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El cambio climático, que según la Organización para las Naciones Unidas puede definirse como “un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial, observado durante períodos comparables”, enfrenta a la humanidad a nuevos e importantes retos.
En este contexto de cambio climático, y el incremento global de la temperatura que conlleva, cabe esperar una serie de fenómenos entre los que destacan los siguientes. Se prevén modificaciones importantes en los regímenes de lluvias, con sus efectos en la recarga de los acuíferos. También, se producirán periodos de sequía más frecuentes e intensos. Consecuencia en gran parte de lo anterior son esperables niveles más elevados de eutrofización (el fenómeno en virtud del cual en un ecosistema acuático se produce una proliferación descontrolada de algas lo que provoca efectos adversos en las aguas afectadas) como consecuencia del exceso de nutrientes inorgánicos (procedentes de actividades humanas), principalmente nitrógeno y fósforo. Por último, aumentará los recursos hídricos disponibles. En conjunto, estos sucesos tendrán un impacto significativo en la agricultura y la ganadería.
Dos son los retos más importantes a los que la población del planeta habrá de enfrentarse: por una parte, garantizar el acceso al agua potable y por otra, adquirir la capacidad de generar energía renovable, en particular la eléctrica. Se trata de dos retos interconectados ya que, para poder obtener, distribuir y tratar el agua, es necesario el empleo de energía.
Para poder hacer frente al cambio climático y desarrollar estrategias de evitación y reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, se han definido una serie de indicadores medioambientales que permiten evaluar la dimensión ecológica de un producto o proceso, y tomar medidas al respecto. Es así como nace el concepto de la Huella Hídrica.
El concepto de Huella Hídrica tiene su antecedente en el denominado Agua Virtual, acuñado en el año 1993. El concepto de Agua Virtual trataba de medir la cantidad de agua potable contenida en un producto, sobre todo en los de exportación. Es decir, es el agua que al estar contenida en un producto de exportación se exporta de un país a otro. Los productos más relevantes en este flujo de agua virtual son los agrícolas.
La Huella Hídrica se define como la cantidad de agua necesaria para la producción de alimentos y la elaboración de los productos o servicios que requieren de un proceso industrial. Para abordar su cálculo, se consideran tres dimensiones: la huella hídrica azul; la huella hídrica verde y la huella hídrica gris.
La huella hídrica azul contabiliza el consumo de agua potable que es necesario incorporar a lo largo de la cadena de suministro del producto. Es decir, la cantidad de agua necesaria para la elaboración de un producto. Por su parte, la huella hídrica verde se refiere a la cantidad de agua de lluvia incorporada a un producto final. Esta dimensión de la Huella Hídrica tiene cabida principalmente en el ámbito agrícola, ya que es prácticamente el único sector donde el agua de lluvia pasa a formar parte de los vegetales destinados al consumo. La huella hídrica gris tiene en cuenta el volumen de agua potable que es necesaria para asimilar la carga de contaminantes, más allá de la concentración natural que habría de ese contaminante de no haber intervención humana.
En definitiva, la Huella Hídrica se presenta como un concepto que permite calcular la cantidad de agua involucrada en la elaboración de un producto o a lo largo de un proceso; es al mismo tiempo una medida que permite analizar la cantidad de agua que sería necesario emplear para eliminar la contaminación producida.
¿Cuál es la huella hídrica de la Agricultura?
En el caso de la agricultura, esta medida permite conocer cómo se está regando en una parcela determinada y, por tanto, permite adoptar medidas de ahorro de agua a partir del conocimiento de las necesidades de agua de un cultivo y la forma de riego empleada. En Canarias, el concepto es especialmente importante ya que aproximadamente el 80% de la demanda hídrica del archipiélago es del sector agrícola. Como ilustración de esto último podemos dar algunos datos significativos. Así, el aguacate, un producto agrícola en auge debido a la gran demanda existente tanto en el mercado nacional como internacional, consume entre 6.000 y 9.000 m3/ha y año. La papa, fundamental en la gastronomía canaria, tiene unos requerimientos hídricos de 6000–65000 m3/ha y ciclo. La piña tropical, producida principalmente en la isla de El Hierro, requiere anualmente de 7500 m3/ha, mientras que el plátano, que tradicionalmente ha sido el producto agrícola más identificativo de las Islas Canarias, puede llegar a necesitar hasta 15000 m3/ha al año.
Por todo lo mencionado anteriormente, un conocimiento pormenorizado de las necesidades hídricas de los cultivos y de las técnicas de riego empleadas a través de la huella hídrica, permiten optimizar los recursos hídricos destinados a la agricultura y, por lo tanto, tomar medidas de ahorro de agua en este sector.
AUTORA Noelia Cruz-Pérez
ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO
Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 13, Artículo, Ciencia y Sociedad, Universidad de La Laguna
Doctora por la Universidad de La Laguna con la tesis La huella de carbono y la huella hídrica en infraestructuras hidráulicas y portuarias de los archipiélagos de España 2022. Dirigida por Dr. Juan Carlos Santamarta Cerezal.
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