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En el jardín de Ockham

Manual del buen profeta

29 de enero de 2025

 

Estando de visita en el Observatorio Astrofísico del Teide, me chivaron la fecha del fin del mundo. Era un día espectacular, como casi todos en Izaña. Cielo azul, temperatura fresca de mañana, la vegetación del parque nacional explotando en colores en primavera, las cúpulas blancas de los telescopios deslumbraban como catedrales ¿Qué más se puede pedir? Uno de mis compañeros desconocido de visita era un señor de unos 80 años, vestido de forma clásica. Zapatos negros, pantalón de pinza, camisa de manga larga abotonada hasta la papada y claqueta americana de donde brotaba un pañuelo de su bolsillo derecho. Una vestimenta nada usual ni práctica para aquella visita, pero tampoco incompatible. Era un señor elegante. Sus buenas formas y modales le presumían una cierta cultura. Eso si, preguntas no hacía, se limitaba a escuchar con atención y a comentar las indicaciones del guía con sus acompañantes. 

Por algún motivo, quizás por la cercanía de edad, aquel señor perfumado y repeinado, entabló conversación conmigo. Comentamos lo interesante que era la visita y de lo majestuoso del universo, tan grande, inabarcable, incomprensible. En un momento del paseo, antes de observar el Sol a través de un telescopio, se acercó a mí y, retirándome del grupo sutilmente, me dijo “sé cuándo se acabará el mundo”.  Imaginen mi cara. ¿Se acabará el mundo? le dije. Si, por eso estoy aquí. Después de unos segundos de silencio, pensé si proseguir con aquella absurda conversación o acabar con un “gracias, pero no me interesa”. Me pudo la curiosidad. Le tenía que preguntar. ¿Cómo se acabará el mundo? Esta fue su respuesta:

<< Un cometa, llegado desde fuera del Sistema Solar, chocará contra Júpiter y este saldrá de su órbita. Cuando esto suceda la gravedad del planeta desestabilizará el Cinturón de Asteroides y varios de ellos chocarán contra la Tierra, destruyendolo por completo.>>

La verdad es que es una catástrofe que contada así parece plausible, la típica catástrofe por carambola. Pero en ese momento me acordé de aquel cometa que chocó con Júpiter en 1994. ¿Se acuerdan del Shoemaker-Levy 9? Este cometa chocó contra Júpiter y no le hizo ni cosquillas. Fue como cuando choca un mosquito contra el parabrisas de un camión. Eso me hizo sospechar. Tenía que saber de dónde le llegaba la información. ¿Acaso era astrónomo y lo había visto? ¿Cómo lo sabe? le pregunté. “Me lo ha dicho la Virgen María”. 

Vaya, pronuncié en voz baja. De repente aquella historia había perdido emoción. Se podría haber inventado una fuente más épica, como un amigo de un amigo que trabaja para la CIA, pero no, eligió a la Virgen María para su historia. Solo por curiosidad innata le hice la otra gran pregunta ¿Cuándo sucederá esto? ¡Muy pronto! el 9 de septiembre. Eso era en apenas 3 meses. Me llamó la atención que, aunque me estaba hablando del fin del mundo, de su propio final y de todos sus seres queridos, me lo contaba con una sonrisa en la cara, como la de quien cuenta un chisme en la oficina.  Después de esto, y sin darle la atención que me requería, se acabó la conversación y jamás supe nada más de aquel señor. El 9 de septiembre no pasó nada.  

Siempre he creído que este es el primer error de los profetas, poner fechas del fin del mundo muy cercanas. Yo, si me pusiera a ser profeta, pondría una fecha lejana para poder disfrutar del augurio y no experimentar en vida el fiasco y la vergüenza.  Todos los profetas tienen en común su error, todos se han equivocado y la prueba es que aún estamos por aquí. El fundador de Family Radio, Harold Camping (1921-2013) predijo el fin del mundo para el 21 de mayo de 2011.Como ese día no pasó nada, dijo que no, que en realidad sería el  21 de octubre, un error de cálculo. Después de este segundo error, aprendió la sección y no se atrevió a dar una tercera fecha. Dijo que el Juicio Final había sido invisible.  William Miller (1782-1849) fundador del movimiento adventista del séptimo día, predijo inicialmente el fin del mundo para 1843 y luego revisó la fecha a 1844. Tras el gran chasco los seguidores argumentaron que la fecha era correcta, pero que el evento ocurrió en el cielo, no en la Tierra. 

Lo curioso es que estos errores no desaniman a sus seguidores. Ese dicho de “seguir hasta el fin del mundo” se hace cierto entre las sectas que han predicho la hecatombe una y otra vez. Luego basta decir que Dios no ha dado una segunda oportunidad, que se ha producido pero no se ha visto, que era una prueba de fe o, mi favorita, que el apocalipsis ya ocurrió, pero que estamos viviendo en una realidad diferente o en una fase de transición.

Pues ya sabe, si quiere hacerse profeta vaticine el fin del mundo para una fecha lejana, posterior a su muerte y mientras, haga muchas predicciones, una al día si puede. Basta con acertar una, esa es la que recordarán sus seguidores. 

Autora: Guillermina O.


Archivado en: Revista Hipótesis
Etiquetas: Número 18 Artículo, Hipótesis, Universidad de La Laguna

Guillermina O.
Investigadora ULL