20 de enero de 2023 – 00:00 GMT+0000Compartir
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La popularización de la Inteligencia Artificial (IA) y su accesibilidad está cambiando el mundo. En este especial dedicado a la IA estamos comprobando como sus aplicaciones están ya por todas partes, y eso que apenas estamos en el principio de la irrupción de esta innovación tecnológica. La educación no podía quedar al margen. Desde hace algunos años diferentes expertos en la enseñanza han venido reflexionando sobre cómo influirá esta (nueva) revolución tecnológica en la manera de enseñar y aprender. Hay quienes defienden que la IA es nociva y que convertirá al alumnado en autómatas expertos en copiar y pegar, sin capacidad imaginativa ni inventiva. Otros, por el contrario, ven la IA como una oportunidad para mejorar los muchos defectos que tiene el actual modelo educativo. Quizás, lo que no le guste ni a unos ni a otros es que, pase lo que pase, el cambio de modelo es inevitable.
Una de las personas que más sabe sobre la influencia de la IA en la educación visitó la Universidad de La Laguna con motivo de las Jornadas de Innovación y Transferencia Educativa en la que participaron más de una decena de expertos y expertas de diferentes instituciones académicas, entre las que se contaba nuestro protagonista, Senén Barro Ameneriro, Catedrático de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificiael de la Universidad de Santiago de Compostela. Tuvimos la oportunidad de hablar con él unos minutos sobre la influencia presente y futura de la IA en la educación.
P: Con la llegada de Internet muchas discusiones acabaron, nos robó un poco el proceso de investigación, de indagar, de razonar ¿La IA va a decidir por nosotros?
R: Sí, claro, ya decide por nosotros en muchos ámbitos y cada vez lo hará más, lo que no significa que decida por nosotros todo o en cualquier circunstancia. Un desfibrilador implantable con IA decide por nosotros si la persona que lo lleva puede recibir una descarga en un momento dado porque hay una arritmia detectada. Las circunstancias de ese corazón lo convierte un sistema autónomo, nadie lo está supervisando. Un coche autónomo es una máquina, es un robot que decide en todo momento qué hacer en función de la información del entorno, del destino que tiene las circunstancias que concurren y esto ocurre constantemente en nuestra vida.
Cada año mueren en el mundo en torno a 1.200.000 personas por accidentes de tráfico. Los coches autónomos, cuando se generalicen, pueden ahorrar cientos de miles de estas vidas todos los años; cientos de miles. ¿Esto es bueno o malo? Sin duda bueno. Pero tampoco cabe duda que van a cometer errores y en algunos casos errores de bulto.
P: ¿La IA será la solución a todos nuestros problemas?
R: No tenemos IAs de propósito general y por tanto cada problema a resolver exige un esfuerzo enorme. No contamos con una inteligencia artificial que de manera más o menos fácil pueda acometer nuevos objetivos y nuevos problemas a partir de lo aprendido. Por tanto, en la medidamemdida que no avancemos en ese sentido, iremos viendo mejoras pero, desde luego, no mejoras exponenciales. No es que dentro de 10 años cada segundo se va a estar produciendo un avance relevante que los medios de comunicación darán a conocer. La IA permite avances significativos cuando ya ha habido un resultado importante en un campo; en algunos casos nos sorprende porque efectivamente hay un salto muy grande, es el caso del chat GPT.
P: En su charla comentó que usted es un profesor del siglo XX en aula del siglo XIX con tecnología del siglo XXI. ¿Tiene sentido ahora enseñar a los chicos y las chicas de la misma manera que lo hacían en los 70 o 80?
R: No es que ahora no tenga sentido y hace años, sí, es que hace 10 años tampoco lo tenía. No es que no tuviéramos ChatGPT, da igual; hace 10 años ya no tenía sentido. Un proceso de enseñanza y aprendizaje basado en la reproducción, que es el que aún utilizamos, no tiene sentido. Yo siempre entendí que la educación no puede limitarse a la calificación; sino que esta es sólo una parte del proceso. La educación tiene que ser una parte más relevante de los objetivos de aprendizaje que se persiguen, por ejemplo, el examen del MIR. Si yo no quiero que los futuros médicos operen de acuerdo con pregunta y respuesta de cuatro posibles, sino que tengan un conocimiento más global del paciente, un uso activo de las tecnologías disponibles, empatía y capacidad de diálogo una visión más holística de su profesión.
Lo que tengo que hacer es, para seleccionarlos, ver en qué medida tienen esas competencias más o menos desarrolladas, no una que va a ser poco útil dentro del proceso del ejercicio profesional y esto lo podemos poner en todo. Por eso, no veo ningún problema en que mis estudiantes utilicen ChatGPT a la hora de construir, por ejemplo. Lo que sí tenemos que cambiar es nuestra manera de evaluar, se debe adaptar a estos momentos. Algo similar, salvando las distancias, sucedió cuando toda la información que estaba “a granel” en internet se ordenó con los buscadores. Con Google a la cabeza. Desde ese momento toda la información de la red estaba a un click de nosotros. Horas, e incluso días, de consultas en bibliotecas se podían realizar en pocos minutos.
De vuelta al Salón de Actos de la piramidal sede de la Facultad de Ciencias Sociales y de la ComunicaciónComunicaciónb, el profesor Barro nos comenta que, aunque habrá quienes se resistan a abandonar su manera de enseñar y evaluar, amarrados a la tiza y al dictado de apuntes, las nuevas generaciones de profesores traerán el cambio, y este cambio llevará integrado el uso de la IA. Y que será para bien, a pesar de los agoreros. Nos asegura que la IA no es una moda pasajera, que no es un “parecía que si”, no es el capricho de un multimillonario propietario de una red social. La IA ha llegado para quedarse, y a la educación también.
AUTOR Juanjo Martín
ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Número 15, Artículo, Ciencia y Sociedad, Universidad de La Lagu
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