LA HIPEROXALURIA PRIMARIA DE PABLO

Cristina Martín Higueras

Universidad de La Laguna

Imaginen a Pablo. Pablo es un niño como otro cualquiera, siete años, pelo revuelto, mochila al hombro en dirección al colegio. Mientras va hacia allí hace todas las cosas que hace un niño de su edad: da patadas a las piedras y saluda a la gente de los coches que pasan a su lado. Hasta aquí todo normal. Ahora ha llegado al cole y está con sus amigos, tras dejar su mochila en un rincón de la clase. Pero Pablo no es un niño corriente, porque Pablo tiene que tomar 4 litros de agua al día, citrato potásico y vitamina B6 para salvar sus riñones, debido a que éstos están constantemente expuestos al daño que produce el oxalato cálcico. 

Marta es la madre de Pablo. Marta es una de las muchas mujeres de este país que trabaja fuera y además cuida de su familia y su hogar, pero también debe de estar las 24 horas del día pendiente de que Pablo beba esos 4 litros de agua a lo largo del día y de la noche, porque sabe que si no lo hace, si se relaja o desfallece, el oxalato cálcico gana la batalla. 

¿Y qué es el oxalato cálcico? 

El hígado es una factoría incesante de procesado de sustancias que llegan desde el exterior, bien haciéndolas útiles para la obtención de energía, o bien convirtiéndolas en productos inocuos para el organismo. Cada sustancia debe ser reconocida de manera específica por proteínas llamadas enzimas. Una enzima es una operaria especializada en cada mercancía que llega a la factoría del hígado.

Pero el hígado no trabaja de manera aislada, porque necesita a los riñones, los órganos de reciclaje de nuestro cuerpo, para eliminar sustancias que el cuerpo no necesita. Por su parte, los riñones también necesitan al hígado para engrasar toda la maquinaria de limpieza maravillosamente diseñada por la evolución. Hígado y riñones trabajan de manera independiente pero muy interconectados, como las ruedas dentadas de un reloj, en donde la precisión del ajuste entre ellas es necesaria para que el conjunto funcione correctamente. 

Este equilibrio entre el hígado y riñones es tal que cuando una de las operarias del hígado no realiza adecuadamente su función, la tarea tiene que ser realizada por otras. Sin embargo, no siempre estos ajustes son suficientes y se generan “mercancías” defectuosas que el hígado elimina a través de la depuradora del organismo: los riñones. Una de estas “mercancías” es el oxalato, que se produce en grandes cantidades en el hígado cuando se padece una enfermedad rara denominada “Hiperoxaluria Primaria”. 

¿Qué son las enfermedades raras? Son aquellas que se presentan en pocos casos, menos de cinco por cada diez mil habitantes. El 80% de las 7000 enfermedades raras descritas hasta la fecha se deben a mutaciones en genes que codifican para una proteína específica. A estas enfermedades las llamamos enfermedades metabólicas hereditarias. 

Las Islas Canarias no sólo se caracterizan por ser un paraíso atlántico de la Macaronesia, sino una de las regiones con mayor prevalencia de la Hiperoxaluria Primaria. En Europa, se han diagnosticado alrededor de 1000 pacientes con esta enfermedad, mientras que los datos de diagnóstico genético del Departamento de Anatomía Patológica de la Universidad de La Laguna indican que, en España, se han diagnosticado alrededor de 70 pacientes, siendo el 50% procedentes de las Islas Canarias. La causa de este elevado número de casos es la migración ancestral de una población norteafricana que llevaba en sus genes una mutación en el gen AGXT (ahora llamada mutación canaria). El aislamiento, geográfico y poblacional, hizo el resto. 

En la palabra Hiperoxaluria, el prefijo hiper significa elevado; oxal hace alusión al oxalato y uria a orina; es decir, cantidades elevadas de oxalato en la orina. Primaria, por su parte, alude al hecho de que se trata de una enfermedad cuya base es genética. En la Hiperoxaluria Primaria, una enzima del hígado no funciona, o funciona de manera deficiente y, por tanto, no transforma un compuesto, el glioxilato, en el aminoácido glicina. Este glioxilato se transforma en oxalato, una sustancia sin función conocida. El oxalato se transporta en exceso a los riñones, desde donde se excreta a través de la orina. Pero, lamentablemente, el oxalato no se despide sin dejar huella. Este compuesto se asocia con el calcio, formando cristales, brillantes y afilados, que se incrustan en el tejido renal, obstruyendo y limitando su función depuradora. Cuando la obstrucción es total, el oxalato cálcico no solo destruye el riñón, sino que se deposita en forma de cristales en otros órganos, como los ojos, los huesos o el corazón, hasta el punto de poder llegar a provocar la muerte.

En la Universidad de La Laguna hemos desarrollado un modelo genético de esta enfermedad en ratones. Trabajando con este modelo hemos demostrado la eficacia de una estrategia terapéutica basada en el bloqueo de otra enzima en el hígado, la glicolato oxidasa. Nuestros resultados han sido la base para el desarrollo de un fármaco, el Oxlumo (Alnylam Pharmaceuticals), que reduce los niveles de oxalato en la orina. El Oxlumo ha sido aprobado por las Agencias del Medicamento Europea y Estadounidense en 2020. En España, su comercialización aún está en fase de aprobación, aunque se puede disponer de él a petición del médico (uso compasivo). El Hospital Universitario de Canarias es pionero en el tratamiento con Oxlumo de cuatro pacientes seleccionados que no han respondido a otros tratamientos de la enfermedad, obteniéndose resultados muy favorables.

Volvamos a Pablo… ¿Se imaginan ustedes a los padres de Pablo? Sufren, en primer lugar, la incertidumbre sobre el diagnóstico de la enfermedad, al que se llega después de muchas consultas a diferentes especialistas. El método de diagnóstico inicial consiste en el análisis en orina y sangre del oxalato y otros metabolitos relacionados, que sólo es posible con tecnología avanzada y muy costosa, disponible en pocos laboratorios a nivel mundial. Resulta por ello necesario disponer en nuestro sistema de salud de procedimientos que permitan el diagnóstico y seguimiento terapéutico de estos pacientes. Como medida provisional se han establecido colaboraciones con un laboratorio de referencia extranjero al que se envían las muestras de nuestros pacientes. En segundo lugar, al tratarse de una enfermedad rara y, por tanto, desconocida, hay escasa conciencia social. Por último, son pocos los recursos y el interés político por estudiarla. 

Los investigadores en Hiperoxaluria Primaria nos preocupamos también de la comunicación y la interacción entre padres, pacientes y clínicos. Para ello, he contribuido activamente en la creación tanto de la Asociación de Pacientes con Hiperoxaluria en España (APHES), como de la Asociación Europea de Pacientes con Hiperoxaluria (PH-Europe), con el objetivo de ayudar a pacientes como Pablo a combatir su enfermedad y lograr concienciar a la sociedad sobre esta enfermedad rara.