4 de octubre de 2022 – 00:00 GMT+0000Compartir
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Debe existir alguna fuerza humana, algún tipo de chispa cerebral que nos impulsa a opinar sobre cualquier cuestión, sepamos de ella o no. Nos comportamos como si opinar fuera obligatorio, como si el hecho de reconocer que no sabes sobre una materia nos relegara al pupitre de los burros ante las risas de toda la clase.
La tendencia a opinar y sentar cátedra sobre asuntos que nos son ajenos, pero no de importancia menor se agudizó durante la pandemia: de repente nos dimos cuenta de que contábamos entre los nuestros con un elevado número de expertos y expertas en epidemiología de la que no teníamos idea. Llegó después el turno de los meteorólogos/as; y los mismos expertos en epidemiología resultó que también lo eran en la predicción y análisis del tiempo. La última ola conocida es la que se ocupa de la ingeniería forestal y la prevención y control de incendios. .
Pero seamos honestos, la mayoría de nuestras opiniones sobre estos temas y de las teorías en las que se sustentan que propagamos por las redes sociales no son de cosecha propia. En muchas ocasiones nos limitamos a replicar las opiniones de otros; nos limitamos a propagar su fuego dialéctico. Lo hacemos porque esas elucubraciones nos parecen lógicas y razonables. El problema estriba en que en muchas ocasiones no nos detenemos a reflexionar por qué esa opinión o teoría que nos parece tan “lógica” nos es sin embargo abrazada por los técnicos; un proceso que nos lleva muchas veces al callejón sin salida de la conspiración. En este artículo queremos analizar los cuatro bulos más comunes sobre los incendios forestales.
Canarias necesita una base permanente de hidroaviones
Esta es una de las principales demandas que saltan cada vez que se atisba humo en los montes de las islas. En la actualidad Canarias dispone de 14 helicópteros (pesados, medianos y ligeros) y un avión de carga en tierra (ACT) para la lucha contra los incendios forestales. Esto quiere decir que solo se dispone de un avión, y ni siquiera es un hidroavión. Esta aeronave, con base en La Gomera, necesita recargar agua en un aeropuerto. ¿Por qué es así? Durante el último gran incendio de las islas, ocurrido en el norte de Tenerife a principios del pasado mes de agosto, la polémica helicópteros versus hidroaviones volvió de nuevo a ser tema de debate. Fieles a la cita, muchos se llevaron las manos a la cabeza denunciando que Canarias no dispone de una base permanente de hidroaviones. La realidad es que, efectivamente, los hidroaviones son capaces de descargar mucha cantidad de agua en una sola pasada, pero lo que no se tiene en cuenta es que la orografía de las islas no hace de estos dispositivos los más eficaces. Los hidroaviones son muy eficaces en montes llanos, donde pueden realizar maniobras de aproximación y descarga sin problemas. Sin embargo, la escarpada geografía canaria dificulta mucho este tipo de maniobras, haciéndolo, en muchas ocasiones, inútil o peligroso. Así lo recordaba el director de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, Federico Grillo, que afirmaba que es positivo tener hidroaviones en la región, “porque salvan mucho, es un medio que llega relativamente rápido y los miembros del 43 Grupo son grandes profesionales” pero no se inclinaba por este tipo de medios. En su cuenta de Twitter lo dejaba claro:
<<Aun hay gente que insiste en pedir una base de hidroaviones y no son la mejor opción en nuestras montañosas islas. Son muy caros y poco eficientes a media ladera. Con el precio de 1 tendríamos 8 helicópteros. Descarga en Inagua en 2020, el agua no llega al suelo. #IFLosRealejos >>
Si bien los hidroaviones pueden descargar una gran cantidad de agua, la capacidad de repetir cada operación es pequeña. Sin embargo, los helicópteros pueden cargar agua en lugares cercanos al incendio, como charcas, presas o incluso piscinas privadas; por su parte los hidroaviones tienen que cargar agua en un puerto, siempre y cuando las condiciones de la mar lo permita. Así, mientras que los helicópteros pueden descargar agua sobre las llamas cada 5 minutos, un hidroavión necesita 30. Además, los responsables de extinción pueden coordinar varios helicópteros para formar un carrusel que son capaces de lanzar agua sobre las llamas cada minuto. Sin duda, los hidroaviones no son la mejor opción para Canarias.
