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¿Es posible envejecer saludablemente?

10 de mayo de 2022 – 00:00 GMT+0000
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Las Naciones Unidas han declarado que, en los próximos 10 años (2021-2030), el mundo deberá aunar fuerzas para ejercer con la finalidad de potenciar el envejecimiento saludable: la década del envejecimiento saludable ha comenzado.

El motivo es que hay ya más de mil millones de personas que tienen 60 años o más con un mayor riesgo asociado de sufrir enfermedades crónicas; lo que conlleva un elevado coste sanitario. Sin embargo, la sociedad aún no tiene claro qué es en realidad el envejecimiento. Ni siquiera los gerontólogos, los especialistas que estudian los procesos y problemas asociados al envejecimiento en sus aspectos biológicos, clínicos, psicológicos, sociológicos, legales, económicos y políticos, saben realmente por qué envejecemos, limitándose a tratar sus consecuencias.

Hay dos vertientes de pensamiento en la comunidad científica dedicada al estudio del envejecimiento: los que piensan que la vejez es una condición humana, inherente a la vida y, por ello, inevitable y, por otro lado, los que opinan que se trata de una enfermedad progresiva con un amplio espectro de consecuencias patológicas y, por lo tanto, tratable, reversible y evitable. En las siguientes líneas trataré de exponer qué medidas se pueden adoptar para cumplir años con la mejor salud posible. Pero antes, permítanme hablarles brevemente sobre qué es envejecer en términos biológicos.

«Presenta también problemas de comunicación con otras células, lo que genera problemas de coordinación en las cadenas de suministros de nutrientes, generando daños que pueden ser fatales»

Una célula envejecida es una célula que pierde eficiencia. Es una célula con limitaciones para producir la energía necesaria para desarrollar sus funciones; que gestiona bien los residuos celulares; acumula gran cantidad de materiales de desecho hasta el punto que llegan a ser tóxicos. Presenta también problemas de comunicación con otras células, lo que genera problemas de coordinación en las cadenas de suministros de nutrientes, generando daños que pueden ser fatales. Todo esto está propiciado por cambios en su genoma y en su epigenoma; es decir en el manual de instrucciones por efecto de las numerosas divisiones celulares y las agresiones externas que pueda sufrir, que acarrea una pérdida de esa información. Sabemos que nuestro genoma es idéntico en todas las células del organismo; pese a ello una neurona es muy distinta de un hepatocito (célula del hígado). Esto se debe a modificaciones epigenéticas, que son las que propician la expresión de unos genes y el silenciamiento de otros determinando así cada identidad celular. Por ejemplo, un hepatocito necesitará genes para metabolizar e inactivar compuestos que son tóxicos, pero, como no necesita sintetizar neurotransmisores, desactiva ese gen. Las modificaciones epigenéticas funcionan como interruptores de los genes. Sin embargo, las marcas epigenéticas de las células de un tejido envejecido no se parecen mucho a las que presentaba cuando las células del tejido era joven. Como las cicatrices en la piel unas aparecen mientras que otras se pierden, alterando así la información inicial. Con el paso del tiempo, tras cada división o como resultado de alguna agresión externa, se va perdiendo paulatinamente información, lo que acaba causando cambios en la identidad y el funcionamiento de las células; es lo se llama senescencia o envejecimiento celular.

Al extraer células humanas jóvenes y cultivarlas en una placa de Petri, observaremos entre cuarenta y sesenta divisiones antes de que sus telómeros, los bordes protectores de los cromosomas, se acorten de forma crítica. Este tope de divisiones se conoce como “límite de Hayflick”, en honor a su descubridor, y se trata de una especie de obsolescencia celular programada. Esto es algo que se mantiene a lo largo de la evolución ya en los organismos unicelulares. Sin embargo, las células tienen mecanismos para que la velocidad de división sea más rápida, o más lenta, y ello depende en gran medida de sus necesidades y de su grado de estrés. Una célula sometida a estrés detendrá su división hasta que se den condiciones favorables. Además, aprovechará esa “parada técnica” para activar mecanismos de reparación y limpieza celular. Así, sin tener en cuenta otros factores, a menos divisiones, menos envejecimiento. Es como un confinamiento que utilizas para recoger, limpiar y ordenar la casa. Por otra parte están los agentes mutágenos, como los que encontramos en el tabaco, en el alcohol o en la carne roja, que aceleran el envejecimiento de ciertos tejidos.

