18 de julio de 2023 – 00:00 GMT+0000Compartir
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Aunque el término Inteligencia Artificial (IA) apareció por primera vez hace más de 65 años, probablemente haya sido el lanzamiento de ChatGPT, a finales de 2022, uno de los momentos cruciales del despliegue de la misma. Por primera vez, de forma síncrona a nivel mundial, hemos podido usar una herramienta de IA siendo conscientes de ello. Esta última cuestión es importante. Quizás muchos piensen que ChatGPT fue su primer contacto directo con la IA. Pero no es así.
Todos usamos habitualmente sistemas de IA. Cada vez que hablamos con el asistente virtual que tenemos instalado en nuestro teléfono móvil o en un altavoz en casa, estamos interactuando con un sistema de IA. O cuando desbloqueamos el teléfono con nuestra cara. O cuando la aplicación de correo electrónico va sugiriendo las próximas palabras en el mensaje que estamos componiendo. En muchas ocasiones no nos damos cuenta de ello, puesto que el sistema de IA es transparente. Además, hay que tener en cuenta también que lo que se considera IA ha ido cambiando en el tiempo. A medida que un sistema de IA se generaliza y su uso se vuelve habitual, dejamos de considerarlo como tal. Es el conocido Efecto IA, enunciado por Pamela McCorduck en 2004. Por tanto, es posible que dentro de unos años no consideremos como IA a las herramientas como ChatGPT.
El caso de ChatGPT permite, además, percibir con toda claridad la gran velocidad a la que evoluciona este tipo de sistemas. En un reciente artículo publicado este mismo año, los autores comparan la versión de ChatGPT que se liberó al público en noviembre de 2022, la que la mayoría de nosotros utilizamos, con la nueva versión puesta en marcha en marzo de 2023 poniendo de manifiesto las significativas diferencias (cualitativa y cuantitativas) conseguidas en tan solo unos meses. Por ejemplo, cuando se pide a ambos sistemas que apilen de forma estable una serie de objetos (un libro, nueve huevos, un portátil, una botella y una uña), la respuesta del sistema inicial es errónea, mientras que la de la nueva versión es coherente. En unos meses, el sistema ha adquirido nuevas y más elaboradas capacidades semánticas. De ahí que resulte imposible vislumbrar cómo será esta evolución de los sistemas de IA en los próximos años.
La IA que se encuentra detrás de ChatGPT y de herramientas de generación de contenido visual como MindJourney son del tipo denominado IA generativa. Es decir, se trata de una IA que partiendo de una gran base de datos es capaz de generar nuevos contenidos. Contenidos siempre basados en los datos que se le han suministrado. Son sistemas capaces de mantener conversaciones coherentes, generar canciones y obras de arte, escribir y corregir código de programación o crear una receta partiendo de los ingredientes que tengamos en casa.
La IA generativa forma parte de la denominada IA débil o de propósito específico: sistemas con capacidad de hacer una tarea en un determinado contexto. Pero aunque esta tarea sea compleja (por ejemplo, conducir un vehículo autónomo), sigue siendo una IA débil.
La IA débil, la existente actualmente, se encuentra lejos aún de la inteligencia artificial fuerte o general (AGI, Artificial General Intelligence) y de la superinteligencia aventurada por Nick Bostrom: modelos de IA con capacidad de funcionar en distintos ámbitos e, incluso, superar a un humano en capacidad de razonamiento. Algunos argumentan que herramientas como ChatGPT tienen algo de AGI por el hecho de ser un sistema con capacidad de desarrollar una tarea (conversar) y hacerlo sobre todo tipo de ámbitos.
Las comparativas actuales asemejan la capacidad de las redes neuronales (uno de los modelos de IA) existentes a lo que sería el cerebro de un insecto o de una rana. Son sistemas con 2000 veces menos neuronas que las de un humano. En el caso de ChatGPT, algunas estimaciones sitúan su capacidad de conversación cercana a la de un niño de menos de 10 años. Si se diera una evolución relativamente continuista, la previsión es que la IA se aproxime al ser humano en capacidad probablemente durante los próximos 10 a 15 años. ¿Implicará ello que una máquina tendrá la misma capacidad de pensamiento y la misma flexibilidad cerebral que la que tiene un humano? Está aún por ver.
En cualquier caso, la principal cuestión sobre la que tenemos que empezar a pensar es la referente a cuál será el papel de la raza humana en este entorno de AGI o de superinteligencia. Si quedarán tareas para ser realizadas por humanos. O si ya, en una versión algo más apocalíptica, la IA llegará a controlar a la humanidad.
Se trata de uno de los pocos casos en la historia de la humanidad en los cuales mirar al pasado quizás no sea suficiente para predecir el futuro. La mirada al pasado nos habla de la destrucción creativa de empleo de Schumpeter. Pero la mirada al futuro no nos garantiza que se vuelva a dar otra destrucción creativa de empleo. En resumen, se trata de estar atentos y hacer un seguimiento de lo que está ocurriendo. ¿Tendremos en un espacio de tiempo relativamente corto modelos de IA capaces de pensar? ¿De tener sentimientos? ¿De gobernar un país?
Por ahora, mientras ese futuro se aproxima, nos podemos quedar con una frase recurrente en este tiempo. La IA no reemplazará a los abogados y las abogadas. Los abogados y las abogadas que usen IA reemplazarán a los abogados y las abogadas que no la usen. [NOTA: Reemplazar en la frase anterior abogados y abogadas por cualquier profesión que queramos: periodista, futbolista, docente, artista, profesional del sector médico].
AUTOR: Jacques Bulchand Gidumal
ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Número 15, Artículo, Ciencia y Sociedad, Víctor García Tagua, Universidad de La Lagu
jacques.bulchand@ulpgc.es