4 de octubre de 2022 – 00:00 GMT+0000Compartir
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Cáncer, esa temida palabra. ¿Pero qué significa realmente? En su origen etimológico la palabra hace referencia a la aparición de lesiones duras en nuestro cuerpo. El cáncer es una enfermedad ocasionada por células tumorales que crecen de forma descontrolada que invaden un órgano y, posteriormente, se extienden a otras partes del organismo..
En la aparición del cáncer confluyen múltiples causas, siendo la predisposición genética la menos habitual y las adquiridas las más frecuentes. De ahí la importancia de una prevención primaria, esto es, aquellas prácticas que eviten que aparezca. Por ejemplo, sabemos que el tabaco produce cáncer con alta frecuencia; así, algo tan simple como no fumar previene el cáncer de pulmón.
Otra estrategia preventiva es el diagnóstico temprano; cuando el desarrollo es todavía incipiente y localizado en su origen. Esto es lo que se conoce como prevención secundaria: las campañas de cribado de cáncer de cérvix (exploración ginecológica y citología); la mamografía para el cáncer de mama o el análisis de la sangre oculta en heces en el caso del cáncer de colon son ejemplos de la misma. El Decálogo Europeo Contra el Cáncer recomienda la prevención en un gran número de tipos de cáncer. Gracias a este tipo de medidas, al avance de los tratamientos y al enfoque multidisciplinar de los casos, las tasas de curación del cáncer alcanzan el 60%.
Como oncólogos/as nuestro objetivo es aumentar la supervivencia manteniendo y/o mejorando la calidad de vida; que en los casos en los que el cáncer no se pueda curar se cronifique, tal como ocurre en muchas otras enfermedades con las que se consigue que los pacientes tengan una vida normal siguiendo un tratamiento. Es el caso de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) o la diabetes.
Los tratamientos mejoran y son cada vez más precisos. Uno de los más frecuentes, usado en la mayoría de los tumores es la quimioterapia. Consiste en matar las células que crecen más rápido que las células normales. Pero tiene el inconveniente de que afecta a otros tejidos o sistemas celulares que también tienen ciclos celulares activos, como es el caso de las células de la sangre o el pelo. De ahí los efectos secundarios tan comunes en la quimioterapia como la anemia o la pérdida temporal del pelo.
Pero no es este el único recurso, disponemos de terapias específicas dirigidas a las células tumorales. Es el caso de los anticuerpos antitumorales, capaces de bloquear un receptor externo de la célula tumoral y acelerar su muerte. Otra opción son los fármacos que actúan en las células tumorales que presentan una determinada mutación, bloqueando mecanismos que hacen inviable su supervivencia.
La incorporación más reciente al arsenal antitumoral son los fármacos que actúan sobre el sistema inmune: la inmunoterapia. Las células tumorales sobreviven porque son capaces de esquivar nuestro sistema inmune, que al no reconocerlas como extrañas no las elimina. Disponemos de una serie de medicamentos que inhiben esa evasión del control inmune y que al desenmascarar las células tumorales permiten que nuestro sistema de defensa las elimine. La llegada de la inmunoterapia ha supuesto un cambio de paradigma en el tratamiento contra el cáncer: la célula tumoral ha dejado de ser el único objetivo para centrar nuestra atención, también, en las células del sistema inmune.
La inmunoterapia se puede administrar sola o combinada con otros tratamientos como la quimioterapia. No todos los tumores responden a la inmunoterapia, pero en los que son más sensibles a esta terapia se obtienen resultados excelentes; en ocasiones la desaparición de todo el tumor, el primer paso hacia la curación.
Entre los tumores más sensibles a la inmunoterapia están los llamados tumores inmunológicamente “calientes”. Se trata de tumores en los que hay una gran representación de las células del sistema inmune que conviven con células tumorales y que cuentan con una alta expresión de los receptores necesarios para la activación del sistema de defensa. La inmunoterapia es también muy eficaz en los tumores con alta carga mutacional o con alteraciones del sistema de reparación de errores de replicación del ADN.
Para seleccionar el tratamiento más adecuado disponemos de varias herramientas que van desde las técnicas de tinción de los tejidos hasta el análisis molecular. Gracias a las técnicas de secuenciación masiva es posible analizar rápidamente un conjunto amplio de genes que nos permite detectar las denominadas “alteraciones accionables”, aquellas que admiten un tratamiento específico. Este tipo de análisis nos aproxima más a la terapia personalizada y de precisión, que permite el diseño individual de los tratamientos.
En el servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario de Canarias investigamos la eficacia de nuevos fármacos en cooperación con grupos nacionales e internacionales; fármacos en la línea de la medicina de precisión, inmunoterapia y terapias dirigidas. Esta actividad investigadora, que corre paralela a la actividad clínica, nos permite ofrecer a nuestros pacientes nuevos fármacos que serían accesibles mucho más tarde si hubiera que esperar a su comercialización y nos acerca a la curación del cáncer, cuerpo a cuerpo.
AUTORA Marta Llanos Muñoz
ILUSTRACIÓN CARLA GARRIDO
Archivado en: Revista HipótesisEtiquetas: Número 12, Artículo, Universidad de La Laguna
Doctora por la Universidad de La Laguna con la tesis Linfomas no Hodgkin en la provincia de Santa Cruz de Tenerife 1998. Dirigida por Dr/a. Francisco Javier Dorta Delgado.
Medicina Interna, Dermatología y Psiquiatría
mllanos@ull.es