El fuego es un elemento modelador de la vegetación y, de hecho, todas las comunidades de plantas tienen su propia tasa de incendio, incluso la tundra. “Es por tanto un factor intrínseco de la dinámica del ecosistema”, sostuvo hoy viernes 26 de octubre el profesor titular de Ecología de la Universidad de La Laguna José Ramón Arévalo, quien participó en la cuarta reunión nacional de FuegoRed, un congreso organizado por profesores del Departamento de Edafología y Geología del mismo centro académico.
“Ya los ingenieros a finales del siglo XIX habían reconocido la importancia del fuego como elemento mantenedor de la vegetación”, agregó el investigador, para quien los incendios forestales no son caprichosos, tienen cierta capacidad de predicción y permiten hacer una política de prevención.
Arévalo desbrozó en su ponencia varios mitos acerca de los incendios forestales. Uno de ellos trata al fuego como un elemento extrínseco a los ecosistemas, cuando no lo es. También hay gente que opina que estos fenómenos se producen debido a la acumulación de biomasa, lo que puede ser parcialmente cierto, pero no es el único argumento que lo explica. “Los bosques tropicales tienen grandes cantidades de biomasa seca y no arden con tanta frecuencia”, repuso el docente.
Otro mito relacionado con el fuego es que se puede parar, lo que tampoco es cierto en todos los casos. También es común escuchar que los fuegos destrozan el bosque y la vida salvaje y que incluso esterilizan la tierra. “Ninguna de estas dos aseveraciones es cierta: los bosques se recuperan después de los incendios y éstos no esterilizan nada, porque la quema no se produce de forma homogénea ni con la misma intensidad”.
Se suele decir que el pastoreo puede ayudar a controlar los incendios, lo que tampoco es válido del todo, ya que, efectivamente, permite hacer una mejor gestión del incendio, pero sólo eso. También es habitual escuchar que los tratamientos selvícolas después del fuego son necesarios, y, en opinión del ponente, algunos han resultado inútiles.
Arévalo rechazó asimismo otra afirmación común: la de que el fuego prescrito es una alternativa a los fuegos incontrolados. “Es una herramienta más, como la del pastoreo, pero no la única”. El ecólogo advirtió en su ponencia que “si no gestionamos el monte con fuego, tarde o temprano el fuego lo gestionará por nosotros”.
Con todo, para el profesor los incendios en Canarias tienen una tasa inferior a la que deberían tener. Esto se explica por la propia fragmentación de los ecosistemas de las islas, explica Arévalo. Un ejemplo citado por él es el caso de la laurisilva, que en el pasado ocupaba todo el norte de Tenerife, y ahora sólo se encuentra en determinadas zonas del terreno. “Esto hace que el fuego, que necesita una continuidad en la vegetación, ya no prospere”. Pero también hay fragmentación por la aparición de las carreteras asfaltadas, “lo que, llegado el momento, pueden convertirse en importantes cortafuegos”.
La superficie forestal ha aumentado un 22% en Canarias, y eso puede hacer que haya más incendios, porque hay más bosque. Hay pinares en Tenerife, con más de 50 años de vida que no se han quemado nunca, lo que no parece adecuado, añade el experto.
Otro elemento que modifica las tasas de incendios son los excelentes equipos técnicos con los que hoy contamos, apuntó el ponente. “Estas labores también modifican las tasas de incendio, lo cual es adecuado porque un fuego fuera de control es peligroso”.
“Hemos hecho estudios sobre el efecto que causa las quemas prescritas en los insectos en algunas zonas de Gran Canaria”, relató el investigador. Descubrieron que apenas existen diferencias significativas entre las zonas quemadas y no quemadas.
José Ramón Arévalo relató que tras el incendio de Tenerife de 2007 pasaron hasta tres años sin que se realizara ningún estudio. “Nuestro grupo de investigación estudió entonces algunas parcelas del pinar de Inagua, y, cinco años después, no podemos hacer discriminaciones en la composición de especies. Todos los estudios indican que el fuego ha tenido un efecto bien distinto de que se preconizó en un principio”.
Qué hemos aprendido
“Tras más de veinte años de investigación, hemos aprendido varias cosas, y una de ellas es que los bosques necesitan de incendios para mantener una dinámica natural, muchos se encuentran en mal estado debido a sus altas densidades causadas por lo anteriormente comentado y que la gestión de incendios es la forma más apropiada de afrontar este proceso ecológico natural.
A pesar de que hace un centenar de años el fuego era visto como un elemento natural, “hemos llegado a la conclusión de que no podemos controlar totalmente estos procesos naturales”, aseguró. Si seguimos con la política actual, las quemas catastróficas serán más comunes, aventuró.
Entre las propuestas de mejora, el ecólogo lanzó varios mensajes. “Creo en este punto que los grupos ecologistas deben actualizar su mensaje, y plantear soluciones nuevas”. También planteó la necesidad de un consenso político en estos asuntos: “No se puede utilizar el fuego como herramienta política”, y apeló a la responsabilidad ciudadana.