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En el jardín de Ockham

El mal de ojo, las cabañuelas y nuestra necesidad de sobrevivir

20 de enero de 2023 – 00:00 GMT+0000
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La mente humana es extraordinaria. Todo nuestro cuerpo, incluido la máquina central que llamamos cerebro, está diseñado con un único objetivo: sobrevivir. Sobrevivir significa no padecer entre las fauces de un león o infectado por un virus. Sería muy extenso relatar aquí todos las ventajas evolutivas que poseemos para sobrevivir un día más en este planeta. Pero hoy, nos fijaremos en uno muy curioso que tiene que ver con las creencias y las supersticiones. 

En tiempos donde la ciencia no estaba ni se le esperaba, el ser humano tenía la misma sed por responder a las preguntas que les lanzaba la naturaleza que en estos momentos. Deseaba explicar, como ahora, lo que pasaba a su alrededor. Estaban desposeídos de todos los conocimientos que hemos heredado nosotros, seres solos ante un desierto de desconocimiento. No debemos mirar de una manera condescendiente a los hombres y mujeres de las generaciones pasadas, pues bastante hicieron con lo que tenían a mano. Me gustaría saber qué hubiera hecho yo, sin saber nada de medicina, sin educación, en medio de la peste negra; seguramente hubiera reaccionado igual que mis antepasados: encomendándome a Dios. Los antiguos habitantes del planeta tenían motivos para arrojarse a los brazos de las creencias y mitología. No tenían acceso a la educación, no existía la ciencia ni sus resultados, no podían asistir a eventos divulgativos como los que se realizan en nuestras ciudades hoy en día, no tenían a mano la mayor herramienta de conocimiento de nuestra historia: internet. Pero ¿qué excusa tenemos nosotros?

«Me resulta inverosímil que, en esta época, se sigan dando las mismas explicaciones que se aportaban en la Edad Media a ciertos fenómenos»

Me resulta sorprendente que, a día de hoy, se continúen difundiendo creencias nacidas hace siglos. Me resulta inverosímil que, en esta época, se sigan dando las mismas explicaciones que se aportaban en la Edad Media a ciertos fenómenos. ¿Por qué hacemos esto?

En su afán por sobrevivir, nuestros antepasados trataban de buscar explicaciones “lógicas” a lo que pasaba a su alrededor. ¿Qué el Sol se movía sobre nuestras cabezas? Pues era porque la Tierra estaba quieta y nuestra estrella giraba a su alrededor. ¿Llega una epidemia? Era cosa de un dios enfadado. ¿Qué caía un meteorito? Una señal divina. De ahí que también elaborasen soluciones e hicieran  predicciones de los fenómenos. Es el caso de las Cabañuelas, el primer método para la predicción del tiempo. 

Las Cabañuelas

En el pasado, el tiempo meteorológico era mucho más importante que ahora. Se dependía mucho más de la cosecha. Una sequía o una inundación podría marcar la diferencia entre la vida o muerte de tu familia. De ahí que se diseñaran métodos para intentar predecir cómo de bueno o malo sería una época del año. Las cabañuelas consisten, y hablo en presente porque aún se utilizan, en predecir el tiempo en una región a partir de los fenómenos meteorológicos observados en unos días determinados y en un lugar concreto. El método tiene muchas variantes, casi todas utilizadas en el iberoamerica. Pero básicamente consiste en que, si un día llueve en un lugar, también lloverá en un sitio y en un mes que determina unas tablas.

«Pero básicamente consiste en que, si un día llueve en un lugar, también lloverá en un sitio y en un mes que determina unas tablas»

Puedo entender que esta sea una manera de predecir el tiempo en la edad media, pero no deja de resultar inconcebible que, hoy en día, existan seguidores de esta creencia que nunca, como es lógico, pasa del 50% de capacidad predictiva y que carece de cualquier atisbo de racionalidad. Piensen en este símil para la predicción de accidentes de tráfico. Si hoy se produce un accidente en mi calle, eso indica que en otra región, dentro de 6 meses también se producirá otro. Puede que sí o puede que no. Si finalmente no se produce, nadie recordará ese error de cálculo, pero, si por casualidad, ocurre un accidente el día predicho, se me encumbrará para siempre. Los adivinos solo necesitan acertar una vez para ganar credibilidad. Pero ¿por qué recordamos solo determinados aciertos o errores?

La supervivencia sesgada

Si le preguntan a matronas o ginecólogos/as sobre si la Luna influye en los partos, un número no despreciable de especialistas te dirá que sí, que sí influyen las fases de la Luna en el nacimiento; que ellos lo han comprobado. Hoy sabemos, por multitud de estudios basados en millones de nacimientos que, en realidad, las fases lunares no influyen en que nazcan más o menos niños. Les recomiendo, entre otros, el trabajo “Influencia externa en los partos: efecto lunar gravitacional y meteorológico” de Félix Morales-Luengo. 

Pero, si no hay ninguna relación ¿por qué existe ese convencimiento? La psicología tiene muy bien estudiado este sesgo cognitivo y lo explica. Lo que nos pasa, básicamente, es que no nos gusta que no lleven la contraria. Por eso, nos pasamos la vida reforzando nuestras opiniones, recabando pruebas que nos den la razón. Aquellas personas que crean en que la Luna influye en la natalidad y que, por casualidad, al salir del paritorio, vean una gigante Luna llena dirán “¡Ajá, lo ves, tenía razón!” y ese momento quedará mucho mejor grabado en nuestro disco duro que todos aquellos donde al salir no hayan contemplado a nuestro satélite. Es el mismo fenómeno que nos lleva a leer una determinada línea editorial y no otra. Si eres progresista consumirás medios afines y si, por el contrario, eres conservador los medios contrarios, y todo para que nos den la razón.

Continuamos creyendo en supercherías por ese rescoldo de supervivencia que aún habita en nuestro cerebro. No es difícil observar carritos de bebés “protegidos” por escapularios mágicos contra el mal de ojo. Si hablamos con los padres sobre cómo funciona esa maldición, no me cabe duda de que reconocerán que la capacidad de una persona para enfermar a otra solo con su mirada no se sostiene, pero del mismo modo, todos nos contestarán “por si acaso, yo se lo dejo puesto”.  Aunque reconocemos que no creemos en la magia, preferimos mantener esos ritos por supervivencia. Pero, al contrario que nuestros antepasados, ahora sí tenemos acceso a la Ciencia, ahora sí podemos averiguar si estas charlatanerías tienen base o no, ahora tenemos información, pero no la queremos.

AUTORA Guillermina O. JJMS

ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 13, Artículo, Ciencia y SociedadUniversidad de La Laguna

Guillermina O.
Investigadora