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La Casa Amarilla, una historia de película que acaba en ruinas

martes 6 de abril de 2021 – 00:00 GMT+0000
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¿Qué tienen un común Ortega y Gasset, Agatha Christie y Carl Sagan? ¿Qué extraño vínculo puede tener un filósofo, una escritora y un astrónomo? El nexo común es una casa situada en el Puerto de la Cruz, donde su color se ha elevado a nombre propio, La Casa Amarilla. La historia de este ya semiderruido inmueble es fascinante, pues entre sus muros se gestó parte de la historia de la Psicología. 

A principios de siglo XX existía entre la comunidad científica un gran interés por conocer el origen de la inteligencia humana, se deseaba entender que procesos estaban detrás de los sistemas cognitivos. Para poner la luz en este enigma, la Academia Prusiana de Ciencias de Berlín proyectó la creación de un laboratorio donde se estudiará el comportamiento animal, más concretamente de simios. Hasta la fecha, todo lo que se sabía de estos animales era gracias a informes y relatos de aventureros y viajeros; ahora se planteaba por primera vez en la historia crear un lugar para su estudio en cautividad. 

El acceso y disponibilidad de simios no era un problema en esos momentos para Alemania ya que tenían colonias en varios lugares del continente africano, entre ellas Camerún, lugar donde los Gorilas y Chimpancés eran numerosos. Curiosamente el mayor problema que tenían los científicos germanos en esos momentos era el lugar donde ubicar la estación. Sabían que en Alemania los simios no durarían mucho, por lo tanto necesitaban un lugar cercano a África, con buenas conexiones con Europa, buen clima y presencia alemana. El lugar elegido fue Tenerife.

Después de un viaje de inspección y un primer intento de situar el laboratorio anexo al mítico Hotel Taoro, al final la academia optó por alquilar una casa en la zona de La Paz, al Este del municipio de Puerto de la Cruz y cerca de la linde con el municipio de La Orotava. Corría el año 1913 y así describieron la estancia: 

Una pequeña casa y jardín es suficiente para el director de la Estación y su familia; inmediatamente cerca de ésta, un campo de juego, en medio de un terreno cubierto con una red de alambre, es extendida en todas las direcciones desde un poste de 5 metros de alto. Así los animales tienen el sentimiento completo de libertad, aunque ellos no pueden escapar. En el medio del patio, un aparato gimnástico, un árbol y dos plantones de plátanos que han sido inmediatamente devastados por los chimpancés. A un lado, se encuentran unos cubículos – con ventanas con rejas y sin cristal, y con el suelo liso cubierto de cemento con 4 dormitorios y cada uno es suficiente para varios animales”. 

El laboratorio comienza sus trabajos ese mismo año bajo la dirección del experto en lenguaje Eugen Teuber. Es maravilloso imaginar el impacto que causó ese laboratorio entre los lugareños, si normalmente no pasaba nada desapercibido para los pocos habitantes del lugar, el desembarco de simios en una finca tuvo que ser todo un espectáculo. Como sus vecinos nunca habían visto a un simio y palabras como Chimpancé, Gorila o Orangután no estaban en su vocabulario, no tardaron en bautizar el lugar como “la finca de los machangos”. Para los poco familiarizados con el habla de las Islas Canarias, podemos decir que por “machango” se entiende a una persona poco inteligente, aunque también se utiliza para definir a un muñeco. Como no hay nada que corra más rápido que los motes, Manuel, el primer cuidador de la finca y de los simios fue conocido desde ese momento como “Manuel el de los machangos” y así se quedó.

Eugen Teuber pudo ejercer poco tiempo su dirección; a los pocos meses de comenzar sus estudios tuvo que regresar a Alemania y ceder el testigo a quien lanzaría a la historia este lugar: Wolfgang Köhler. Wolfgang llegó a Tenerife en diciembre de 1913 acompañado de su mujer e hijos con grandes planes para su estancia en la isla. El psicólogo alemán pronto comenzó a realizar experimentos de inteligencia con los animales. Uno de los más famosos tiene que ver con la obtención de alimentos. Al situar unos plátanos en un lugar alto de la jaula de los simios y distribuir por el suelo varias cajas de madera observó (y filmó) cómo en poco tiempo los chimpancés aprendieron que apilando tres cajas podían llegar a la fruta. Un comportamiento que no olvidaron y que aprendían el resto de los animales. Estos meses de trabajo fueron muy fructíferos, observando en los primates conductas que revelarían la capacidad de cooperación, confabulación e incluso crueldad en estos animales.

