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Las guardianas de la palabra

2 de agosto de 2021 – 00:00 GMT+0000       
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Hay un oficio que te permite ser guardián de tesoros, custodiar la sabiduría del ser humano, preservar el legado de las generaciones pasadas, estudiar objetos que tienen cientos de años. Eso es lo que hace un bibliotecario o bibliotecaria. Esta ocupación, más aún si te dedicas a fondos antiguos, te hace custodio de libros que tienen una vida llena de aventuras, muchas más que las que cuentan en sus páginas amarillentas. ¿Imaginan por cuántas manos ha pasado un libro editado en el siglo XVI? Si los libros que tenemos en casa ya han tenido que soportar alguna que otra mudanza, imagina el trajín de un ejemplar que tiene 300 o 400 años. Y eso que aún no hemos abierto sus tapas. Dentro de estos libros está el pensamiento que continúa encerrado en el tiempo. Cada vez que leemos uno de estos textos antiguos estamos viajando al pasado, poniendo nuevamente voz a lo que alguien escribió hace mucho tiempo, seguramente inconsciente de que ese libro iba a reposar en una biblioteca universitaria en el Archipiélago Canario. 

Hemos visitado el Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de La Laguna. Aquí están los libros impresos desde la invención de la imprenta hasta 1801. Pero también son los custodios de los manuscritos, textos de puño y letra de sus autores, como el Liber Rosarii, compositus super vitiis et virtutibus, de mediados del siglo XV. Situado en la primera planta del gran cubo blanco que acoge este palacio del libro, descubrimos un lugar tranquilo, de luz tenue, donde descansan cientos de ejemplares. Nuestra anfitriona es su responsable, Paz Fernández Palomeque.  

¿Qué crees que es lo más emocionante de tu trabajo?

Nuestro trabajo se basa en dos cosas: la conservación y la descripción de los ejemplares. Para mí la parte más apasionante es descubrir ediciones de las que hay pocos ejemplares o que son raros. Cuando nosotros tenemos una obra en la mano tenemos que comparar esa edición con todos los demás ejemplares que existen para ver si es la misma edición o la misma emisión. Esto es un trabajo de investigación. Y esto es lo más apasionante, investigar en esas obras. ¿Cómo ha llegado a la biblioteca? ¿qué procedencia tiene? El libro no solo tiene importancia por lo que dice, también por la vida que ha tenido y por los propietarios por los que ha pasado. La investigación que hay que hacer para describir el ejemplar es muy emocionante, porque hay obras que son complejas de describir. Dentro de esta biblioteca, que es grande para las islas pero modesta en comparación con otras universidades, tiene muchas cosas especiales. Aquí la inquisición fue más laxa que en la península y éramos puerto franco. Hasta nuestros puertos llegaron muchas obras que luego fueron prohibidas pero que aquí se conservaron. Tenemos muchas obras que no tienen en otros lugares. Por ejemplo, tenemos biblias importantes, una protestante de Lutero que, hasta donde yo sé, solo hay otra similar en Austria, aunque esta tiene una portada distinta. 

El libro no solo es lo que contiene, también es parte de sus dueños. ¿Cómo los libros quedan marcados por sus propietarios a lo largo de la historia?

Esto es una de las cosas que más se está investigando ahora. Hay una tendencia en investigación bibliográfica que tiende a estudiar la procedencia de los libros. Indaga sobre los propietarios, las anotaciones, los nombres que ponían, el precio, la firma, etc. Todo esto permite estudiar el comercio del libro, los hábitos de lectura en una población determinada y en un tiempo concreto. Nosotros somos el vínculo entre el libro y el investigador o investigadora, somos un servicio de apoyo a la investigación y como tal estamos a disposición de investigadores de todo tipo, también los que estudian estos usos. 

La pesadilla de una bibliotecaria

Custodian ejemplares de libros de valor incalculable ¿Cómo lo hacen?

A los libros lo que más les afecta son los cambios de temperatura y humedad, además de la acción de varias especies. Por ejemplo, el “Pececillo de Plata” (Lepisma saccharina) se alimenta de papel. En una página se puede comer el papel de las interlíneas y dejarte las letras colgando. También estamos muy vigilantes con los roedores, a los que les encanta el pergamino. Aquí llevamos un control mensual de plagas por medio de una empresa externa además de mantener la temperatura y humedad constantes. Luego están las pesadillas de cualquiera que se dedique a esto: los incendios y los robos. 

Hace poco conocimos unos robos que ocurrieron en la Biblioteca Nacional ¿Cómo evitan aquí que esto suceda?

Los bibliotecarios de fondos antiguos somos muy pejigueros. Pero es que debemos serlo porque estamos conservando el patrimonio de todos los españoles. Para esto tenemos un reglamento que seguimos a rajatabla. Las obras se consultan en una sala concreta, solo con un papel y lápiz o ordenador, no se permite elementos de reproducción. Los investigadores no pueden entrar con bolsos y no les quitamos el ojo de encima. Tenemos que garantizar que estos libros continúen intactos muchos siglos más para las futuras generaciones.  

¿Continúan entrando ejemplares a estos fondos antiguos?

Lo que no hacemos es comprar libros antiguos, desgraciadamente la universidad no tiene fondos para eso. Pero sí entran libros por donación. Pero no solo libros, también manuscritos y objetos del archivo personal. De los más importantes que nos ha entrado en los últimos años está el legado de D. José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883). Este fue alcalde de Puerto de la Cruz (Tenerife) y se dedicó a escribir absolutamente todo. Era un ilustrado fuera de su tiempo, una persona muy comprometida con las cosas públicas. Pensaba que el mayor mal que tenían las islas era la ignorancia y la falta de educación. Opinaba que todo lo que no se escribía se perdía, por eso él se dedicó a copiarlo todo. Escribió los anales del Puerto de la Cruz, pero también escribió sobre la cochinilla, el Jardín Botánico, la pesca, etc. Su familia conservó esto durante tres generaciones y en el año 2014 nos lo donaron. Esto ha supuesto casi mil manuscritos, una biblioteca pequeña y un montón de dibujos, porque también era pintor. También tenemos el archivo del profesor de filosofía del derecho Felipe González Vicén (1908 – 1991) y el archivo de Javier Muguerza (1936 – 2019), entre otros. 

Antes de despedirnos Paz Fernández nos regala una visita por esta sala de fondos antiguos. Abrumado por la antigüedad de algunos ejemplares, Paz nos enseña algunos de los ejemplares sobre los que hablamos durante la charla. No importa que las estanterías contengan miles de ejemplares, ella sabe dónde está cada uno. Los muestra con orgullo, como quien enseña las fotos de su familia que guarda en la cartera. Apagamos la luz y dejamos reposar este tesoro de letras y  palabras.

REDACCIÓN Juanjo Martín

Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 9, Artículo, Arte y Humanidades, Universidad de La Laguna

Juanjo Martín
Técnico de proyectos de Comunicación Científica

Fundación General Universidad de La Laguna

jjmartin@fg.ull.es