20 de enero de 2023 – 00:00 GMT+0000Compartir
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El espacio. Ese viejo conocido que es como una metáfora de nuestras vidas, con sus arribas y abajos, sus adelantes y sus atrases, y sus izquierdas y derechas, ¿verdad? El espacio es ese compañero tranquilo y entendible en la locura que es la ciencia ficción, eso que nos falta cuando vamos a hacer una mudanza, o lo que le pedimos a las personas que nos importunan. Aquello que arañamos en nuestros ordenadores y móviles, lo que algunos temen y otros desean. El espacio es un concepto que todos comprendemos y conocemos bien, ¿verdad?
En realidad, el espacio tiene sus flecos. El concepto de espacio que manejamos normalmente es lo que recibe el nombre de espacio Euclidiano, cuyas bases teóricas matemáticas fueron asentadas por Euclides, en su trabajo Elementos (~300 a.C.). Newton, en consonancia con Euclides, lo entendía como una entidad en sí misma, una caja donde se colocaban las estrellas, los planetas y las personas y que era perfecto e inmutable, imperturbable por lo que pasaba dentro. Es el espacio del día a día, en el que se desarrollan las vidas de Shakespeare in Love (1998) o El padrino (1972). Este es nuestro mundo, en el que para visitar a un amigo debemos recorrer físicamente la distancia entre nuestra casa y la de nuestra amistad. En el que, si queremos ganar una carrera de las muchas que se representan en, por ejemplo, Asetto Corsa (2014), debemos pasar con nuestro vehículo por cada una de las rectas y las curvas del circuito. Pero… ¿Y si hubiese una manera de poder aparecer directamente en la meta desde la salida? ¿Y si pudiéramos dirigir nuestro coche en una dirección más, una invisible, que nos permitiese acortar el recorrido?
MEANDROS IMPOSIBLES POR EL ESPACIO
Claro, que esas preguntas tienen una clara respuesta negativa. No se puede acortar por una pista de carreras, y no se puede aparecer de repente en otro lugar. Excepto… que ya en nuestro espacio del día a día, nos encontramos con una curiosa paradoja. Si avanzamos en línea recta por la superficie de la Tierra, con unas botas que nos permitan flotar sobre el agua y más ganas de caminar que Tom Hanks en Forrest Gump (1994), descubriremos, no sin cierta sorpresa, que llegamos al punto del que partimos. A pesar de caminar en línea recta según nuestros sentidos, habremos llevado a cabo un círculo. Nuestra existencia algo plana se habrá encontrado así con la majestuosa tridimensionalidad de nuestro planeta casi esférico.
Por una razón análoga, aunque somos incapaces de percibirlo, las matemáticas nos permiten entender que, en realidad, el espacio no es inamovible ni imperturbable. Debemos dejar atrás a Euclides y ponernos en las manos de Minkowski y Einstein. El primero estableció el esqueleto matemático sobre el que se sustenta un espacio interlazado con el tiempo, un espacio-tiempo de cuatro dimensiones. El segundo nos reveló que éste se estira y se contrae, se modifica de extrañas maneras cuando se coloca masa -las estrellas, los planetas y las personas, entre muchas otras cosas -en su interior.
De esta manera, estirando y tirando lo suficiente podríamos poner en contacto dos partes distintas del espacio al mismo tiempo, como en Portal (2007), donde una extraña Inteligencia Artificial (IA) te reta a resolver puzles con una pistola que es capaz de crear precisamente esas uniones. O incluso cosas más extrañas, como ocurre en Antichamber (2013), donde se lleva el concepto de geometría no euclidiana a un nuevo nivel, con pasillos que llegan a distintas habitaciones dependiendo de en que dirección se avance, escaleras que parecen ascender pero que en realidad descienden o cubos que tienen muchas más que seis caras.
Sin embargo, esta deconstrucción de una de las sensaciones más básicas de las que procesa nuestro cerebro abre la puerta a un tipo nuevo y extraño de terror. Así lo uso H.P. Lovecraft en La llamada de Cthulhu (1926), al usar algunas de estas ideas para describir un lugar sobre la Tierra donde las leyes naturales se veían acosadas e incluso quebrantadas por el más conocido de sus dioses antiguos. Y más recientemente, el youtuber Kane Pixels explora estas terroríficas ideas que ponen a prueba nuestra concepción del universo a través de su serie de cortos The Backrooms (2022), donde el concepto de geometría no euclidiana se ejemplifica a través de pasillos infinitos, suelos que existen en una dirección y… ¿viajes en el tiempo?
ATAJOS TEMPORALES POR EL LABERINTO
Así es. Como el tiempo y el espacio están entrelazados de manera fundamental, de la misma manera que, en teoría, puede modificarse el espacio hasta que dos puntos separados se toquen, lo mismo puedo hacerse con el tiempo. De esta manera, cruzando lo que parece una distancia espacial en realidad se podría viajar en el tiempo. Este es el eje principal sobre el que se sustenta la trama de El ministerio del tiempo (2015), ejemplo patrio de serie de ciencia ficción, donde un ministerio secreto controla dichos nexos de uniones temporales para evitar que la historia de España, y el mundo, se vea alterada, y mantener el tiempo como siempre ha sido. De una manera parecida, aunque a menor escala, se desarrolla Outer Range (2022), un Western moderno mezclado con ciencia ficción donde uno de estos portales temporales aparece en las tierras de unos vaqueros cuya nuera acaba de desaparecer, y donde el orden de los acontecimientos deja de estar claro debido a esto.
Estos son algunos de los secretos que esconde el espacio, ese viejo compañero que creemos conocer desde que nacemos. Nuestras percepciones y nuestras sensaciones son las que son, limitadas por nuestros sentidos y la escala de nuestra existencia. Sin embargo, con espejos y humo, la magia de la ficción, podemos acercarnos a experimentar los flecos de un espacio flexible y extraño.
AUTOR Rodrigo Delgado Salvador
ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Numero 14, Artículo, Ciencia y Sociedad, Universidad de Laguna