora se produce en el entorno de Groenlandia, en el océano Atlántico: el aire frío procedente del Ártico extrae calor de la superficie del océano haciendo que las aguas se enfríen y ganen densidad, hundiéndose por debajo de las aguas más calientes y por ello menos densas. En este descenso a las profundidades se transfiere agua desde superficie hacia el fondo. Este es el “motor” que mantiene al sistema en funcionamiento; representan las pedaladas a las que nos referíamos antes, que mantienen a la bici en movimiento. Esta cadena se completa con una circulación de las aguas que viajan hacia el Pacífico a través del Índico Sur, para volver al Atlántico por el Índico Norte, ya más calientes y contribuyendo a iniciar de nuevo un ciclo que tiene una duración estimada de unos 1000 años.

«Este sistema de corrientes ha recibido muchos nombres, entre los que destacan Circulación Termohalina y Circulación Meridional de Retorno (MOC por sus siglas en inglés)»

Este sistema de corrientes ha recibido muchos nombres, entre los que destacan Circulación Termohalina y Circulación Meridional de Retorno (MOC por sus siglas en inglés). Además, en tanto que el Atlántico Norte contribuye de forma decisiva a mantener este sistema de corrientes, se habla también de la Circulación Meridional de Retorno Atlántica (AMOC). Antes decíamos que la cadena se mueve siempre que alguien impulse los pedales. Algo similar ocurre con la MOC: es necesario forzar la formación del agua profunda para que toda la circulación se mantenga activa y la dinámica oceánica contribuya a la regulación del clima global. 

Es por esto que la comunidad científica presta especial atención a la AMOC, observando regularmente su estado de salud. Se encuentra así en condiciones de poder informar a la ciudadanía de las predicciones climáticas que pudieran derivarse en caso de que algo no estuviese funcionando convenientemente en la cadena de la bici.

AUTORES Francisco Machín y Borja Aguiar González

ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 13, Artículo, Ciencia y SociedadUniversidad de La Laguna