Deberían enviar todos los medios disponibles desde que se declara un conato
Otra cuestión que enerva a muchos opinadores, profesionales y aficionados, es el envío progresivo de medios, a medida que evoluciona el fuego. ¿No es mejor mandar todo lo que tenemos desde el primer momento y evitar que un conato se convierta en incendio? De nuevo, a primera vista y en la dinámica del razonamiento lineal al que tendemos, nos parece que es lo razonable. Sin embargo, la realidad nos dice otra cosa. Quizás lo podamos ver mejor con una analogía médica. ¿Qué pasaría si a los pacientes con síntomas leves se les hicieran todas las pruebas posibles y se le ingresara en la UCI para evitar que se complique en algo peor? Sin duda, las veinte primeras personas que lleguen a urgencias con dolor de garganta o con un tobillo torcido se sentirán estupendamente tratados y atendidos, no habrá peligro de complicaciones. El problema llega cuando ingresa un herido grave de accidente de tráfico, y luego una parada cardiorrespiratoria, más tarde un ictus y después un fallo renal. Estas personas, que sí tienen problemas serios, no podrían ser atendidos porque las camas están ocupadas con pacientes leves, y muy posiblemente morirán. El quid de la cuestión radica en que ¡los recursos son limitados! La mayoría de los conatos no se convierten en incendios. Las condiciones meteorológicas o el tipo de combustible que está ardiendo determinan si un conato llegará a convertirse en un gran incendio o no. Si comprometemos todos los recursos en cada chispa con humo no veremos muy pronto con insuficientes recursos para abordar incendios realmente peligrosos; si empleamos a todos los bomberos disponibles a un incendio, cuando estos necesiten descansar ¿quién los relevará? ¿dejamos el fuego solo a la espera de la recuperación de los efectivos? o ¿vamos dosificando la entrada de medios para mantener un ataque constante y sostenido?
Los incendios se producen porque el monte está sucio
Esta es otra de las recurrentes “serpientes de verano” asociadas a los incendios. Según el catedrático de Ecología de la Universidad de La Laguna José Ramón Arévalo “tenemos un concepto urbano de la naturaleza”. Explica el profesor Arévalo que solemos pensar en los montes como parques temáticos. No podemos extrapolar nuestro concepto moderno y urbano de la limpieza a las masas forestales. Un parque urbano limpio es aquel donde las ramas están bien cortadas y los barrenderos han recogido del suelo todas las hojas. Pero un monte no es así. Según Mónica Parrilla, Ingeniera Técnica Forestal por la Universidad de Valladolid y asesora de Greenpeace “los ecosistemas forestales no sólo están formados por árboles sino que son ecosistemas complejos donde también habitan especies herbáceas, matorral, arbustos, árboles muertos en pié y ramas y troncos caídos en el suelo. Cuanta mayor es esta diversidad biológica y estructural, más biodiversidad alberga, mejor es el estado de conservación y mayor es su resiliencia”.
La famosa pinocha no es otra cosa que las hojas “acículas” de los pinos que el tiempo acumula en el suelo. Este material era utilizado en la ganadería tradicional de las islas y, aunque cada vez menos, aún se continúa extrayendo para su utilización agrícola. Se repite hasta la saciedad, sin información, que las autoridades ya no permiten la extracción de este recurso forestal. La realidad es que el descenso de autorizaciones está ligado al descenso de solicitudes, provocadas por el paulatino abandono del campo. De cualquier manera la limpieza de la pinocha de los montes no es una buena idea. Wolfredo Wildpret, catedrático emérito de la Universidad de La Laguna, en declaraciones a Canarias Radio, defendió que el bosque “no solo son los pinos” sino todos los elementos “incluso las bacterias más pequeñas del suelo” tienen su labor para que “el bosque funcione”. La pinocha también es bosque. Y tiene muchas funciones vitales para la supervivencia de este. Evita que el agua de la lluvia erosione el suelo, acumula la humedad del ambiente y su descomposición aporta nutrientes al suelo. Además, parece que la presencia de más o menos pinocha es intrascendente para la propagación en un gran incendio forestal. Más allá de limpiar las zonas próximas a las carreteras, la pinocha mejor que se quede donde está.
Apagar los incendios con agua de mar es peor que el fuego
Esta cuestión es mucho más rápida de contestar que las anteriores. Lo primero que se debe tener en cuenta es que, como explicamos más arriba al desmontar el primero de los bulos, la gran mayoría de los incendios que ocurren en las islas son apagados gracias a la acción de los helicópteros, aeronaves que toman el agua de embalses de agua dulce, y muy frecuentemente, potable. Sin embargo, cuando operan los hidroaviones, estos sí vierten agua del mar sobre los incendios. ¿Esto es bueno o malo? El profesor Arévalo zanjó la duda contundentemente durante una entrevista sobre incendios forestales en el programa Doble Hélice 3.0 de Radio Nacional, cuanto afirmó “¿qué quieres?, que apaguen el fuego con agua mineral natural” (en realidad mencionó una marca comercial). Después de la broma explicó que el daño que produce el fuego es mucho mayor que los posibles efectos de las sales del agua marina en el suelo; que ante la urgencia, es más efectivo apagar el fuego rápidamente antes de que afecte, no solo al monte, sino a poblaciones.
AUTOR Juanjo Martín
ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Número 12, Artículo, Ciencia y Sociedad, Universidad de La Laguna
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jjmartin@fg.ull.es