«Detrás de un aspecto físico juvenil podemos tener unos pulmones, un colon o unas mamas muy envejecidas, lo que explica la aparición de ciertos tipos de cáncer en edades más tempranas»

Aunque no haya consenso acerca de si el envejecimiento es o no reversible, al menos en un organismo tan complejo como el nuestro, sí que hay evidencias de que es el principal factor de riesgo para la aparición y la gravedad de múltiples enfermedades crónicas, que deterioran la calidad de vida en nuestra última etapa vital. Sin embargo, debemos tener en cuenta que no todos los tejidos del organismo envejecen a la misma velocidad. Es decir, detrás de un aspecto físico juvenil podemos tener unos pulmones, un colon o unas mamas muy envejecidas, lo que explica la aparición de ciertos tipos de cáncer en edades más tempranas. Hoy en día es posible medir el envejecimiento biológico por esas marcas epigenéticas, esas cicatrices (patrones de metilación del ADN conocidos como el reloj de Hovarth). La senescencia de los tejidos es un factor de riesgo para la aparición de cáncer, pero también provoca que nuestro sistema inmune funcione peor, provocando inflamación crónica, característica de la vejez. La senescencia del sistema inmune puede contribuir a la aparición de enfermedades cardiovasculares, diabetes y demencia y nos vuelve más vulnerables frente a infecciones, como recientemente hemos sufrido con el SARS-CoV-2.

Actualmente existen varias líneas de investigación encaminadas a conseguir la ralentización e incluso la reversión del envejecimiento con diferentes intervenciones: farmacológicas, mediante vacunación, por edición génica o a través del reemplazo de tejidos y órganos. Pero, mientras la investigación biomédica avanza, hay una serie de medidas que podemos tomar en nuestra vida para conseguir envejecer con mejor salud. Se trata de disminuir el ritmo de división celular, activando mecanismos de limpieza y reciclaje. Para ello debemos podemos reducir la ingesta, sin llegar a la malnutrición, y disminuir el consumo de proteínas de origen animal (carne y lácteos) y de azúcar; consumir más verduras, frutas, legumbres y cereales integrales; realizar ayunos de 12 horas diarios para permitir a las células acometer esa parada técnica de reparación y ralentización de la división; realizar 150 minutos semanales de ejercicio físico, incluyendo periodos de alta intensidad; cuidar la calidad del sueño y mantener y favorecer las relaciones sociales. 

¿Por qué interesa invertir dinero público en la investigación del envejecimiento y en la divulgación de hábitos saludables? Hasta ahora la medicina ha conseguido alargar la esperanza de vida de las personas, lo que, en muchos casos, significa pasar varias décadas sufriendo enfermedades incapacitantes, que pueden llevar al olvido de la identidad y de los seres queridos; además de aumentar el gasto sanitario. 

El objetivo es prolongar la vida, pero sin enfermedades, y ofrecer a las personas la posibilidad de encarar la muerte en mejores condiciones. Con ello se consigue además reducir los costes sanitarios; difíciles de asumir para una sociedad (como la prevista para 2050), en la que la población mayor de 60 años será de 2100 millones frente a los 1400 millones en el año 2020. Ante la incógnita sobre cómo será el mundo en ese momento y cómo habremos abordado otros problemas, como el cambio climático y la escasez de recursos naturales, el envejecimiento será sin duda, un problema de primera magnitud, a menos que consigamos que este deje de estar ligado a la edad cronológica. En definitiva, conseguir, con la ciencia, que la última etapa de la vida sea la tercera juventud: Que la vida sea aquello que pasa entre que eres joven y mueres, siendo un centenario.

AUTOR Javier Castro Hernández

ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 11, ArtículoUniversidad de La Lagun

Doctor por la Universidad de La Laguna con la tesis Efectos del tratamiento prolongado con pramipexol sobre el transportador de dopamina 2014. Dirigida por Dr. Tomás González Hernández.