Rafael Rodríguez Clemente, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que ha participado en numerosos proyectos internacionales, considera que la ciencia es en la actualidad parte de la estructura socioeconómica de los estados, y debe ser considerada un recurso más. «Ya no estamos en una sociedad agraria y de servicios. Para poder competir en el mundo globalizado, es necesario invertir en investigación», indicó.
El ponente ofreció hoy, martes 20 de abril, una de las lecciones incluidas en el taller del Programa para la formación de dinamizadores para la preparación de proyectos de I+D en el sector empresarial que organiza la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación de la Universidad de La Laguna (OTRI). El especialista explicó la importancia que tiene la financiación del conocimiento a través de los Programas Marco de la Unión Europea (UE). Durante toda la charla, abogó por una mayor relación entre investigación e industria. «Muchos investigadores creen que eso es prostituir la ciencia, pero es lo que necesita la sociedad actual», afirmó.
Rodríguez comenzó su intervención con una clara llamada de atención para Canarias. A su juicio, las islas ya no pueden seguir dependiendo del sector agrario y los servicios porque el contexto global así lo exige. Al pertenecer a la UE, las islas han entrado de lleno en la economía globalizada y, por tanto, han de jugar según sus reglas. «Luchar porque las empresas canarias sean innovadoras no es un desideratum de buena voluntad, es un imperativo histórico».
Actualmente se están desarrollando los proyectos aprobados en el VI Programa Marco, y ya se prepara el séptimo. El ponente lamentó que en la última convocatoria España perdió liderazgo. Citó por ejemplo que en el V Programa Marco el CSIC había participado en 70 proyectos y en el VI solamente en 8.
Esta perdida la achacó a que el procedimiento administrativo español no está a la altura de Europa. Para ahorrar costes, la gestión de los proyectos aprobados la llevan a cabo los propios investigadores, así que la dependencia de la burocracia nacional es determinante. En países como Gran Bretaña, Alemania u Holanda los procedimientos son ágiles y favorecen al gestión científica; en España «la investigación es rápida, la industria es rápida, pero la administración no lo es».
La historia de España en los Programas Marco fue definida como de «éxito relativo» por el ponente. Hasta el bajón que se produjo en la sexta edición, la presencia nacional había ido en aumento. Así, de haber sido testimonial en la primera convocatoria, se pasó a la participación en 2.545 proyectos en la quinta, en la cual España fue líder en un 6,8% de las investigaciones.
El conferenciante señaló que los científicos nacionales son reticentes a participar en convocatorias europeas. «Es fundamental para España participar en ellas, porque el estado sólo dedica un 1% de su PIB a la investigación. Los científicos olvidan que el dinero de los programas marcos proviene de la aportación de los estado miembros de la UE. Si hace un año España aportó 1.000 millones para el plan nacional de investigación, también aportó otros tantos para los proyectos europeos. Por ello, debemos considerar que los programas de la UE también lo son españoles, porque se han financiado con dinero español», afirmó.
Rodríguez recalcó que los Programas Marco europeos «no están orientados a la generación de conocimiento, como sucede en los planes nacionales, sino que pretenden aumentar la competitividad de las empresas». De lo que se trata es de generar proyectos industriales competitivos en el mercado, basados en la innovación científica. Pero tampoco conviene olvidar que los proyectos que se presentan a este plan deben estar de acuerdo con las políticas de base de la UE. Deben contemplar cuestiones como el desarrollo sostenible, la igualdad de géneros o los principios éticos comunes. Si no se incluyen estos parámetros, lo más probable es que los evaluadores del programa los rechacen.