lunes 8 de enero de 2024 – 00:00 GMT+0000
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Desde hace tiempo venimos oyendo hablar de la necesidad de realizar una “transición energética”. A la hora de abordar la consideración de este tema, lo primero que debemos hacer es establecer lo que debemos entender por transición energética, un concepto que, como veremos, va más allá de la sustitución de las centrales de generación de energía que utilizan combustibles fósiles por otras basadas en tecnologías renovables.
«Etimológicamente, la palabra‘transición’ viene del latíntransitio y significa ‘acción yefecto de ir de un lado a otro o depasar a lo nuevo desde lo viejo’».
En una primera aproximación esta definición no estaría muy desencaminada. Sin embargo, limitar el concepto de transición energética a lo antes indicado, de marcada perspectiva técnica, nos aleja de los verdaderos objetivos de dicha transición. Etimológicamente, la palabra «transición» viene del latín transitio y significa «acción y efecto de ir de un lado a otro o de pasar a lo nuevo desde lo viejo”. Por tanto, el término transición alude directamente a la idea de renovar, cambiar e, implícitamente, mejorar. Este cambio y mejora viene impuesto, entre otros, por la necesidad de abordar el cambio climático y sus efectos negativos. El mandato más imperativo en este sentido viene de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21) firmada en París en 2015 por los representantes de 193 países más la Unión Europea, en la que estos se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero con el objetivo de limitar el aumento de la temperatura de la Tierra en este siglo a 2°C. Para ello, se acordó ofrecer financiación a los países en desarrollo que les permita, entre otras cosas, mejorar su capacidad de adaptación a los impactos del cambio climático. Dar cumplimiento a este compromiso requiere, por tanto y en primer lugar, conocer cómo hacemos uso de la energía y, a partir de ahí, establecer el conjunto de acciones que nos permitan llevar a cabo la transición energética.
El consumo de energía viene determinado por nuestro estilo de vida. Cuando recargamos un teléfono móvil, accedemos a una página en internet o preparamos la comida, consumimos energía; acciones que no siempre ocurren al mismo tiempo y de la misma forma. Estas pautas de consumo y las necesidades que estas imponen, junto con otros factores como son las relaciones sociales, condicionan las demandas de energía y por lo tanto, la forma en la que deben operar los sistemas de generación de la misma. El suministro de energía eléctrica se apoya en sistemas de generación que actúan de forma casi permanente, usando como fuente de energía primaria los combustibles fósiles. Se ha venido asegurando así la disponibilidad inmediata de energía mediante la combinación de la provisión de los combustibles, el mantenimiento de las centrales eléctricas, la monitorización y digitalización del consumo y la predicción de la demanda del consumo.
La contrapartida es que el uso de combustibles fósiles contribuye al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es en este punto donde entra en juego la transición a los sistemas basados en energías renovables. En este caso, a diferencia de los sistemas clásicos, la capacidad de producir energía se ve limitada por la disponibilidad de la radiación solar o el viento, lo que no garantiza la capacidad de atender la demanda en todo momento. El reto que supone el carácter intermitente de los recursos renovables nos obliga a buscar fórmulas de acumular energía (baterías, saltos de agua o algunos sistemas mecánicos) que estén disponibles cuando sea necesaria. Pero el cambio de modelo de generación y consumo de energía no se resuelve sólo con el cambio de tecnología; implica otras dimensiones además de la meramente técnica. Está por ejemplo, la dimensión social, que corre paralela a la mejora de los procesos, el aumento de la eficiencia energética, el fomento del consumo responsable, los patrones de consumo razonables y, particularmente, la planificación territorial. Esta última exige el análisis de la ubicación de los sistemas de producción energética junto con la consideración de las normativas a aplicar que salvaguarden los recursos e intereses tanto particulares como de las administraciones; todo ello al tiempo que se cumplen las condiciones técnicas necesarias para garantizar que el suministro de energía se lleva a cabo de una forma eficiente, segura y sostenible. La conclusión que se extrae de todo esto es que la gestión y la previsión de la demanda de energía renovable, su producción y acumulación van a provocar un cambio en los sistemas eléctricos tradicionales, en los que la energía fluía en un solo sentido (desde las centrales a los usuarios), a otros sistemas en los que la energía fluirá en ambos sentidos; sin duda, se trata de un sistema de gestión más complejo.
«El reto que supone el carácterintermitente de los recursosrenovables nos obliga a buscarfórmulas de acumular energía(baterías, saltos de agua oalgunos sistemas mecánicos)que estén disponibles cuandosea necesaria»
Se trata en definitiva de un problema que no tiene solución fácil ni única. La investigación y el desarrollo en este campo requiere una aproximación multidisciplinar y colaborativa. La Universidad de La Laguna viene trabajando en esta línea, conjuntamente con la sociedad y los otros agentes implicados en los procesos de generación y transporte de la energía y las administraciones, sin cuya participación no sería posible encontrar una solución óptima a los retos que trae consigo la transición energética.
REDACCIÓN BENJAMÍN GONZÁLEZ DÍAZ
ILUSTRACIÓN HIPÓTESIS
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Número 16, Artículo, Benjamín González Díaz , Revista Hipótesis, Universidad de La Laguna
Benjamín J. González Díaz es Doctor en Física desde 2008 y profesor en el Área de Ingeniería Eléctrica desde 2011. Su trabajo científico se ha centrado en diversos aspectos relacionados con la fabricación de sistemas de energías renovables, la generación y gestión dentro de la red y las implicaciones políticas y sociales de la transición energética. Ha trabajado en varios proyectos de investigación, tanto a nivel internacional, nacional, como regional.
Ingeniería Industrial
bgdiaz@ull.es