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La enfermedad hepática por depósito de grasa, comúnmente conocida como hígado graso, ha experimentado un aumento significativo en atención en los últimos cinco años, como lo indica el creciente número de publicaciones durante este periodo sobre este tema.
La enfermedad del hígado graso, presentada en 1980 por J. Ludwig, se caracteriza por la acumulación anormal de grasa, inflamación y fibrosis hepática (acumulación de tejido conectivo fibroso formado durante el proceso de cicatrización de una herida o lesión en el hígado) que no tienen su origen en el consumo de alcohol. Lo observado en pacientes humanos se pudo reproducir posteriormente en modelos animales sometidos a una dieta rica en grasa, lo que ha permitido conocer mejor la fisiopatología de esta enfermedad.
El interés por esta patología está estrechamente relacionado con el aumento de su prevalencia, directamente relacionada con el estilo de vida moderno, hasta el punto de que se la considera una pandemia silenciosa. Se trata de una enfermedad vinculada a otros trastornos metabólicos como son la diabetes mellitus, la obesidad y el síndrome metabólico; se sabe que afecta a más de un tercio de la población con estas enfermedades, convirtiéndose así en la enfermedad hepática más común en la actualidad.
Sin embargo, la caracterización precisa del «hígado graso» no es sencilla. El cada vez mayor número de resultados y conclusiones que se presentan en relación con esta enfermedad nos permite adquirir una visión más completa del problema y pone de manifiesto que se trata de una condición multifactorial. La etiopatogenia (el estudio de las causas y los mecanismos subyacentes de una enfermedad) de esta patología incluye factores como el género y los cambios hormonales, cuestiones genéticas y raciales y la edad así como otras relacionadas con la microbiota. Recientemente se ha llegado a la conclusión de que la mejor forma de denominarla, reflejando mejor su origen, es la de esteatosis hepática metabólica (EHmet) siempre que entre sus causas no esté un consumo relevante de alcohol o depósitos de triglicéridos y colesterol en el hígado causados por algunos fármacos y enfermedades hereditarias.
Las consecuencias individuales de esta enfermedad son heterogéneas y van desde formas asintomáticas hasta la cirrosis y el desarrollo de cáncer de hígado. Se ha constatado que son varios los factores involucrados en la evolución que experimenta un 5% de los casos, desde la esteatosis hacia la cirrosis; porcentaje que se eleva al 20% a partir de la esteatohepatitis (una forma más avanzada y potencialmente grave de la enfermedad del hígado graso). En todos los casos la secuencia viene marcada por la presencia de inflamación y fibrosis, el principal determinante para el pronóstico de la enfermedad.
Sin embargo, aún quedan muchos aspectos por conocer sobre el impacto del síndrome metabólico y la EHmet sobre el riesgo cardiovascular y la repercusión en otros órganos clave, lo que pone de manifiesto la importancia del abordaje transdisciplinar de este problema. También son relevantes las repercusiones asociadas a una pérdida significativa de calidad de vida, que comienza de forma temprana en el curso de la enfermedad y aumenta con su progresión. Además, no debemos olvidar la repercusión colectiva de estas enfermedades y el alto costo en atención médica, especialmente a medida que avanza la enfermedad, que tiene amplias implicaciones sanitarias, sociales y de salud pública.
En este contexto, el diagnóstico temprano de la enfermedad, y en particular de sus formas en progresión vinculadas a la existencia de fibrosis hepática, es crucial. Actualmente, existen herramientas no invasivas en el ámbito diagnóstico, a diferencia de la tradicional biopsia hepática y evaluación histológica, con evidentes ventajas. Los índices serológicos, que combinan variables analíticas para predecir el riesgo de existencia de fibrosis y la elastografía hepática, que estudia la rigidez del hígado como medida de fibrosis, son técnicas simples que permiten fácilmente la detección temprana y la monitorización de la progresión de la enfermedad. Es por ello que su uso se está extendiendo cada vez más. Mientras exploramos estas tecnologías, también nos adentramos en investigaciones que buscan perfeccionar los circuitos derivativos para una evaluación más precisa del sujeto que está en riesgo de padecer EHmet debido a la presencia de diabetes mellitus, obesidad o síndrome metabólico.
La EHmet es una entidad dinámica que sabemos que progresa, pero que también es capaz de regresar cuando media un tratamiento. La pérdida de peso a través de cambios en la dieta, el fomento de la dieta mediterránea y el ejercicio siguen siendo las piedras angulares del tratamiento. Existen tambien otras aproximaciones terapéuticas como son la endoscopia bariátrica (un procedimiento mínimamente invasivo para el tratamiento de la obesidad) o quirúrgicas. Otros recursos son los proporcionados por recientes avances farmacológicos, como son los agonistas de la hormona intestinal el peptido similar al glucagon, con espectaculares resultados (que han revolucionado el mercado de fármacos anti-obesidad) en lo que pérdida de peso se refiere. Pero hasta la llegada de fármacos que específicamente hagan diana sobre la fibrosis o la reducción de los lípidos más afines a la progresión de la enfermedad, es la reducción del peso y el control de enfermedades metabólicas como la diabetes mellitus los mejores aliados contra esta enfermedad.
En conclusión, la esteatosis hepática de causa metabólica es una condición compleja, afectada por diversos factores y con consecuencias graves. La detección temprana y la comprensión de las herramientas disponibles son cruciales para abordar esta pandemia silenciosa. A medida que exploramos tratamientos innovadores, el control del peso y factores de riesgo cardiovasculares siguen siendo nuestras mejores defensas. La clave está en la concienciación, la investigación continua y la colaboración multidisciplinaria para superar este desafío global de salud.
Autor: Manuel Hernández-Guerra
Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 17 Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna
Licenciado en Medicina por la Universidad de Navarra, formacion MIR en Hospital Universitario Marques de Valdecilla y Doctorado por la Universidad de Barcelona, ha disfrutado de varias becas formativas y estancias en centros hospitalarios extranjeros, la última en el Royal Free Hospital de Londres, y ha desarrollado varios proyectos FIS concedidos por ISCIII con mas de 100 publicaciones. Actualmente es Jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitario de Canarias donde compagina labores de gestión, con práctica clínica y docente como profesor acreditado por la ANECA en la Universidad de La Laguna.
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