Si la humanidad tuvo una infancia, fue ese periodo en el que el transcurrir cotidiano de los acontecimientos se convertía en un festival de intervenciones milagrosas. Las diversas mitologías que han acompañado a la humanidad siempre fueron capaces de encontrar explicaciones extraordinarias para los hechos más mundanos. Los dioses se implicaban personalmente en las tormentas, la lluvia o las catástrofes que arrasaban civilizaciones (normalmente después de que éstas abandonaran el “recto camino”).

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