El fin

Pero en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial y los conflictos armados no entienden de Ciencia. Desde ese momento los alemanes comienzan a ser vistos con otros ojos, de hecho, nuestro primatólogo es acusado veladamente por el gobierno español de ser una especie de espía, la convivencia comienza a no ser grata. El tráfico marítimo se convierte en un caos debido a los bloqueos militares de los territorios. Para más “inri”, el propietario de la finca decide venderla y obliga al desahucio de los Wolfgang y sus animales, que recogen sus bártulos para mudarse a una finca situada a unos pocos kilómetros de la Casa Amarilla, pero ya en el término municipal de La Orotava, la Finca del Ciprés o “finca de los machangos” como fue bautizada al instante. Ahí prosiguen los experimentos, pero no por mucho tiempo. Los problemas económicos de Alemania comienzan a asfixiar el presupuesto y el 8 de julio de 1920, la Academia Prusiana de Ciencias clausura formalmente la Estación de Antropoides de Tenerife. Los animales son trasladados al zoológico de Berlín y en los siguientes tres años todos acabarían falleciendo.

Tenerife en la historia de la Psicología

Wolfgang Köhler redactó varios informes históricos sobre los experimentos que realizó con los primates. Es también autor de la obra La Inteligencia de los Chimpancés, un libro que tuvo una gran influencia en la filosofía, psicología, antropología, primatología y la etología del siglo XX. Los libros de historia de la psicología dedican un capítulo a los experimentos de Köhler, en el que fue el primer centro de investigación primatológico del mundo. Sus investigaciones han permeado la psicología y han llegado a otros ámbitos culturales. La escritora Agatha Christie, en su obra El enigmático señor Quin se inspira en Manuel “el de los machangos” para dar vida a su personaje Manuel González. Ortega y Gasset escribió en 1927 el ensayo, La inteligencia de los chimpancés, inspirado en los experimentos realizados por Wolfgang Köhler en la Casa Amarilla. Y por último, y para resolver la cuestión que abría este artículo, el afamado astrónomo y divulgador Carl Sagan menciona los experimentos en obra de 1977 Los Dragones del Edén: especulaciones sobre la evolución de la inteligencia humana.

La Casa Amarilla hoy

En cualquier otro país este lugar sería un templo de la historia de la ciencia, un lugar de peregrinaje para todos aquellos que quieran pisar y tocar la historia de la psicología. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. En estos momentos el primer centro de investigación primatológica del mundo es un edificio en ruinas. Un corsé de vigas de metal impide que las tres paredes que aún quedan en pie acaben convirtiéndose en escombros. Rodeada de arbustos y maleza, la Casa Amarilla es un ejemplo más de la desidia, abandono y falta de interés que tiene este tipo de enclaves históricos.

Futuro incierto

En 2016 el Cabildo de Tenerife, el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz, el Consorcio urbanístico para la rehabilitación del municipio y la Universidad de La Laguna llegaron a un acuerdo para la creación en el lugar del un Centro de Neurociencias y del Complejo histórico de la Casa Amarilla. En noviembre de 2019 se anunció que se retomaba el proyecto, sin embargo, las últimas noticias no son nada esperanzadoras. El profesor de Psicología de la Universidad de La Laguna, y una de las personas que más ha impulsado la restauración de este lugar, Carlos J. Álvarez, ha mostrado en varias ocasiones su preocupación: «El Consorcio para la Rehabilitación Turística del Puerto de la Cruz, y gracias a su antiguo gerente Fernando Senante, se implicó seriamente hace años en el objetivo de salvar la Casa Amarilla y convertirla en Museo de la Psicología y la Primatología. Tras muchas reuniones durante varios años con los representantes de la Facultad de Psicología y Logopedia, de la Asociación W. Köhler y, posteriormente, con los tres últimos equipos de gobierno de la Universidad de La Laguna, el proyecto cobraba visos de realidad. Además, el futuro museo formaría un atractivo complejo junto a un centro universitario de neurociencia y psicología, en el terreno aledaño, de dotación pública. La Universidad de La Laguna se encargaría de la gestión de dicho Centro de Neurociencias. Varias reuniones auguraban que todo iba por buen camino. Una de ellas reunió al gerente del Consorcio, representantes de la facultad y de la universidad (incluyendo al anterior rector) en el Cabildo, con el presidente del mismo, en 2018. Otra, en el ayuntamiento de El Puerto de la Cruz en 2019, con la actual rectora y parte de su equipo de gobierno, representantes de la Facultad de Psicología y Logopedia y la alcaldía de la ciudad. Todo era optimismo y todo estaba preparado para que el ambicioso y atractivo proyecto entrase en el Segundo Plan de Modernización, que hoy se encuentra en trámite. Tras el cambio de gerente en el Consorcio, y gracias al acceso reciente a la ficha urbanística actual del mencionado plan, así como por conversaciones mantenidas con responsables del mismo, dicho proyecto se ha desdibujado y vuelve a peligrar. La Universidad de La Laguna parece que quedará fuera, no se creará el complejo, y no está claro si la Casa Amarilla se restaurará ni qué se piensa hacer con la misma.  Nuestro patrimonio científico de la humanidad en nuestro país, de nuevo, está rodeado de incertidumbre

AUTOR JUANJO MARTÍN

Hipótesis


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 8, Artículo, Ciencia y Sociedad, Junjo Martín, Universidad de La Laguna