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Lunes 23 de diciembre de 2019

 

“Bajo su gruesa atmósfera se esconden grandes acumulaciones de metano y etano en estado líquido, formando ríos, mares y lagos que ocupan grandes extensiones de ese mundo.”

Un lugar frío, inhóspito, donde el cielo está cubierto por una espesa neblina. A nuestros pies, un mar de hidrocarburos. Estamos en Titán, la mayor luna de Saturno y la segunda del Sistema Solar. Un satélite más grande que Mercurio y el único con una atmósfera relativamente importante. Se trata de un mundo de roca y hielo que acompaña al señor de los anillos en su viaje alrededor del Sol, un mundo que guarda multitud de secretos, de los cuales algunos desvelaremos a continuación.

De Saturno se conocen, a día de hoy, 82 lunas, 20 de las cuales se acaban de descubrir. Estos satélites pueden ser esféricos e irregulares. La mayoría de los irregulares son asteroides que se acercaron demasiado al planeta y acabaron capturados por éste, pasando a formar parte de su sistema. Es el caso de Febe, un centauro (cuerpo rocoso-helado que órbita en el exterior del Sistema Solar) que, en su camino al Sol, acabó como luna de Saturno. Por otro lado, los satélites esféricos tienen masa suficiente para alcanzar el equilibrio hidrostático, es decir, para adoptar la forma redondeada tan característica de planetas y lunas. Algunos ejemplos son Encélado, Mimas, Rea, Dione o Titán. Casi todos los cuerpos de este tipo guardan una proporción muy similar de hielo y roca (50%-50%), mundos helados de baja densidad muy parecidos entre sí.
Sin embargo, si observamos con más cuidado, Titán se distingue bastante del resto. Mientras que casi todos los cuerpos poseen una superficie relativamente aburrida, la de Titán es de las más interesantes del Sistema Solar. Bajo su gruesa atmósfera se esconden grandes acumulaciones de metano y etano en estado líquido, formando ríos, mares y lagos que ocupan grandes extensiones de ese mundo. Todo esto lo sabemos gracias a los datos aportados por la sonda Cassini y el módulo de exploración Huygens, que llegaron a Saturno en 2004. Menos de seis meses después, Huygens aterrizaba sobre la superficie de Titán, aportando, en su descenso, multitud de datos e imágenes. Por ejemplo, las fotografías de una región montañosa y una llanura llena de guijarros que muestran con claridad los efectos de la erosión producida por las masas líquidas del satélite.

La batería del módulo, una vez alcanzó la superficie, sólo duró una media hora, tiempo durante el cual suministró información muy interesante acerca de este mundo. Sin embargo, no se acabaron aquí las sorpresas: la sonda Cassini, en posteriores acercamientos a Titán realizados durante sus casi trece años de misión mostró, gracias al radar que llevaba incorporado, otros secretos de la superficie, secretos que, con la luz visible, eran imposible de detectar a causa de la gruesa atmósfera que cubre al satélite.

Esta atmósfera está formada por un 95% de nitrógeno y un 5% de metano. Por otro lado, a pesar de que la existencia de Titán es conocida desde 1665, su atmósfera no fue descubierta hasta 1907 gracias al astrónomo español Josep Comas i Solà, observación confirmada en 1944 por el holandés Gerard Kuiper gracias a la detección de metano mediante espectroscopía. Más adelante, en el año 2006, investigadores de la Universidad del País Vasco realizaron un minucioso estudio sobre las nubes de metano que se forman en el cielo de Titán. Encontraron que estas nubes, cuando se dan las condiciones propicias de humedad y temperatura, precipitan el hidrocarburo en forma de lluvia y tormentas intensas. Dichas lluvias acaban alimentando a los ríos, mares y lagos con el compuesto, compuesto que luego vuelve a formar nubes mediante evaporación. Efectivamente, en Titán encontramos no un ciclo del agua sino de metano, el único lugar del Sistema Solar, aparte de la Tierra, donde se da este fenómeno. Pero las nubes de metano no son lo único que se ha detectado en esta atmósfera. Gracias a los datos aportados por la misión Cassini-Huygens se han encontrado moléculas orgánicas complejas como hidrocarburos aromáticos policíclicos (IAA-CSIC, 2013) o acrilonitrilos (NASA, 2017). La existencia de estas moléculas da pie a pensar en que es posible encontrar compuestos aún más complejos y quién sabe si vida, aunque esa es ya otra historia. Es cierto que la atmósfera de Titán es muy parecida a la que tuvo la Tierra primitiva, pero las temperaturas son demasiado bajas para el desarrollo de organismos complejos. A pesar de ello, no se descarta que esta luna de Saturno acabe siendo, a largo plazo, apta para la vida.

En aproximadamente cinco mil millones de años nuestro Sol aumentará de tamaño y alcanzará, como mínimo, la órbita de Venus. Esto provocará que los planetas gaseosos tengan temperaturas más altas, y lo mismo ocurrirá con sus lunas. En Titán, al igual que en el resto de lunas heladas, el hielo que forma gran parte de su corteza se fundirá, creando grandes océanos que cubrirán su superficie. Este ambiente será similar al de la Tierra, convirtiendo al satélite en un lugar mucho más apto para el desarrollo de la vida tal y como la conocemos. Aun así, Titán todavía guarda muchos secretos, sólo conocemos la punta del gigante iceberg que es.

 

REDACCIÓN DANIEL PRIETO


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 5, Artículo, Ciencia y tecnología, Hipótesis, Daniel Prieto, Universidad de La Laguna

Daniel Prieto
Graduado en Física por la Universidad de La Laguna y Comunicador Científico

Graduado en Física por la Universidad de La Laguna y comunicador científico. Presentador del podcast de divulgación científica Palique Divulgativo, centrado en contar la ciencia y cultura de Canarias.

paliquedivulgativo@gmail.com