20 de enero de 2023 – 00:00 GMT+0000Compartir
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La ciencia ficción nos suele presentar escenarios futuros razonablemente probables. Eso es lo que la separa de la fantasía, que nos regala mundos imaginarios imposibles. Sin embargo, la ciencia ficción funciona proyectándose hacia el futuro e imaginando cómo será la vida dentro de X años. Hay obras basadas en viajes espaciales, en vidas en otros planetas o en catástrofes naturales venideras. Este fue el caso de la película “The Core” (El Núcleo) dirigida por Jon Amiel y protagonizada por Aaron Eckhart, Delroy Lindo, Hilary Swank, Stanley Tucci y DJ Qualls. Esta película, basada en la novela del mismo nombre de Paul Preuss, narra la aventura del viaje de unos científicos al centro de la Tierra para poner en marcha el núcleo de la Tierra, parado repentinamente. El film comienza mostrando las catástrofes que se desencadenan cuando el núcleo de la Tierra se detiene: tormentas solares que achicharran el planeta, rayos, terremotos, animales suicidas, etc… Pues bien a finales de enero de este año 2023 todos los noticieros del mundo abrían sus informativos afirmando que el núcleo de la Tierra se había parado. Imaginen el desconcierto.
¿Cómo es el interior de la Tierra?
Antes de analizar qué está pasando en el núcleo hagamos un viaje al interior de la Tierra. El viaje soñado por Julio Verne y, más recientemente, por Paul Preuss es, hoy por hoy, imposible. El agujero más profundo que ha realizado el ser humano apenas ha rascado la superficie de la corteza. El récord de perforación lo ostentan los rusos con el proyecto Kola Superdeep Borehole. Después de 20 años de trabajo detrás del telón de acero consiguieron horadar la tierra 12 kilómetros. Los ingentes costes y la elevada temperatura a esa profundidad desanimaron a los soviéticos y abandonaron el proyecto, aunque los motivos reales nunca los conoceremos del todo.
La corteza terrestre es como la costra que se forma cuando enfriamos un bombón recién hecho. Es la parte que se solidificó después de que el planeta fuera durante mucho tiempo una bola de lava. Es un error imaginar las partes internas de la Tierra como círculos concéntricos, con fronteras claras entre una y otra. Es más correcto pensar en zonas de transición. La corteza no tiene el mismo grosor en todas partes; va desde los 5 kilómetros en las fosas oceánicas hasta los 70 en zonas montañosas. Debajo de la corteza tenemos el Manto, un gigantesco depósito de magma de unos 2.800 kilómetros de espesor. Después del Manto llega el Núcleo, que se divide en Núcleo Externo y Núcleo Interno. El externo tiene un grosor de unos 3.000 kilómetros y está formado por hierro y níquel fundidos. Los geólogos creen que el movimiento del Núcleo Externo es el responsable de la generación del campo magnético terrestre. Y como era de esperar, los elementos más pesados están más abajo, en el centro de la Tierra, configurando el Núcleo Interno. La parte más interna del planeta es una bola de hierro sólido de 1.200 kilómetros de radio que se encuentra a la misma temperatura que la superficie del Sol.
¿Qué pasa con el movimiento del Núcleo?
Si nadie ha ido al Sol, ¿cómo saben de qué está compuesto? Responder a esta pregunta es más fácil que su homóloga del interior de la Tierra, ya que el Sol, al menos lo vemos mientras que lo que está bajo nuestros pies no. Para avanzar en la respuesta a esta cuestión los geólogos aprovechan la información que extraen de los terremotos. Los seísmos generan un tren de ondas que recorre el interior del planeta; de esta señal, captada por los sismómetros, se pueden inferir las características de los materiales a través de los cuales se han desplazado las ondas. Esto es lo que hicieron los investigadores Yi Yang y Xiaodong Song de la Universidad de Pekín (China). En un artículo publicado en la revista Nature Geoscience, estos investigadores analizaron ondas sísmicas que han atravesado el núcleo interno de la Tierra. Más concretamente, las producidas desde los años 60 en las Islas Sandwich del Sur y registradas al otro lado del planeta, en Alaska. Descubrieron que, desde 2009 aproximadamente, las trayectorias que antes mostraban una variación temporal significativa han experimentado algunos cambios, lo que sugiere que la rotación del núcleo interno se ha detenido. Es decir, rota a la misma velocidad que el manto y la corteza.
El astrofísico y experto en didáctica de las Ciencias de la Universidad de La Laguna, Antonio Darwich lo explica de la siguiente manera. “No es que el núcleo se haya parado, es que ahora va a la misma velocidad que nosotros que estamos en la superficie. Es como cuando vas por una autopista a 100 km/h y un coche se te pone a tu lado:¿está detenido? Evidentemente no, va también a 100 km/h pero para un observador que esté en nuestro vehículo parecería que sí, que está estático. Es más, si reduce la velocidad parece que marcha hacia atrás. Pues eso es lo que le está pasando al núcleo de la Tierra”.
Alberto Molina del Instituto de Geociencias del CSIC también hace hincapié en el matiz de la velocidad relativa. “Lo primero que hay que dejar claro es que el núcleo no se ha parado. La Tierra, con todas sus capas, está rotando de forma que tarda aproximadamente 24 horas en dar una vuelta completa. Hasta ahora se pensaba que el núcleo interno rotaba un poco más rápido que el manto y la corteza, de forma que iba adelantándose en torno a una décima de grado cada año. Según este nuevo estudio, el núcleo se habría frenado hasta alcanzar la misma velocidad de rotación que las capas más externas o incluso una velocidad ligeramente inferior”.
Un ciclo de 70 años
Es muy conocido el ciclo de actividad solar con un periodo de 11 años. Pues bien, parece que el interior de la Tierra también tiene su propio ciclo. Los investigadores de la Universidad de Pekín han comprobado su relación con una inversión aparente de la rotación del núcleo interno como parte de una oscilación cíclica de siete décadas, con un punto de inflexión anterior a principios de la década de 1970. Esto apunta a que, desde esas fechas, el núcleo interno ha ido girando gradualmente más rápido hacia el este, y después se desaceleró hasta que su rotación pareció detenerse en algún momento posterior a 2009. Luego se fue frenando y, respecto a la superficie, empezó a moverse hacia el oeste. Es probable que se acelere y luego se desacelere hasta ‘detenerse’ de nuevo hacia los años 40 de este siglo para comenzar de nuevo el ciclo”.
A medida que nuestro conocimiento sobre el interior de la Tierra sea mejor, conoceremos más detalles de lo que pasa bajo nuestros pies. Pero puesto que estos datos no son definitivos, parece que, una vez más, lo mejor está por llegar. Ah, y sobre los efectos de este baile nuclear, los autores afirman en el trabajo que se podrán producir pequeñas variaciones en la duración de los días, cambios que serán imperceptibles en nuestra escala temporal.
AUTOR Juanjo Martín
ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Numero 14, Artículo, Ciencia y Sociedad, Universidad de La Laguna
FGULL
jjmartin@fg.ull.es