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martes 8 de enero de 2019

 
 

 

¿Por qué tan pocas?

Este fue el interrogante que inició los estudios historiográficos de la ciencia, con una perspectiva contextual y de género, hace ya más de cuarenta años. La recuperación de las contribuciones olvidadas o invisibilizadas de las mujeres de ciencia permitió conocer sus nombres, también los diferentes mecanismos de cancelación de la autoría y de la autoridad de muchas otras. Destacados estudios revelaban, al tiempo, las claves culturales y sociales que impedían el acceso de las mujeres a la educación; la persistencia a lo largo de la historia de la consideración de estas como inferiores en capacidades cognitivas, algo que podemos rastrear hasta fechas bien recientes; la infravaloración de su trabajo científico o la imposibilidad de publicar obra propia salvo en excepcionales circunstancias. Tras los nombres de destacados científicos estaba también el trabajo de sus hijas, hermanas o esposas, mujeres dedicadas a la observación, a la experimentación, al paciente trabajo de la computación y el cálculo matemático, o la elaboración teórica, dando forma a sus logros.

Ello dio forma a otro de los programas que conforman el espacio disciplinar de los Estudios de Ciencia y Género: el análisis de las barreras, dificultades y mecanismos de exclusión de las mujeres de la práctica científica. Desde una perspectiva sociológica y con las metodologías propias de las ciencias sociales, el caudal de datos recogidos mostraba el avance espectacular del acceso de las mujeres a la formación desde mediados del siglo XX, pero también las dificultades para dar forma a carreras profesionales y especialmente el acceso a los niveles más altos. Techos de cristal, cañerías que gotean (leaky pipeline) y otros mecanismos permitían ilustrar fácilmente una situación de clara desigualdad en la ciencia. Después de décadas de estudio y de publicaciones periódicas que hacen seguimiento de todos los indicadores, estos muestran el avance significativo de las mujeres hasta los niveles de doctorado y figuras profesionales iniciales, pero los datos también muestran, como lo hace el último informe Científicas en cifras 2017, la persistencia de esas barreras. Es significativo que desde 2009 el porcentaje de investigadoras en nuestro país se mantiene estable, situándose en un 39%, y en la categoría de mayor rango en un 21%, cifra que tampoco ha variado, lo que da cuenta de la presencia del techo de cristal.

Los estudios críticos sobre la ciencia, herederos del giro kuhniano en la Filosofía de la Ciencia, también desde finales de los 70 del siglo XX, analizaron la presencia de prejuicios de género en los diseños experimentales, extrapolaciones, interpretación de datos y elaboración de hipótesis que podían definirse como claramente sesgadas. Es este otro de los destaca- dos programas de este campo. Los viejos prejuicios sobre la naturaleza de las mujeres aparecían, ahora bajo el velo del lenguaje de las ciencias biomédicas y del comportamiento fundamentalmente, estructurando las respuestas científicas a las cuestiones sobre la biología humana y su comportamiento diferenciado. El análisis de los sesgos de género en la investigación mostró cómo los estereotipos también estaban presentes en los contenidos de algunas teorías científicas. Destacadas investigadoras analizaron el caudal de textos publicados tras el éxito de la obra de Darwin que situaban a las mujeres como inferiores mentalmente. Ya no lo decía la vieja filosofía natural o los prejuicios culturales, lo decía la ciencia. Las mujeres estaban perfectamente adaptadas a sus funciones biológicas y los hombres eran los únicos responsables del progreso científico y tecnológico de la humanidad, el lugar de las mujeres no era definitivamente el del esfuerzo cognitivo. La búsqueda de las diferencias en los cerebros, interpretadas en términos de inferioridad, continúa hasta fechas muy recientes y es sin duda uno de los elementos que de forma implícita configura uno de los estereotipos más persistentes en nuestra cultura.

Rechazar la ciencia como producto androcéntrico fue la reacción a los resultados de estos análisis de los contenidos de la ciencia, produciéndose muchos debates acerca de las posibles estrategias de transformación. El más exitoso sin duda ha sido el promovido por las expertas como Londa Schiebinger, filósofa de la ciencia, que han dado forma al programa de la integración de las dimensiones sexo y género en la investigación y que está dando resultados significativos. Un programa al que la Comisión Europea ha dado forma convirtiéndolo en un indicador de la investigación de calidad, y una buena muestra de los resultados de ello se encuentra en el recurso Gendered Innovations.

Integrar la dimensión de sexo (nivel biológico) y de género (aspectos culturales y socio-económicos, entre otros) en la investigación de calidad implica tener en cuenta estas variables en todo el proceso de investigación: desde la elaboración de las preguntas y objetivos, al diseño experimental o de recogida de datos, a la interpretación de los mismos y la evaluación de los resultados y su difusión. De esta manera observamos el impacto diferenciado de los desarrollos teóricos y prácticos de los conocimientos, y nos aseguramos de que la ciencia cumple con el objetivo de ofrecer respuestas a las necesidades de todos los seres humanos.

Corregir el número de mujeres que participan en el sistema de ciencia y tecnología promoviendo más vocaciones científicas especialmente en el ámbito de las ingenierías, pero también fomentando la presencia equilibrada en grupos de investigación y como investigadoras principales; corregir las barreras institucionales que dificultan sus carreras; y corregir los conocimientos promoviendo una ciencia de más calidad, son objetivos que guían las políticas y programas de financiación de la ciencia hoy en el marco de la apuesta europea por promover una innovación e investigación más responsables. Ello implica la incorporación de valores éticos y más democráticos para desarrollar una ciencia más igualitaria, más democrática y de mayor calidad y excelencia.

 

REDACCIÓN INMACULADA PERDOMO REYES

DISEÑO HIPÓTESIS


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 3, Artículo, Ciencia y sociedad, Inmaculada Perdomo Reyes, Universidad de La Laguna

Inmaculada Perdomo Reyes
Directora del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres de la Universidad de La Laguna.

Doctora en Filosofía de la Ciencia. Profesora titular del área de Lógica y Filosofía de la Ciencia con el perfil de Historia y Filosofía de la Ciencia desde 2004 y profesora del Dpto. de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje desde 1990. Ha formado parte del equipo de investigación que ha desarrollado un total de diez proyectos de investigación del Plan Nacional I+D+i, de carácter autonómico y del Plan propio de Investigación de la ULL.

 Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje.

mperdomo@ull.es